Rosario Ibarra de Piedra, la dignidad
Foto: Alejandro Meléndez
Por Jorge Meléndez Preciado
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 26 de octubre de 2019.- La lista de los recipiendarios de la medalla Belisario Domínguez, el mártir chiapaneco, es muy variada y en ocasiones desconcertante. En los años más recientes ha sido otorgada al empresario Alberto Bailléres (2015), quien no es un héroe de la nación, y a Eraclio Zepeda (2014), un buen poeta que de militar en la izquierda terminó apoyando al PRI y reprimiendo al EZLN, cuando fue secretario general de Gobierno en Chiapas; por cierto, la derecha no quiso apoyar en esa ocasión a Ifigenia Martínez para que la obtuviera.
Por eso da enorme alegría que se le haya otorgado a doña Rosario Ibarra de Piedra, que hace más de cuarenta años ha luchado porque en México haya justicia para quienes han sufrido atropellos sin fin a manos de las diferentes fuerzas del orden, en particular a quienes desaparecen, todavía, no sólo las bandas criminales sino especialmente las policías que debieran cuidar a los ciudadanos.
Rosario, llamada en su familia como: El ventarrón (Martha Anaya, dixit), por su activismo, hace 44 años se trasladó de su natal Monterrey a buscar a su hijo Jesús Ibarra Piedra, quien seguramente fue levantado por la Dirección Federal de Seguridad (DFS), el cuerpo que detenía, torturaba, asesinaba y desaparecía a muchos jóvenes considerados guerrilleros que estaban contra un sistema opresivo, encabezado por el senil Luis Echeverría Álvarez, y cuyos métodos todavía están presentes.
Ella encabezó con varias compañeras, llamadas: Doñas– algo parecido a las Abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina- , la búsqueda de jóvenes en todo el país, fundó el movimiento Eureka, realizó varias huelgas de hambre, se entrevistó con todos los presidentes de los años 70 para acá, sin que ninguno resolviera el mínimo problema y hasta fue candidata a la presidencia de la República por el valiente Partido Revolucionario de los Trabajadores( PRT), con el objeto de hacer más visible y amplio su movimiento.
A sus 92 años no pudo asistir al Senado pero envió a sus hijas Claudia y Rosario y por medio de ellas agradeció la distinción pero le dejó la medalla en prenda al mandatario López Obrador, su amigo, hasta que no se resuelvan los problemas de miles de desaparecidos y se dé reposo a la angustia de madres, padres, hermanos y víctimas de un sistema que no para de agredir a la población de mil formas.
La dignidad de Rosario, una muestra que los grandes no buscan preseas sino justicia. Y como ha dicho ella: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
Un ejemplo realmente inigualable, doña Rosario.
@jamelendez44