Ruth Bader Ginsburg : se apaga el ícono progresista de la Corte Suprema de EEUU

Foto: Mandel Ngan / AFP

Por Charlotte Plantive y Emily Lever

AFP. Washington, Estados Unidos. 19 de septiembre de 2020.- Ruth Bader Ginsburg era de baja estatura pero su influencia fue enorme, tanto como líder defensora de los derechos de las mujeres al principio de su carrera como por ser una fuerza progresista en la Corte Suprema de Estados Unidos.

La segunda mujer que logró ser magistrada en el máximo tribunal estadounidense murió el viernes a la edad de 87 años, después de una larga batalla contra el cáncer de páncreas.

Con sus distintivos collares y corbatines estilizados, esta oriunda de Brooklyn, amante de la ópera, era la decana de la corte y lideresa de facto de la coalición de izquierdas en un tribunal de mayoría conservadora.

Nunca dudó en decir lo que pensaba, y su contundente frase “yo disiento” se convirtió en parte de su improbable legado como ícono de la cultura pop.

Su cara enmarcada por gafas de montura oscura adorna camisetas, tazas y trajes de bebé, y su vida fue retratada en dos películas en 2018: el documental “RBG” y el filme “On the Basis of Sex”.

“Por más sombrías que parezcan las cosas, he visto muchos cambios en mi vida”, dijo Ginsburg a una audiencia en Carolina del Norte (este) en septiembre de 2019.

“Se abrieron oportunidades para la gente de cualquier raza, religión y, finalmente, género”, aseguró.

Última voluntad

En frágil estado desde hace años, esta defensora de la causa de las mujeres, de las minorías y del medio ambiente había sido hospitalizada en dos ocasiones durante el verano boreal.

El reemplazo de Ginsburg podría ser designado -para consideración del Senado- por el presidente Donald Trump, un hombre al que ella criticó por su “ego” y cuyo impacto en la corte dijo que “ni siquiera quería contemplar”.

Durante su mandato, Trump ha nombrado a dos jueces conservadores: Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh.

Según la radio NPR, Ginsburg había confiado su última voluntad a su nieta, Clara Spera. “Mi más querido deseo es no ser reemplazada hasta que un nuevo presidente preste juramento”, le habría dicho unos días antes de su muerte.

Judía, mujer y madre

Nacida el 15 de marzo de 1933 en el seno de una familia de inmigrantes judíos rusos en el punto más álgido de la Gran Depresión, perdió a su madre por cáncer cuando era adolescente.

Fue a la Universidad de Cornell, donde fue alumna de Vladimir Nabokov y conoció a su marido Martin.

La pareja se matriculó en la Facultad de Derecho de Harvard: ella hizo malabares para permanecer en la escuela mientras criaba a su primera hija, Jane, y su marido -muerto en 2010- luchaba contra el cáncer.

Finalmente terminó sus estudios en la Universidad de Columbia y tuvo un segundo hijo, James.

Aunque Ginsburg fue una de las mejores estudiantes de su clase, tuvo que luchar para iniciarse en la profesión.

“Tenía tres puntos en mi contra. Uno, era judía. Dos, era mujer. Pero la estocada final fue que era madre”, dijo en una entrevista con la CBS en 2016.

Terminó en el mundo académico, enseñando en las universidades de Rutgers y Columbia como una de las pocas mujeres del personal.

En la década de 1970, la Unión Americana para las Libertades Civiles (ACLU) reclutó a Ginsburg para litigar casos de discriminación sexual.

Su colega, la magistrada de la Corte Suprema Elena Kagan, resumió su desempeño así: Ginsburg “cambió la cara de la ley antidiscriminación estadounidense”.

Después de un período como jueza de la corte federal de apelaciones, Ginsburg fue nominada a la Corte Suprema por el entonces presidente Bill Clinton en 1993 y fue fácilmente confirmada por el Senado, convirtiéndose en la segunda mujer y la primera mujer judía en ser magistrada del máximo tribunal.

Improbable amistad

A medida que la mayoría de la corte fue inclinándose hacia el conservadurismo, ella hizo uso efectivo de su disenso.

Incluso lucía lo que ella llamaba su “collar de discrepancia”, metálico y similar a un armadura.

Ginsburg forjó una improbable amistad con el fallecido magistrado conservador Antonin Scalia. Pues, aunque estaban en polos opuestos en casi todos los asuntos de jurisprudencia, compartían un amor por las libertades civiles, la escritura legal detallada… y la ópera.

Batalló con el cáncer varias veces a lo largo de los años, pero cuando se le preguntó alguna vez sobre su jubilación dijo que solo dejaría la corte cuando ya no estuviera en capacidad de trabajar.

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