“¡Sabía que volvería a matar!”, el drama del feminicidio en México
Por Jennifer González Covarrubias
AFP. Ciudad de México. 02 de julio de 2021.- A Mónica y Margarita las une una coincidencia fatal: sus hijas fueron asesinadas, con dos años de diferencia, presuntamente por el mismo hombre que ya enfrentaba denuncias de intento de feminicidio en la justicia mexicana.
Mónica Borrego perdió a Yang Kyung Jun el 21 de septiembre de 2014; Margarita Alanís llora a Campira Camorlinga, hallada muerta el 31 de diciembre de 2016.
El supuesto asesino es Jorge Humberto Martínez, de 43 años, apodado el “Matanovias”, quien está preso en Ciudad de México desde octubre de 2017 tras ser extraditado desde Guatemala, donde se hacía pasar como indigente.
“¡Yo sabía que volvería a matar! ¡Lo sabía! El dolor se me duplicó en el corazón cuando me enteré que había matado a otra mujer”, dice Mónica, de 52 años.
“¡No hubiera sido asesinada si lo hubieran detenido después de lo que hizo con Yang!”, señala por su parte Margarita, de 63.
De acuerdo con los expedientes, Yang, de 21 años, y Campira, de 31, murieron por asfixia. Martínez habría intentado simular suicidios.
Mónica contactó a Margarita luego de publicar en redes sociales una foto de Martínez, quien conoció a las jóvenes cuando trabajaba en bares de Ciudad de México.
Tras emprender sus propias investigaciones, las madres descubrieron que actuó de forma idéntica en ambos casos: las enamoró, alejó de sus amigos y familia y finalmente las ahorcó.
El caso de Yang fue archivado como suicidio, pero la familia logró que fuera reabierto y ahora es investigado como feminicidio.
Según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, que asesora a las madres, sobre Martínez pesaban denuncias de intento de asesinato antes de las muertes de Yang y Campira.
Revictimización
Mónica recuerda el frío de la madrugada del 22 de septiembre de 2014, cuando tuvo que reconocer el cuerpo de Yang, de 21 años. Antes había recibido una llamada de Martínez que le dijo que su hija, con quien convivía, había sufrido “un accidente”.
Ahí comenzó su “viacrucis”. El cadáver presentaba golpes y huellas de forcejeo físico.
“Me dijeron que era un suicidio, como había dicho ese tipo, y eso dijeron durante años”, denuncia.
Bajando la mirada, recuerda a una funcionaria que la descalificó como una “madre histérica” que se negaba a aceptar la muerte de su hija.
Hubo “negligencia, tanto que la reconstrucción de los hechos se hizo cuatro años después”, expone.
México registró 423 feminicidios entre enero y mayo pasado, un aumento de 7,1% frente a igual período de 2020, que cerró con 967 casos, según cifras oficiales.
Obstáculos jurídicos
Campira, madre de dos niños, apareció muerta en la cama del departamento donde vivía con Martínez, con las venas cortadas y la llave del gas abierta.
Al igual que a Yang, le faltaban mechones y su cuerpo tenía huellas de violencia.
Ese día, al no lograr comunicarse con su hija, Margarita llamó a Martínez quien aseguró que no sabía nada de ella porque se habían enojado. Un hermano de la joven finalmente encontró el cuerpo sin vida.
La familia siempre sospechó del hombre y recuperó un video de una cámara de seguridad que mostraba a Martínez ingresando y saliendo del edificio el día del crimen.
“Tuvimos muchos problemas en las audiencias porque le querían quitar validez” a la grabación, cuenta Margarita. La familia tuvo que pagar un peritaje privado para que las imágenes fueran incorporadas al expediente.
Esta madre cree que la justicia mexicana no se está tomando “en serio” los feminicidios, ni parece darse “cuenta de que es un problema muy grave”.