Un 31 % del pescado mexicano no se corresponde con el nombre de la etiqueta
Foto: Carlos Alberto Carbajal / Cuartoscuro
EFE. Ciudad de México. 12 de marzo de 2019.- Un 31 % del pescado que comen los mexicanos no se corresponde con el nombre con el que se le identifica en la etiqueta, reveló este martes el estudio «Gato X Liebre» de la organización Oceana, dedicada a la protección de los mares.
Tras analizar genéticamente 376 muestras de pescado en pescaderías, restaurantes y supermercados de Cancún, Mazatlán y Ciudad de México, se concluyó que el pescado que se ingiere no es equivalente al nombre con el que se le vende al consumidor.
Durante la presentación del estudio, Renata Terrazas, directora de campañas de transparencia en Oceana México, expuso que en la capital mexicana hay un 34 % de sustitución mientras que en Mazatlán -el puerto pesquero más importante de México- hay un 31,5 %.
El balneario de Cancún, en el Caribe mexicano y elegida para el estudio por su gran afluencia turística, registra por su parte un 26,5 % de sustitución.
En general, se observa que un 16,5 % del engaño sucede en los supermercados.
Las pescaderías y los restaurantes achacan un porcentaje más alto, con 36,5 % y 33,5 %, respectivamente.
El porcentaje restante se produce en otro tipos de establecimientos no precisados por el informe.
Los pescados más sustituidos son el marlín -muy popular en tacos y tostadas- con un 95 % de sustitución, el pez sierra con un 89 % y el mero con un 87 %.
Esta sustitución de especies marinas se basa fundamentalmente en un interés económico, pues la diferencia de precios entre lo que paga el consumidor y lo que realmente se lleva a la boca es grande.
El mero, por ejemplo, cuesta en México 579 pesos (29,8 dólares) el kilogramo, precio muy superior al de la basa, el pescado que lo sustituye y que cuesta 91 pesos (4,6 dólares) el kilogramo.
Lo mismo pasa con el huachinango, de 600 pesos (30,9 dólares) el kilogramo y su sustituto habitual, el bagre, que se vende a tan solo 53 pesos (2,73 dólares) por kilogramo.
Asimismo, la especialista apuntó que algunas de las especies que reemplazan a la que cree el consumidor que está comiendo están amenazadas.
«No solo nos estamos comiendo especies en la lista roja, amenazadas o en algún tipo de peligro, sino que además algunas sustituyeron a otros. Y ni siquiera sabíamos que nos las estábamos comiendo», expuso.
Según Terrazas, resulta muy complejo saber en qué parte de la cadena que une la pesca con el consumo final se produce la negligencia.
«En algunos casos es en restaurante, otros es en la pescadería», puntualizó en su intervención Pedro Zapata, vicepresidente de Oceana en México.
Tampoco puede definirse qué lugar ocupa México en el ránking mundial de sustitución de pescado, pero según el directivo está dentro del promedio de los 55 países en los que Oceana ha hecho este tipo de estudios.
Terrazas instó al Gobierno mexicano a indicar en las etiquetas qué se está comiendo de forma mucho más precisa a como lo hace actualmente.
Asimismo, señaló que la tecnología digital es una forma efectiva para poder «rastrear el producto del barco al plato».
«Tenemos casos identificados en donde es factible que los pescadores puedan generar esa información», agregó.
Las consecuencias de esta actividad fraudulenta van desde el bienestar de los pescadores -desestabiliza los precios- a perjuicios a la salud de los ecosistemas marinos.
Algunas otras acciones para detener la problemática serían frenar la sobrepesca y la pesca incidental -aquella que caza especies aunque no sean las que está buscando- y proteger los ecosistemas clave para la reproducción de especies marinas.