Un fantasma recorre cíclicamente México, el fraude electoral

Foto: Alejandro Meléndez

Por Andrea Rodríguez 

AP. Ciudad de México. 29 de junio de 2018. Cada campaña electoral el fantasma del fraude regresa a México tanto en el imaginario popular como entre las élites partidarias. Y esta no ha sido la excepción.

“Que no se atrevan a querer hacer un fraude, porque sí se van a encontrar con el diablo”, dijo esta semana Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena, una de las organizaciones que componen la alianza “Juntos Haremos Historia” del candidato Andrés Manuel López Obrador y quien encabeza las preferencias rumbo a los comicios del domingo. “No lo vamos a aceptar”.

El propio López Obrador se presenta por tercera vez como candidato presidencial luego de haber alegado en dos ocasiones -2006 y 2012- que hubo fraude.

La campaña electoral estuvo marcada por temas de debate nacional como la corrupción y la violencia, aunque las sospechas sobre posibles irregularidades se mantienen en la mente de la gente.

En las calles, hay incluso personas que aseguran con pavorosa certeza que habrá fraude, casi sin atender razones técnicas de autoridades y expertos que aseguran que las posibilidades de que ahora ocurra son remotas, si no imposibles.

“Las posibilidades de no ganar existen por el sistema que se ha manejado desde hace años”, manifestó a The Associated Press Antonio López, un comerciante de la Ciudad de México que dice que siempre votó por López Obrador, también conocido como AMLO. El hombre está convencido de que en 2006, cuando Felipe Calderón ganó por 0,56 % de los sufragios, sí hubo fraude.

El fantasma se basa en una larga tradición de décadas de manipulación de las elecciones que incluye muertos que votan, compra de sufragios, robo o quema de boletas, amenazas con armas en comunidades enteras y recuentos amañados sobre todo en las zonas más alejadas. Fue una época en la que prácticamente cualquier rincón del país era dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo la presidencia de manera ininterrumpida por siete décadas hasta el 2000 y luego la recuperó en 2012.

Uno de los momentos cumbres en torno a los fraudes electorales ocurrió en 1988, cuando el sistema de conteo se “cayó” justo en el momento que el candidato opositor Cuauhtémoc Cárdenas llevaba una pequeña ventaja. Las autoridades del partido de gobierno alegaron una saturación de las líneas telefónicas -la forma en que se enviaban los cómputos preliminares entonces- y al final el aspirante del PRI Carlos Salinas de Gortari se proclamó ganador. Para mucha gente, sin embargo, es el ejemplo perfecto de cómo el entonces partido en el gobierno podía alterar los resultados a su favor.

Desde entonces, la tecnología avanzó, se creó un organismo electoral autónomo del Ejecutivo y ya no se dictan resultados por teléfono. En las últimas semanas, sin embargo, funcionarios comiciales confirmaron asaltos de grupos armados que secuestraron papeletas en los estados de Tabasco, Oaxaca y Veracruz al tiempo que consultoras estimaron que hubo intentos masivos de compra de votos desde varios de los espectros políticos.

“En la historia política de México el fraude fue siempre una constante”, explicó a la AP Eduardo Bueno, un politólogo e investigador de la Universidad Iberoamericana.

El experto consideró que era un mecanismo para evitar que ganara alguien que no fuera parte del grupo político en el poder. “El fraude moderno en el país es una creación del PRI”, dijo.

Entre la gente se generó la idea por años de que de una u otra manera, en las elecciones alguien hacía o al menos intentaría hacer trampa.

Los expertos conocen el fenómeno.

“En psicología se llama desesperanza aprendida, es un poco decir ‘haga lo que haga no van a cambiar las cosas’ y eso es terrible”, señaló German Álvarez, director de Atención Educativa de la Universidad Nacional Autónoma de México.

“El país ha avanzado, pero somos una democracia muy incipiente y tenemos muchas desconfianzas. Hay demasiadas historias de manipulación”, señaló Álvarez, también profesor de la Facultad de Psicología en la misma universidad y para quien la idea de un fraude atraviesa “todos los sectores sociales”.

Un dato mencionado por varios expertos, incluido Álvarez, es que un porcentaje de casillas electorales, sobre todo en las zonas alejadas, no cuenta con representantes de todos los partidos que supervisen la operación de votación y los recuentos, abriendo una brecha de vulnerabilidad.

A diferencia de años anteriores, ahora hay sofisticados métodos de conteo y las autoridades electorales son independientes del Poder Ejecutivo, pero algunos expertos reconocen que los sistemas informáticos podrían fallar y el fantasma vestirse con sábanas de alta tecnología.

“Todo se puede hackear”, manifestó a la AP Brian Weihs, director de Kroll, una empresa multinacional especializada en seguridad informática.

«Por el concepto de cómo funcionan los resultados, probablemente van a sufrir algún intento de ataque coordinado sobre la página (web) y la información externa», señaló Weihs.

Pero para el Instituto Nacional Electoral (INE) la posibilidad de que se vicien las elecciones es imposible, incluso si se produce un ataque.

“El fraude electoral es imposible. No solo porque no queramos hacer fraude, sino porque todas las etapas, actividades y operaciones están sujetas a la ley y a la vigilancia de los partidos y los ciudadanos”, aseguró a la AP el consejero del INE, Jaime Rivera.

Rivera explicó que incluso ante el escenario de un hackeo al Programa de Resultados Electorales Preliminares, éste no afectaría la transparencia de los resultados pues se trata de un instrumento meramente informativo.

El funcionario aclaró que el soporte real del sistema de conteo son los votos como tal y las actas de las casillas, que a su vez cuentan con autoridades de mesa y observadores de partidos, por lo que es “el respaldo de papel” lo que tiene valor legal y el resto está implementado solo para contribuir a la fluidez de la información.

Para Rivera sí hubo fraudes en México, pero estos no solo fueron disminuyendo sino que a nivel nacional se volvieron virtualmente imposibles.

“Esta leyenda -que suele tener algo de verdad, aunque sea del pasado-, cíclicamente se alimenta de las inconformidades de los partidos políticos cuando estos pierden”, advirtió Rivera. “Y en esto han incurrido casi todos”.

Agregó que “los partidos no están habituados a reconocer su derrota”. Y eso, dijo, “es una de las debilidades que tiene la democracia mexicana”.

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