11-S y el terrorismo internacional

Por Jurgis R.

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 11 de septiembre de 2020.- El onceavo día del noveno mes de 1973 está en el olvido para la mayoría de los medios de comunicación, del mainstream global que, por ignorancia, coacción o simplemente por no perder sus utilidades, nada mencionan sobre el mayor perpetrador del terrorismo internacional, dejando en el ostracismo a las víctimas y las repercusiones que nos afligen hoy día.

“La mayoría de ustedes son jóvenes, tienen mujer e hijos pequeños. Tienen un deber con ellos y con el pueblo de Chile. No es éste el último combate. Habrá muchas jornadas futuras en que serán necesarios. A las compañeras no les pido, sino les ordeno que abandonen La Moneda. A los compañeros que no tienen tareas que cumplir, o no tienen, o no saben usar armas, les pido que salgan ahora, que tienen todavía posibilidades de hacerlo. Algunos deberán contar lo que ha ocurrido”, Presidente Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973.

La Organización de las Naciones Unidas define al terrorismo como “actos de violencia dirigidos contra los civiles procurando objetivos políticos o ideológicos”. Precisamente eso fue lo que ocurrió en Chile aquel 11 de septiembre del 73. El objetivo: derrocar al presidente democráticamente electo, Salvador Allende, para instaurar una dictadura militar y la doctrina del “libre comercio”.

En neolengua (tan utilizada por la mayor potencia a nivel global) significa apoyar a un grupo de patriotas decididos a eliminar la plaga comunista, promover la democracia, el libre comercio, la libertad empresarial y promover la paz en América Latina; en palabras de Augusto Pinochet: “para domar el marxismo, que es como un fantasma. [Pero afortunadamente] cuando miro el camino recorrido, pienso cómo la Providencia, sin forzar los actos, iba limpiando la senda de los obstáculos para facilitar con ellos la acción final que debíamos realizar sobre el gobierno de la Unidad Popular”.

Foto: Heraldo Chile

Como todo el mundo sabe, el golpe de estado contra Allende, los bombardeos sobre su casa y al Palacio de La Moneda fueron solo el inicio. Augusto Pinochet y su grupo de neonazis, patrocinados por sus amos estadounidenses, reservaron su saña para los rojos, comunistas diabólicos como Orlando Letelier (asesinado de manera escandalosa en Washington).

Un documento del Comité de Cooperación por la Paz en Chile presidido por monseñor Fernando Ariztia (descrito por Julio Scherer en su libro Allende en llamas) da testimonio de las actividades realizadas por la Providencia militar chilena:

1.               Una niña de quince años fue desnudada, embadurnado su cuerpo con desechos para que fuera comida por las ratas.

2.               A gran parte de los detenidos se les vendan los ojos y lo mismo se hace prácticamente con todos los interrogados.

3.               Electricidad en diversas partes del cuerpo, preferentemente en encías, genitales y ano; inmersión en petróleo o agua; flagelación indeterminada; obligación de presenciar o desarrollar actividades sexuales; ingestión de excrementos; lanzamiento al vacío con vista vendada; cortes y amputaciones de manos.

4.               Simulacro de fusilamiento o atropellamiento; extirpación de testículos, extracción de masa encefálica; obligación a presenciar flagelaciones; manoseo a mujeres; impedir el sueño a golpes; disparos de fusil junto a oídos; asfixia; extracción de uñas; fracturas en brazos.

5.               Amedrentamiento con alusión a familiares; simulacro de violación de mujeres.

6.               Quemaduras con ácido  o cigarrillos; presenciar torturas, pinchazos; colgamiento de pies y manos con luz ultravioleta en la cabeza.

Providenciales actos fueron el pasatiempo predilecto de la dictadura chilena. Claro, todo por amor a la patria, crecimiento económico, estabilidad y paz.  Ahí estuvieron los Chicago Boys (del premio Nobel Milton Friedman, entre ellos su actual presidente), los Ford Falcon de Ford Motor Company, los presidentes estadounidenses Richard Nixon y sucesores, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y otras sutilezas del mundo libre para apuntalar el terrorismo de Pinochet y séquito de carniceros.

Pero no solo fue Chile, siguió Argentina, Uruguay y prácticamente toda Centroamérica, (por mencionar solo el hemisferio), esos países no podían sucumbir al ejemplo cubano ni a la peste socialista. Es por ello que recibieron la democrática vacuna estadounidense.

Antes de 1973, el epicentro “providencial” radicaba en Nicaragua, durante la dinastía Somoza. Desde este país, Estados Unidos aplastó “la peste comunista” guatemalteca en 1954, atacó a Cuba en 1961 (lo que casi desencadena la guerra nuclear), acabó con la democracia de República Dominicana en 1965, lo mismo que en El Salvador (1975). Durante la década de los 80’s, en este último país, los campesinos [“comunistas”] fueron torturados y mutilados por especialistas adiestrados en sofisticadas tácticas de violencia, a menudo por nuestros propios consejeros militares”, en palabras del embajador estadunidense Murat Williams. Y no se equivocaba, pues los sobrevivientes presenciaron “violaciones de niños y niñas de unos 8 años, a los que después hicieron picadillo con sus bayonetas… Rajaron el vientre de una mujer embarazada y sacaron a la criatura, como si estuvieran sacando los huevos de una iguana”.

Sin duda la descripción de Murat se refería a los escuadrones de la muerte entrenados por Estados Unidos (como Atlacatl y Ramón Belloso), así como unidades de élite que bombardeaban con napalm, bombas de gasolina, y cohetes de fósforo blanco (prohibidas por la Convención sobre Armas Químicas, ya que, entre otros efectos, sus quemaduras llegan hasta los huesos de la víctima).

Después de 1979, tras la revolución sandinista, Estados Unidos patrocinó a la Guardia Nacional nicaragüense, la contra, para “eliminar” a los comunistas (sandinistas). El testimonio de varias víctimas dice (documentado en el libro de Noam Chomsky, La quinta libertad):

1.               “Cinco de [los contras] me violaron, a las cinco de la tarde… me violaban cada día. Cuando mi vagina no pudo resistir más, me violaron por el recto. Calculo que en cinco días me violaron unas 60 veces”.

2.               “Había un muchacho aquejado por epilepsia. Cuando regresamos al campamento [que había sido atacado por los contras], vimos que lo habían degollado, le habían abierto el estómago y le habían dejado los intestinos colgando en el suelo, como una cuerda. Le abrieron en canal, le sacaron los intestinos y le cortaron los testículos”.

3.               “[Cuando encontré a mi marido y a mis cinco hijos] estaban completamente descuartizados. Tenían las orejas arrancadas, les habían degollado y les habían cortado la nariz y otros miembros”.

4.               “Una adolescente de 14 años fue violada y decapitada, su cabeza fue apuntalada en una estaca a la entrada de su pueblo como advertencia a los partidarios de los [sandinistas]”.

5.               “Degollaron a un niño de once meses frente al padre y madre; otras personas fueron violadas con fondo de música religiosa”. 

Países ocupados, saqueados y masacrados por Estados Unidos, la población de Centroamérica migra desesperadamente buscando mínimos átomos de supervivencia. En contraste por su responsabilidad al arruinar la región (y a América Latina en general), el gobierno de Estados Unidos cierra sus fronteras y acusa de violadores y terroristas a las víctimas.

Por otro lado, si concatenamos aquellos actos terroristas internacionales (de cuya información se pueden hacer enciclopedias enteras) con la realidad mexicana, cualquiera se preguntaría: ¿Quién entrenó y capacitó a los sádicos narcotraficantes como los zetas, especializados en la tortura? ¿Quién entrenó al Mando Único del ahora recordado García Luna? ¿Quién es el principal fabricante de armas en el mundo? ¿De dónde provienen las armas que ejecutan a miles de personas en México? Respondiendo estúpidamente, no es Rusia ni China. Tampoco Venezuela, Cuba, Irán o Corea del Norte.

Las respuestas a las preguntas es más que obvia, ridícula al sentido común…pero, por cierto, cabe decir, sin menoscabo a lo que fue un acto atroz y criminal, que el 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos, o mejor dicho, su población civil, sufrió las acciones criminales que su gobierno ha perpetuado por siglos en todo el mundo. De aquellas víctimas, de cómo fue el colapso de las Torres, de los asesinos y actores intelectuales, de la propaganda para pedir venganza y “justicia”, de repetir hasta el hartazgo el inicio de la guerra contra el terrorismo se sabe todo, para ello existen los guardianes de la libertad o medios de comunicación masiva, dedicados a realizar la lobotomía global.

Pero… de los actos terroristas internacionales del gobierno más poderoso en la historia (Estados Unidos) poco o nada se dice, un “misterio” equiparable a descubrir la inmortalidad del cangrejo. 

Sarcasmo aparte y recordando las palabras de don Julio Scherer sobre el 11 de septiembre de 1973:

“La tragedia es de tal magnitud que el comentario atenuaría el horror escueto de lo que aquí ocurre. Que hablen los documentos y testimonios directos [sobre el 11/S]: torturas generalizadas,  fusilamientos sobre la marcha, ley de fuga o simulacros de fusilamiento; hacinamientos y campos de concentración; despidos masivos, delaciones, las más variadas formas de la represión en un país que deja indefensos a hombres y mujeres […]

Las investigaciones se han hecho hora a hora hasta reconstruir un periodo que expresa su intensidad en esta frase oída a cada momento en el número 2338 de la calle Santa Mónica: ‘Hoy ni importan los derechos políticos en Chile. Son los derechos humanos los que están en juego”’.

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