A Colosio, como en los reclusorios, lo ensaraparon
Por Gregorio Ortega
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 10 de enero de 2019.- De nueva cuenta en El Garko. Acudo por curiosidad, pero sin entusiasmo, Quisiera no oír más, pero atento escucho: El artífice de la conjura contra el Estado, contra el gobierno y contra Carlos Salinas de Gortari fue Córdoba Montoya. Alerta estuvo a que Fernando Gutiérrez Barrios dejara la secretaría de Gobernación, para controlar él todo el sistema de seguridad nacional.
Así instruyó infiltrar al grupo de empresarios y gobernadores que resultaron afectados por el proyecto neoliberal, y además infiltró su propio grupo con la idea de anticiparse a las traiciones. Tuvo suficiente con haber traicionado al Presidente de la República.
Visto en retrospectiva -me confía- le adelantaron los tiempos políticos a Carlos Salinas. Luis Donaldo Colosio muere sin haberse aprobado las listas para senadores y diputados, tampoco pudo externar su opinión sobre las candidaturas a gobernador de 1994. La Operación Culebra parecía haberse concebido y desarrollado por una mente que no era mexicana, lo que debe obligarnos a meditar sobre los compromisos originales adquiridos con el FMI, negociados por Antonio Ortiz Mena y Raúl Salinas Lozano.
En el entorno inmediato de Colosio se supo que al encaramarse en el templete de Lomas Taurinas para pronunciar su último discurso, apareció transfigurado, contento, feliz, pues temprano fue informado de que Manuel Camacho Solís había renunciado a cualquier pretensión presidencial.
Cuando sintió la promesa de recibir el poder regresar a sus manos, también se definió el tiempo del desenlace. El perito en asuntos de inteligencia y seguridad habla pausado: “Todos se aprietan a Colosio. La técnica la dio el mismo Negro al grupo de De la Sota, pues es la que se utiliza en las cárceles para matar al chivato, mediante la cobija. Alguien ensarapa a la víctima y todos a una apuñalan, para que todos queden involucrados y nadie resulte responsable. Para ellos la prisa por matar a Colosio es una lucha por la vida, pues el que lo ejecute se salva y el que no lo haga, se muere. Mario Aburto, Sánchez Ortega y El Negro se lanzan a cazarlo, para salvarse ellos, pues sus verdugos los observan, allí están. Son sus ejecutores”.
Interrumpe el silencio, profundo, oscuro, ominoso. El pozo de la taza de café parece mostrar el futuro de esos millones de mexicanos que por fuerza han de depositar su confianza en el gobierno, esté quien esté.
@OrtegaGregorio