Periodistas Unidos. Ciudad de México. 20 de julio de 2022.- Cuando estaba por cumplir 82 años, se nos fue Lourdes Grobet, quien estudió Artes Plásticas en la Universidad Iberoamericana, y diseño y fotografía en Gran Bretaña. Simpática, irreverente y talentosa, tuvo como maestros a Kati Horna y a Mathias Goeritz, de quien fue colaboradora en los vitrales de la Catedral Metropolitana, lo que para cualquiera hubiera sido un excelente ingreso al mundo del arte. Pero ella no era mujer que se conformara e hizo de su vida una búsqueda permanente. En 1983 invitó al inolvidable Tomás Espinosa a la lucha libre, algo que disgustó al dramaturgo, quien la llevó a Tabasco a conocer el Teatro Campesino, para el que Lourdes hizo un trabajo de varias décadas. También practicó la foto experimental y entre sus 25 mil negativos hay altos ejemplos de fotografía esteticista. Pero lo suyo era abrir camino y por eso persistió en la lucha libre, ese mundo de costalazos y elegancia kitsch donde captó a los ídolos en paz y en combate. Pero lo mejor, creo, son sus tomas de los espectadores que siguen con mirada hipnótica lo que sucede en el ring y, por otra parte, las fotos de niños enmascarados como los luchadores a los que admiran.
Pero no se quedó ahí. Sus afanes en la vida y la profesión son un ejemplo de valentía, un inagotable afán de ir por lo nuevo, lo diferente.
En más de un sentido, Lourdes es un ejemplo para el feminismo. La extrañaremos.
¿SOBERBIA E IGNORANCIA?
Para la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, el retiro del Monumento a Colón del Paseo de la Reforma es un acto de “soberbia e ignorancia, producto de una idea falsa y producto de la desinformación”, porque, para ella, el genovés –o dálmata, según otras versiones–“no fue ese criminal ecológico ni genocida que nos pintan”. Para la doctora Codinach, ese discurso, hoy contra una estatua, después “puede ser también en (contra de) las personas y comunidades”. Bueno, en realidad, la veneración hacia el navegante ha servido como disfraz para ese padre del colonialismo.
Colón se apoderó de tierras “descubiertas” y bajo su autoridad fueron esclavizados, torturados y asesinados los indígenas taínos hasta al extremo de que en menos de un cuarto de siglo –lo dice De las Casas– fue exterminado 90 por ciento de los habitantes originales de La Española. La violencia agresora ha sido práctica común en todas las culturas, pero no por eso puede ser algo loable en nuestro tiempo ni hace a sus practicantes seres dignos de recibir homenajes ni de levantarles monumentos.
EL FESTIVAL CORAL SIGUE
A propósito de lo aparecido en esta columna, la semana pasada, sobre el Festival Internacional Coral Tlaxcala Canta, escribe Antonio Martínez Velázquez, actual secretario de Cultura de Tlaxcala: “Debo aclarar que no se cancela el festival. Quien acaba su ciclo es Jorge Córdova. El festival de coros se organizará sin su intermediación; directamente por la Escuela de Música en coordinación con el INBAL. En Tlaxcala, los coros han logrado gran arraigo y hay muchos interesados que fueron excluidos todos estos años por quienes organizaban el festival”.
BREVIARIO…
Roberto Tirado me aclara que Imevisión no se creó durante el sexenio de Luis Echeverría, sino en 1983, ya bajo el gobierno del presidente Miguel de la Madrid, cuando también se constituyeron el Imer e Imcine, que, por fortuna, todavía no se entregan a particulares. Hago la precisión para “no confundir ni descontextualizar la información”, como dice don Roberto. @@@ El 17 de septiembre se cumplirán 50 años de la muerte de Rafael Bernal, el autor de El complot mongol, que se considera la primera novela del género negro publicada en México. Bernal ha sido señalado como el que encapuchó la estatua de Benito Juárez en el Hemiciclo, lo que él siempre negó, pese a que en ese entonces militaba en la Unión Nacional Sinarquista.