¡Aguas con el agua!

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 23 de julio de 2022.- Ante la pasividad gubernamental, cualquiera puede pensar que la actual sequía es una sorpresiva desgracia o mera casualidad, un castigo de Dios o de la naturaleza. Al menos eso puede suponerse ante la tibieza con que pretende enfrentarse un problema que afecta a millones de familias. Pero la realidad es otra.

Por supuesto, la sequía es un fenómeno natural, pero no imprevisible. México cuenta con distinguidos especialistas en asunto hídricos, quienes seguramente informaron a sus superiores lo que se presentaría en este año, pero ya casi es norma de los actuales funcionarios públicos, temerosos tal vez de perder la chamba, guardar un piadoso silencio en torno a los problemas para no molestar al jefe supremo, pues hemos de suponer que todo marcha sobre ruedas.

Pero “los ciclos de sequía (y humedad) son repeticiones recurrentes e históricamente predecibles en los que se da una alternancia entre la humedad y la sequía en una región determinada. Estos ciclos tienen diferentes duraciones en función de la región y están asociados a distintos ciclos de regímenes de lluvias”. Tales periodos tienen una duración de siete a nueve años y “en todos se dan las mismas particularidades: terminan en un año seco y comienzan con un año muy lluvioso”.

Dice lo anterior la benemérita Wikipedia, que cualquiera puede consultar gratis. De modo que no hay excusa para la ignorancia ni la imprevisión de las autoridades y de poco sirve que, una vez que se presenta el problema, se pida atentamente a los beneficiarios de grandes concesiones que, por favor, cedan algo de “su” agua a la población.

Por supuesto, los tiburones que nadan en aguas concesionadas no están muy dispuestos a ceder algo que consideran de su propiedad, pese a que se trata de un recurso que es y debe seguir siendo de la nación. Pero el hecho es que estamos en medio de una de las más graves crisis hídricas y todos sabemos que los llamados a misa los siguen sólo quienes quieren.

Todo indica que, de continuar la falta de agua, el gobierno federal tendrá que recurrir a medidas extraordinarias, como cancelar concesiones, prohibir ciertas actividades y salir del paso prácticamente a cualquier precio, porque encogerse de hombros puede ser mucho peor para las fuerzas políticas hoy instaladas en el poder.

Sin embargo, no será fácil. Las empresas refresqueras y cerveceras no estarán dispuestas a suspender actividades, lo que, de ocurrir, lanzará al desempleo a miles de trabajadores, además de que se romperán las cadenas productivas con un alto costo para la economía nacional. En los altos círculos del poder deben estarse considerando esos y otros factores.

Lamentablemente, las fuerzas políticas no muestran interés en las soluciones que pueden paliar los efectos de la sequía. Por el contrario, esta semana el Congreso poblano acordó —con 30 votos a favor, cinco en contra y cinco abstenciones— aumentar cuatro por ciento al precio del agua para empleo doméstico y 7.6 por ciento para el líquido de uso comercial, lo que seguramente llenará de felicidad a los concesionarios, aunque tal aumento se suma a la inflación de casi ocho por ciento, sobre todo en el sector de los alimentos, y al gasto derivado de la prevención y atención a los problemas derivados del covid. Pero eso lo pagarán los ciudadanos.

En otras partes, la disputa por el agua ha generado manifestaciones y actos de violencia. Quién sabe cómo saldrán de esto las autoridades, pero tendrá que ser con medidas drásticas para hoy y proyectos viables para mañana. Es un hecho que al crecer el consumo también aumenta el desperdicio, pero, hasta ahora, poco o nada se ha hecho por evitarlo. En cientos de poblaciones no existen siquiera las tomas domiciliarias y en todas las grandes ciudades las redes de distribución son viejas y están descuidadas, al extremo de que, por ejemplo, en la Ciudad de México se estima en 40 por ciento el agua que se pierde en la red.

Hablar de acueductos que lleven agua del sur al norte, de plantas para potabilizar el agua de mar y la aplicación de dispositivos domésticos para ahorrar el líquido parece un asunto de ciencia ficción, pero más temprano que tarde tendremos que llegar a eso. Éste es un buen momento para empezar.

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