Amlo y la restauración del bonapartismo mexicano

Por Manuel Aguilar Mora

Francia, por tanto, parece haber

escapado al despotismo de una clase

sólo para reincidir en

el despotismo de un individuo.

Karl Marx, El 18 brumario de Luis Bonaparte

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de febrero de 2022.- Llega 2022 con una pesada y ominosa herencia que le llegaron los dos años precedentes: el terrible 2020 con la pandemia del Covid-19 y la depresión económica mayor en 90 años y el 2021 con la continuación de la pandemia y una recuperación económica insuficiente y plena de contradicciones. Ambos años ya marcados indeleblemente con el sello de la apocalíptica sombra de las catástrofes ecológicas. Aquí en México han sido también los años de la restauración del bonapartismo, proyecto fundamental de la llamada Cuarta Transformación (4T) emprendida por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (Amlo).

Lecciones históricas

La lección de la primera mitad del sexenio del gobierno obradorista es que tal restauración está resultando más complicada que el surgimiento y consolidación del anterior bonapartismo histórico. Los vencedores de la Revolución mexicana que derrotaron la dictadura de Porfirio Díaz y de sus epígonos militares encabezados por Victoriano Huerta inmediatamente después de su victoria se dividieron y enfrentaron de acuerdo a alineamientos de clase: los campesinos y sectores de trabajadores que los acompañaban por un lado y los rancheros y pequeños y grandes propietarios rurales del otro. El sector agrupado bajo la dirección de Venustiano Carranza y sus generales, comenzando con Álvaro Obregón, se impuso en las llanuras del Bajío a los ejércitos campesinos de Villa y Zapata.

A partir de ese triunfo los jefes militares liderados por el grupo sonorense de Obregón eliminaron, con un golpe de Estado, al viejo Carranza e instauraron un gobierno que desde 1920 dominó a la República mexicana, primero bajo la férula del jefe que pretendió reelegirse y cuyo asesinato fue el hecho que determinó que su sucesor Plutarco Elías Calles convocara a la fundación de un partido oficial en 1929 que unió a todos los sectores en la cumbre. Dicho partido se perpetuó en el poder durante el resto del siglo XX encarnado en una oligarquía de neto carácter bonapartista cada vez más aburguesada cuya sucesión en el poder se realizó de modo perfecto: cada presidente escogía a su sucesor quien se imponía sin enfrentar nunca una verdadera oposicion. Era un régimen de partido único de facto, con la farsa de un maquillaje democrático que velaba débilmente un sistema con evidentes rasgos totalitarios. El priato, el famoso imperio del PRI.

Pero como dice el dicho popular”no hay mal que dure cien años”. Los sectores dominantes de la burguesía mexicana y sus socios mayores de Washington llegaron a fines del siglo pasado a una decisión. La senilidad y el cada vez mayor desprestigio del PRI obligaban un cambio. Las constantes luchas que a partir de los años sesenta se incrementaron  recrudecieron el odio antipriista en amplísimos sectores populares. Tanto los grupos dirigentes del PRI como los vinculados al único partido burgués que se había mantenido como una oposición “leal”, el Partido de Acción Nacional (PAN), asesorados por el presidente Bill Clinton, decidieron terminar con la hegemonía priista y en el 2000 triunfó una “transición democrática” y llegó a la presidencia Vicente Fox, el primer presidente panista. La supuesta transición fue recibida con bombo y platillos por los políticos, empresarios, periodistas e intelectuales del régimen burgués imperante e incluso por grupos populares. Parecía que por fin se inauguraba en el país una verdadera democracia política.

El PRIAN, el PRD y el fracaso de la democracia burguesa

Pero los tres gobiernos, dos panistas y uno priista, de la llamada ”transición democrática”, popularmente bautizada como el PRIAN, que se extendió del 2000 al 2018, fueron un rotundo y colosal fracaso en los cuales reinó la corrupción más cruda y descarada, cundió la desigualdad, el respeto a los derechos humanos fue pisoteado y la violencia criminal de los poderosos grupos delincuentes vinculados al narcotráfico y a otros lucrativos negocios llegó a niveles inauditos convirtiendo al territorio nacional en la tumba de cientos de miles de muertos. Entonces las autoridades durante el sexenio de Felipe Calderón decidieran la salida a las calles de los militares. De este modo la experiencia de una “democracia (neo)liberal-burguesa” lejos de atenuar las contradicciones heredadas por el largo trayecto priista, las profundizó. Y en efecto, cómo concebir que fuera posible imponer un régimen realmente democrático en el cual la participación del propio PRI era central con todo y la permanencia de sus numerosos gobernadores, diputados, senadores y ediles

El acto final del PRIAN fue precisamente el sexenio del regreso del PRI a la presidencia de la República con el archicorrupto Enrique Peña Nieto en cuyo gobierno (2012-2018) llegaron a niveles inauditos los negocios que ya tenían décadas al amparo de las privatizaciones, los fraudes multimillonarios, los presupuestos incompletos, los desvíos inexplicables, el desfalco y la facturación de empresas fantasmas en “estafas maestras”, en fin la orgia neoliberal en pleno apogeo. Y cuando se cometió el infame crimen de Estado de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa en la noche del 26-27 de septiembre de 2014 una reacción de ira estalló en todo el país. Era el fin del PRIAN. Los partidos burgueses históricos más fuertes habían mostrado el cobre, no había en los sectores de la burguesía y sus partidos las tradiciones del juego político asociado característico de los regímenes parlamentarios. La verdadera tradición política imperante durante el siglo XX era la de un régimen autoritario, la del bonapartismo mexicano.

Aunque desempeñando un papel político menor en el drama de este fracaso, está también el tercer partido dominante que finalmente también selló su destino decadente junto con el de los dos mayores anteriores, se trata del  Partido de la Revolución Democrática (PRD). Fundado en 1989 con la fusión de una corriente disidente priista encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del gran líder histórico de la Revolución mexicana Lázaro Cárdenas y la mayoría de los sectores de la izquierda mexicana en especial con las organizaciones provenientes de las mutaciones del desaparecido viejo partido comunista mexicano, el PRD fue saludado y apoyado por un amplio abanico de sectores de la clase media e incluso de trabajadores que en su surgimiento quisieron ver por fin a una izquierda fuerte y protagonista en la primera línea de la política nacional. En realidad no había nada nuevo. Después de la Revolución mexicana el grupo hegemónico agrupado en el partido oficial actuó siempre como un poderoso imán de los sectores socialistas e incluso comunistas, en especial los provenientes del estalinismo, como lo demostró el permanente colaboracionismo de la un tiempo influyente corriente dirigida por Lombardo Toledano, fiel hasta su muerte como aliado del PRI. Fueron las largas décadas de la influencia del llamado “nacionalismo revolucionario”. El PRD se autoproclamaba como heredero de tal tradición, opositor de la oleada neoliberal en pleno auge. Pero eran otros tiempos muy diversos al del nacionalismo de los años treinta y cuarenta del siglo pasado.

Las vicisitudes del PRD son un factor no poco importante que explica tanto la biografía personal de Amlo como el surgimiento de la corriente del obradorismo de la cual es líder. El joven Amlo fue un dirigente priista en su estado natal, Tabasco. Cuando no logró su ambición de ser candidato a gobernador renunció al PRI y se unió al PRD en donde alcanzó la estatura de líder que lo proyectó en la escena nacional, primero como presidente del partido y después como su candidato triunfante al importante gobierno de la Ciudad de México en el 2000 y en dos ocasiones como su candidato presidencial perdedor.

Amlo demostró ser un inteligente y astuto político opositor profesional burgués durante todo el periodo de la orgia neoliberal del PRIAN que ahogó al país en violencia y corrupción durante tres décadas. Con un discurso contra los peores excesos y crímenes de sus gobiernos y siempre manteniendo, como repetía una y otra vez, un “respeto total y pacifico a la ley, no hemos roto ni un vidrio”, Amlo se fue perfilando como un hábil y carismático líder de masas que del 2006 al 2018 recorrió varias veces el país de norte a sur con el discurso de un despertador de conciencias, de líder de una nueva transformación de México, un discurso compuesto con pronunciamientos progresistas incluso radícales que sin embargo se hacían cada vez más demagógicos. Su postura conciliadora se hizo claramente más evidente a partir de la caída estrepitosa del prestigio de Peña Nieto: ”hay que serenar a México, no queremos un país revuelto”, etc. Amlo comenzaba enviar mensajes conciliatorios.

La aplastante victoria de Amlo

Apoyado en el PRD, Amlo construyó la plataforma que lo lanzó a las elecciones presidenciales de 2006 y 2012. Después ya con el nuevo partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), fundado por él mismo se lanzó por tercera ocasión en 2018 a la contienda por la presidencia, triunfando en esta ocasión.

Nunca se había dado una victoria electoral tan apabullante como la que permitió a Amlo llegar al Palacio Nacional en 2018. 32 millones de mexicanos y mexicanas votaron por él. Él mismo se sorprendió. Mucho se ha publicado y dicho sobre esta fecha tan importante en la política mexicana. Una primera y fundamental consecuencia fue el aplastamiento que significó para los partidos dominantes. El PAN fue el que se defendió mejor pero apenas y logra mantenerse en pie    sometido actualmente a grandes contradicciones internas. El PRI cayó tan profundamente que todo indica que será muy difícil que se levante, en tres años después de 2018 ha perdido cinco millones de afiliados y ocho gubernaturas. El PRD está en proceso de extinción. O sea el bloque de la oposición burguesa tradicional no es firme, ni representa una real amenaza al gobierno de Amlo. No tiene futuro.

El proyecto de Amlo, por lo tanto, define hoy en la arena de Morena su continuación o su superación. Este peculiar partido lo integran y dirigen en su abrumadora mayoría miembros que hasta 2014, año de su registro por el Instituto Nacional Electoral (INE), eran miembros del PRD, del PRI y de otras organizaciones, incluso de derecha y de extrema derecha.

Ciertamente la avasalladora victoria de Amlo era suya, por supuesto, pero iba mucho más allá. Era la expresión contundente del sentimiento de una mayoría de la población  deseosa de un cambio, no un cambio cualquiera sino uno radical, de transformación profunda. De hecho ese estado de ánimo popular fue entendido por Amlo y retóricamente expresado en su propaganda política. Al triunfar en las elecciones de tan impresionante modo ¿cómo no esperar una respuesta a esa demanda, para muchos una verdadera exigencia urgente ante la gravedad de la crisis de México? Qué tanto esa retórica es real o mera demagogia de un clásico líder burgués autoritario. La respuesta está en lo  ocurrido en estos tres últimos años.

La hecatombe de las esperanzas

El 1 de diciembre pasado el gobierno de la CT cumplió su tercer aniversario. El diluvio de textos, informes, entrevistas, comentarios en los medios sobre el carácter del obradorismo ha polarizado una discusión al nivel nacional que enfrenta a sus partidarios y a sus opositores, estos últimos ubicados no solo en los partidos tradicionales sino dispersos en todos los sectores sociales.

Parecería difícil enfocarse a la cuestión de su caracterización con una evaluación objetiva y sin partidarismos. No lo consideramos así. Pongamos un ejemplo significativo y muy elocuente porque se refiere tal vez al problema que más ha afectado, negativamente, al gobierno de Amlo, como a todos los gobiernos del mundo. Por supuesto nos referimos a la pandemia del Covid-19 y su impacto en el sistema de salubridad nacional.

En su conferencia mañanera del 4 de enero, Amlo expuso que al inicio de su gobierno encontró un sistema de salud en peor estado que el educativo, y los comparó, por la situación de abandono que tenían, con Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE). (La Jornada, 05.01.2022). Ahora bien, las quejas más frecuentes de los trabajadores durante estos años de la pandemia, haciéndose eco de las devastadoras críticas de los derechohabientes a la situación existente en el sistema de salubridad pública han sido por la falta de medicinas, la escasez de personal sanitario, las pésimas condiciones de las instalaciones, etc. La Unión Nacional de Enfermería Mexicana ha descrito crudamente la situación que enfrentan sus afiliados: precariedad laboral, bajos sueldos, carencia de equipos de protección adecuados y la falta de personal que calcula en 300 mil trabajadores. (Proceso, 09.01.2022).  El Issste la segunda más importante institución de salubridad pública anunció que no surte recetas al 60 por ciento de sus pacientes (La Jornada, 06.01.2022). Muy expuesta en los medios ha sido la protesta de los padres a la carencia de medicinas para sus niños con cáncer. La pandemia no ha sido atacada con la fuerza y los recursos que habría requerido. Claramente lo demuestran las cifras de las 300 mil muertes de víctimas de la pandemia, ocupando México el quinto lugar en la lista de los países con más víctimas, atrás de Estados Unidos, Brasil, India y Rusia y ocupando el nada honroso primer lugar en la lista de países con la mayor letalidad que mide el número de muertes con 7.6 por ciento lejos de Bulgaria que tiene el segundo lugar con el 4.1 ciento.

La pregunta evidente al presidente es, por supuesto, por qué en los tres años que lleva en su gobierno ha hecho tan poco para cumplir su propia promesa electoral cuando expresó que transformaría el servicio de salubridad pública nacional de  tal modo que lo pondría a la altura del de Dinamarca. En cambio ha sido evidente la prioridad financiera que Amlo ha dado a sus proyectos consentidos de la refinería de Dos Bocas en el cual se han invertido miles de millones de pesos y al tren maya con metas fundamentalmente turísticas. La salud de la población en estos días de emergencia sanitaria no ha tenido la alta prioridad financiera que requería.

Lo mismo se puede decir de otras promesas que fueron decisivas para forjar su victoria. Entre las más importantes está la que proponía el emprender una política que tuviera como objetivo el regreso de los militares a sus cuarteles. Exactamente ha sido lo contrario lo que ha sucedido. Amlo ha fortalecido y expandido las actividades y responsabilidades de los militares a niveles que superan con creces lo que hicieron los presidentes del PRIAN. La contradicción más aberrante de esta situación es que a pesar de toda este apoyo a los militares, debido a la estrategia por completo fallida de Amlo de “abrazos no balazos”, la violencia criminal de los cárteles no ha disminuido y sigue azotando al país con la misma fuerza y en algunos casos incluso superando a la de los gobiernos del PRIAN: 33 mil crímenes dolosos en 2021, 130 en los primeros seis días de 2022, incluidos los diez cadáveres aparecidos el 6 de enero bajo el árbol de Navidad frente al palacio de gobierno de Zacatecas. Siguen sin disminuir los feminicidios y México se mantiene como el país más peligroso del mundo para el oficio de los periodistas. Y con la novedad que ha aparecido un nuevo tipo de crimen, el lúgubre secuestro  de niños.

Como se puede apreciar, con la anunciada transferencia de las decenas de miles de efectivos de la Guardia Nacional al directo control de la Secretaria de la Defensa Nacional esta dinámica de fortalecimiento de los militares llegará a niveles muy peligrosos. Los militares afuera de sus cuarteles, con tan amplios recursos económicos que les dan las operaciones civiles en que andan (el aeropuerto de Santa Lucia, el tren maya, la administración de los puertos) y la impunidad de que gozan (la exoneración del general Salvador Cienfuegos, el exjefe del ejército en el periodo presidencial del 2012-2018, acusado por la DEA de complicidad con los narcos, total oscuridad sobre la participación de los militares en el crimen de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, como los casos más sobresalientes) representan un peligro para la vida y seguridad de la población y para la existencia de un gobierno civil.

Peligro por completo subestimado por el propio presidente. Incluso más, haciendo gala de inconciencia o con fines solo compensables para él pues es evidente su conocimiento de la historia de México, en los mítines lanza elogios constantes al ejército mexicano: “el ejército es el pueblo uniformado” grita a todos los vientos. Parece olvidar que el ejército es la institución que fue clave en el rescate del régimen priista en todas las ocasiones en que éste se vio en peligro. Sucedió durante marzo-abril de 1959 cuando el ejército actuó de  rompehuelgas y detuvo a miles de trabajadores ferrocarrileros. Demetrio Vallejo, su dirigente sindical pasó más de once años en la cárcel y miles de obreros fueron despedidos. La masacre de Tlatelolco fue ejecutada el 2 de octubre de 1968 por el ejército mexicano. Fueron los militares también protagonistas centrales de la “guerra sucia” contra campesinos, estudiantes y trabajadores durante el gobierno de Luis Echeverría. Y es el mismo ejército de hoy en día que Amlo fortalece como pocos presidentes lo habían hecho de tal forma. Por tanto, de ninguna manera es correcto afirmar que el ejército es “el pueblo uniformado”. Históricamente fue la matriz del régimen que surgió en 1920 y desde entonces es pilar fundamental del sistema, antes y ahora también. No es el pueblo con uniforme sino uno de las  instituciones centrales de la represión sistémica.

Este curso que delinea una clara perspectiva hacia un liderazgo autoritario tiende a restaurar el régimen que prevaleció durante el priato. No es una superación sino un retroceso que Amlo cubre con un discurso con giros progresistas repetidos sin descanso que velan apenas una estrategia claramente reaccionaria, con una deriva hacia un sistema nada democrático sino de perfiles dictatoriales. Los hechos son cada vez más contundentes: el charrismo es siempre la pieza clave del sistema que sigue controlando a los trabajadores, huelgas de direcciones independientes como la de los trabajadores de Notimex se intenta asfixiarlas y se reprimen protestas de obreros de los proyectos consentidos como el de la refinería de Dos Bocas: todos los fideicomisos son liquidados sin discriminación y se deja sin asistencia causas como las de las víctimas de los terremotos: Slim el mexicano más rico del país es invitado frecuente a almorzar en el Palacio Nacional pero Amlo ni siquiera se dignó presentarse a la estación Olivos con motivo de la catástrofe del metro de la Línea 12; se prohíbe la detención de uno de los hijos del  Chapo conspicuo narcotraficante y también se deja en libertad e inclusive se elogia a políticos cómplices de delincuentes poderosos; se agrede y denuncia como conservadores a estudiantes, profesores e investigadores universitarios en general pero se tolera a cacicazgos de autoridades universitarias corruptas como la de la Universidad de Guadalajara; se amenaza a centros autónomas de educación superior como el CIDE e incluso a instituciones señeras como la Escuela Nacional de Antropología e Historia cuna de eminencias científicas y granero de profesores y estudiantes muchos de ellos vinculados a las luchas y a la vida de los pueblos indígenas, incluidas las del EZLN; se presume de las ayudas a personas de la tercera edad pero millones de desempleados están en el más cruel desamparo; se jacta de una política exterior “progresista” y la Guardia Nacional se ha convertido en la asistente de la border patrol de EUA y todo el país es el espacio integrado a la política de inmigración de Washington con la política que les dice a los cientos de miles migrantes que buscan entrar a EUA ”Quédate en México”, agravando la situación terrible de su vida de miseria.

La revocación de mandato

En abril próximo está anunciada la consulta aprobada constitucionalmente de la revocación de mandato del presidente de la República. Esta consulta que va a costar varios miles de millones de pesos, es por completo políticamente gratuita pues es evidente que ni la oposición burguesa, del PRI y el PAN, está exigiendo la revocación del mandato de Amlo. Sin embargo fue el origen de un conflicto entre los obradoristas y el INE, una institución autónoma del estado mexicano, cuyo presidente presidente Lorenzo Córdova ha sido el blanco de una campña de descalificación a todo lo que. En esta pugna interburguesa se pudo apreciar que Amlo no logra todavía instaurar completa y fuertemente su liderazgo autoritario en el propio estado. Es más, como lo demostraron las elecciones de junio de 2021, la victoria de Morena en ellas no fue tan contundente como la de 2018. Fue una victoria amarga. La pérdida de la mitad de la Ciudad de México, importantísimo centro político del país, así lo demostró. Fue un duro golpe para Morena y precisamente atribuible más a sus fallas y contradicciones que a una vigorosa oposición del PRIAN que logró así cierto oxígeno para seguir con vida.

Los morenistas descaradamente hicieron propaganda en favor no de la revocación de mandato de Amlo, sino de su ratificación del mismo. Más claro no puede estar la vocación caudillista del presidente. Es el clásico ejercicio plebiscitario de los bonapartismos, la necesidad de demostrar la existencia de apoyo. El INE ha sido obligado a realizar la consulta pero su exigencia de un mayor presupuesto no ha sido aprobada y en la medida en que se apruebe o no el dinero que ha demandado de eso dependerá su participación eficaz o saboteadora del proceso. Su choque con Amlo definirá su destino pues representa un obstáculo para la restauración en marcha de un gobierno autoritario que no puede coexistir con una agencia electoral dirigida por un consejo en que participan representantes de todos los partidos como lo hace el INE. La “reforma electoral” propuesta por Amlo es la forma de Amlo para liquidar al INE como una agencia estatal disponiendo de una autonomía relativa del poder presidencial. Aunque Amlo podrá contar sin contratiempos con la ratificación de su mandato en la consulta, ciertamente ha sido dañado en este conflicto y tiene todavía un camino por recorrer para una completa restauración.

Lo mismo ha sucedido con el intento de Amlo de controlar al poder judicial cuando se rechazó su demanda de extender el periodo del juez presidente de la Suprema Corte de Justicia afín a él.

Lo que viene en Morena

Y las pugnas y conflictos abiertos en Morena son las muestras más claras de que estos tres años estarán llenos de hechos imprevisibles en gran medida. La situación de Morena es uno de los factores clave que así lo señala. Ya es hoy el espacio político de uno de los conflictos centrales que determinará el rumbo del gobierno obradorista. Nos referimos al proceso desatado por el propio Amlo cuando mucho antes de lo que indicaba la tradición, decidió abrir a mediados de 2021 la carrera de la sucesión presidencial de 2024 al nombrar el mismo a varios  miembros de su gabinete como posibles candidatos presidenciales de Morena.

En realidad se trata de un tiro en el pie que se dio el propio Amlo. En efecto, entre dichos posibles candidatos están los dos que todos entienden son los principales: Claudia Sheinbaum, la gobernadora de la Ciudad de México y Marcelo Ebrard, el canciller, con una obvia discriminación de los otros nombrados solo como de relleno en una lista en la que solo contaban los dos mencionados, y aquí como si no fuera suficiente un tiro en el pie al desatar las pugnas entre ellos, Amlo se dio un nuevo tiro en el otro pie, cuando declaró a voz en cuello que para él Claudia era su candidata favorita, quien en efecto como su leal colaboradora en los últimos veinte tiene vínculos personales cercanísimos con él.

En 2022 la pugna por conseguir la codiciada candidatura presidencial entre estos dos personajes será un episodio que pesará poderosamente. Ya desde hoy se aprecia el pulso entre Claudia Sheinbaum titular del puesto político más importante del país después de la presidencia de la Republica, o sea, la jefatura de la Ciudad de México y Marcelo Ebrard el canciller que ya fue a Chile a promover el bloque latinoamericano del Pacifico con Colombia, Peru y Chile, al que se unirá pronto Ecuador, y aprovechó la oportunidad para invitar a Gabriel Boric, flamante presidente recién electo de Chile, para que pronto visite a Amlo. Esta situación ha llevado a que se concluya fácilmente que Morena no tiene que preocuparse de la oposición externa pues ya la tiene y fuerte en sus propias filas.

Precisamente el fin de año se gestó un conflicto intermorenista que confirma lo anterior y confrontó a personajes de la cumbre del partido entre sí, salpicando con sus pugnas al propio Amlo. Se trata del enfrentamiento entre Ricardo Monreal, jefe de la bancada morenista del Senado y de Cuitláhuac García, gobernador morenista del importante estado de Veracruz. García es el último de un rosario de gobernadores priistas e incluso uno panista en cuyos gobiernos reinó el terror con cientos de desaparecidos y asesinados. En las cuatro décadas pasadas el principal puerto nacional, Veracruz, se convirtió en uno de los centros de poderío del famoso cártel de los Zetas cuya desaparición dio lugar a una diáspora que alimentó a los actuales cárteles. La simbiosis entre el poderoso mundo de la delincuencia organizada y el poder político es evidente en Veracruz y García, el gobernador morenista, la ha dejado intacta, de hecho ha seguido el curso que impusieron sus antecesores del PRIAN.

Ricardo Monreal  se ha enfrentado con Cuitláhuac García debido a que éste ha encarcelado a su mano derecha, el secretario técnico de la bancada morenista del Senado, acusándolo de ser autor intelectual del asesinato de un edil del estado veracruzano. Amlo ha salido en sus mañaneras en defensa de García y entre los senadores y diputados de Morena e incluso de otros partidos, ya se formaron grupos que defienden y atacan al gobernador.

Monreal es de hecho el tercer líder morenista importante después de Ebrard y Sheinbaum que se ha declarado interesado en conseguir la candidatura presidencial de Morena, yendo claramente contra la aprobación de Amlo, quien nunca lo mencionó en su quiniela. Sin la bendición del caudillo, Monreal ha desatado públicamente lo que ya se consideraba un hecho obvio en todas partes. Declaró él: “La precipitación en la carrera por la sucesión presidencial ha provocado que comience una disputa política inesperada al interior del Gobierno, sus aliados y Morena”. (La Jornada, 27.12.2021).Y para enfatizar su postura y reconocer que en efecto hay un choque con Amlo ha declarado en su primera entrevista del año: “Es obvio que estoy descartado desde el punto de vista de él. Si no descartado al menos minimizado”. (Proceso, 09.01.2022).

Cuitláhuac Garcia no es el único gobernador morenista impresentable, existen varios en otros estados. Para las seis elecciones estatales de este año Morena ya eligió a sus candidatos. En algunas de ellas las protestas por los candidatos triunfantes fueron muy fuertes. Esta situación es una expresión frecuente del descontento en las filas de Morena. Es la causa de reuniones y confrontaciones con la dirección nacional a la que se exige un cambio radical en los métodos para la organización de las elecciones de los candidatos a gobernador. Como se aprecia no faltarán en Morena situaciones internas conflictivas.

La lucha contra la corrupción

Han sido tres años en los que el agudizamiento de la crisis ha impedido que el obradorismo presente un hecho claro que demuestre que su política está logrando éxitos. Hay más de dos millones de desempleados, el alza del salario mínimo se lo está comiendo ya la tremenda inflación que se desató en los últimos meses de 2021, la mayor desde hace veinte años y está siendo acompañada por un estancamiento económico que ha impedido que la recuperación que se atisbaba a mediados del año se mantuviera. Hasta ahora el argumento de los terribles años que han significado la pandemia del Covd-19 han logrado justificar medianamente la situación, pero tal justificación no se puede estirar ya más.

Para Amlo 2022 es un año crucial. Su ratificación en la consulta de abril no será suficiente. Necesitará imperiosamente hechos contundentes ante las urgencias políticas numerosas que se están acumulando ante su gobierno. Tampoco la reforma eléctrica será suficiente pues los votos de Morena no bastan para aprobarla y depende de los de otros partidos, incluso del PRI. Debido a que ni lejos se ha acercado a los trabajadores de la CFE, aherrojados en un charrismo intacto, los electricistas no están en sus planes para luchar por la renacionalización de la industria eléctrica bajo control de sus trabajadores y usuarios. Lo que podría lograr y a eso apunta la posposición que se ha hecho para aprobarla es en todo caso una reforma descafeinada, negociada con los capitalistas.

Le queda su carta fuerte que ha sido ante todo su lucha contra la corrupción la cual entra en estos días en una etapa crucial con la decisión de encarcelar a Emilio Lozoya y a su madre, para quienes la Fiscalia pide 39 y 25 años respectivamente. Al parecer Amlo ya apunta a Felipe Calderon. El mismo y la propaganda morenista ya señalan con insistencia que el expresidente tiene que rendir cuentas ante la justicia. Y si eso sucede seguiría lógicamente Peña Nieto. Esa es la dinámica de una lucha victoriosa contra la corrupción. Se trataría de un hecho sin precedentes pues los encarcelamientos por motivos políticos de los otros presidentes nunca habían incluido a ex presidentes. La urgencia en que está entrando Amlo en su cuarto año de gobierno lo obliga a medidas extremas. Un retroceso en este curso que delinea esta lucha le costaría muchísimo.

Por una alternativa de izquierda revolucionaria al obradorismo

El epígrafe que hemos puesto a este artículo pertenece al escrito inmortal de Marx sobre sobre el golpe de Estado en 1851 en Francia, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte en el cual expuso por primera vez una detallada explicación de la decadencia de los regímenes políticos burgueses. Explica que la burguesía francesa con las pugnas entre sus partidos y líderes le abrió la puerta a un simulador y demagogo que acabó restaurando el imperio de su supuesto tío, Napoleón Bonaparte. Desde entonces su explicación ha sido enriquecida, no solo en la tradición marxista, por muchos teóricos y políticos. Es la concepción teórica del bonapartismo. Los grandes revolucionarios como Lenin y Trotsky, solo para mencionar a dos de los más grandes, analizaron como en tiempos y en circunstancias diferentes en Rusia, Alemania, China y otros países se reproducían los rasgos esenciales de lo que Marx señalaba había sucedido en Francia. La decadencia política de la burguesía se hizo cada vez más evidente al nivel mundial en el siglo XX, pero la ausencia de una alternativa política de los trabajadores y sus aliados populares, dio lugar a la proliferación de las situaciones bonapartistas en todo el mundo. Era la dialéctica en la cual la burguesía ya no puede imponer su hegemonía de manera normal, pero los trabajadores y sus aliados todavía no están en posición de sustituirla con su nueva hegemonía. La dialéctica del ya no pero todavía no.

Precisamente fue Trotsky durante su último exilio en nuestro país de 1937 a 1940 quien se cruzó con uno de los momentos estelares de la historia del siglo XX mexicano. Fueron los años cúspides cardenistas en los cuales se dio  un nuevo brote de luchas que demostraban que la Revolución mexicana tenía flamas todavía no apagadas por las cenizas. Siendo testigo de las jornadas de la expropiación petrolera, de la amplísima reforma agraria y del ascenso de las luchas de los trabajadores percibió que el gobierno de Lázaro Cárdenas tenía claros rasgos bonapartistas pero que eran sui generis (particulares, específicos), al apoyarse en los trabajadores en sus enfrentamientos con los imperialistas. Fue un análisis brillante que tendría después una gran resonancia en el enfoque de muchos gobiernos de varios países de América Latina, Asia y África.

Pero esa originalidad del cardenismo desapareció con el estallido de la segunda guerra mundial que detuvo toda la dinámica antiimperialista del “nacionalismo revolucionario” y dio paso a los gobiernos represivos, corruptos y pro imperialista de los sucesores de Cárdenas: Ávila Camacho, Alemán, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría y demás. La senilidad de los últimos presidentes del priato ya no tenía nada de sui generis. Eran simplemente bonapartismos, punto.

Esa es la pesada tradición histórica que aplasta a un líder como Amlo, sin imaginación revolucionaria, profundamente conservador a pesar de su discurso demagógico, respetuoso de los dogmas del capitalismo, favorecedor de un estado austero y virulento opositor de la lucha de los trabajadores por sus intereses de clase. La tarea de los socialistas y revolucionarios verdaderamente democráticos es forjar una alternativa al obradorismo. Las oportunidades para el éxito de esta lucha se presentarán en abundancia en el 2022 con las crisis que se anuncian en la política de Morena como consecuencia del curso seguido por el gobierno de Amlo.

La vuelta atrás que representa la 4T no es un avance ni mucho menos, del pueblo de México. La alternativa de izquierda revolucionaria al obradorismo deberá reivindicar los principios y las tácticas de las mejores tradiciones revolucionarias, tanto mexicanas como mundiales. Debe forjarse luchando por un programa de transición que vincule las luchas tácticas cotidianas con la estrategia del cambio revolucionario socialista y el establecimiento del poder de los trabajadores de la ciudad y el campo unidos en los batallones millonarios que vencerán a un capitalismo mexicano decadente que solo ofrece corrupción, represión y dominación imperialista al pueblo.

1 comentario
  1. Héctor Moya dice

    Tanto escribir para una respuesta tan simple como: con Anaya o Meade se habría duploicado la deuda externa y violencia en las calles.

    Son solo dos proyectos, no hay más: la corrupción y el saqueo o el primero los pobres.

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