Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 24 de febrero de 2024.- Otra vez fallaron los asesores —o más bien el asesor— de Claudia Sheinbaum, pues registrar su candidatura el mismo día de la gran protesta ciudadana, lejos de quitarle reflectores a la manifestación, lo que hizo fue opacar a la candidata de Morena. Para colmo, la portadora de la bandera guinda ofendió a los manifestantes del Zócalo, a los que acusó de “falsedad e hipocresía”, pues “hablan o marchan por la democracia cuando en su momento promovieron fraudes electorales y nunca vieron la compra de votos o se les olvidó respetar a los pueblos indígenas promoviendo la discriminación y el clasismo”, y defender “la democracia de los oligarcas y los corruptos”.
Por contraste, en una actitud plausible, dadas las condiciones, Martí Batres declaró antes del domingo que los ciudadanos, o una amplia porción de ellos, ejercía un derecho constitucional al manifestarse e, incluso, mandó despejar el Zócalo.
Una vez celebrado el mitin, el gobierno estimó en 90 mil el número de asistentes, en tanto que los organizadores declararon que eran 700 mil, muchedumbre que necesitaría varios zócalos para alojarse. Pero poco importa el número. El hecho es que se llenó la gran explanada y las calles aledañas, y lo importante es que ahí se expresó que un sector de la sociedad no coincide con ciertas medidas y determinados proyectos del actual gobierno federal.
No parece muy inteligente insistir en que esa multitud acudió al Zócalo porque así lo dispuso Claudio X. González, lo que ofende a los asistentes porque es como llamarlos acarreados, lo que hasta ahora ha sido un recurso morenista sacado del viejo arsenal de mañas del priismo. Por si fuera poco, al señalar a Claudio X. como el líder capaz de movilizar tal multitud, se le está otorgando un poder que, evidentemente, no tiene. Pero Morena insiste en hacerlo crecer.
Por otra parte, descalificar a Lorenzo Córdova, lejos de disminuirlo, lo inviste de una importancia que Morena se niega a reconocer. Pero una y otra vez se ataca a quien era consejero presidente del INE en 2018, cuando López Obrador ganó la elección de ese año. La incongruencia está a la vista, pero el interés o el fanatismo pesan más en la hueste guinda.
Por su parte, el presidente López Obrador intentó descalificar la manifestación diciendo que los asistentes defendían “la democracia de ellos, la de los oligarcas, la de los ricos, la democracia de los corruptos”. Más tarde agregó, dice La Jornada, que “muchos de los intelectuales que este domingo salieron a defender la democracia no dijeron nada cuando se consumaron los fraudes de 1988, 2006 y 2012”, y descalificó a los asistentes diciendo que “casi todos están al servicio de la mafia del poder”. ¿De veras?
Cabe recoger un pasaje del discurso de Córdova Vianello porque expresa algo que debemos tener presente: “La democracia se consiguió gracias a la apuesta que hicieron varias generaciones de mexicanas y mexicanos que, a pesar de sus diferentes posturas políticas e ideológicas, tuvieron un propósito común: que fuéramos nosotros, con nuestro voto libre, los que decidamos quiénes serán nuestros gobernantes”.
Sí, esa lucha de generaciones fue contra los que encarcelaron 11 años a Vallejo y a Campa por dirigir una huelga, los que aplastaron las movilizaciones sindicales, los autores de la matanza de Tlatelolco, los que atiborraron las cárceles de presos políticos, los de la matanza del 10 de junio de 1971, los que han mantenido en la pobreza a la mitad de los mexicanos, los que por muchas décadas burlaron el voto popular…
Contra eso fuimos muchos de los mexicanos que salimos a enfrentar las balas, la cárcel y la difamación, entre otros, un buen número de los actuales militantes de Morena (no todos, porque hoy la mayoría de ese partido la integran expriistas que han ido acaparando las candidaturas, cargos públicos y los mejores negocios que se hacen con dinero del erario).
Sí, la pelea ha sido larga y sus mejores resultados hoy están en peligro. Por eso salió la multitud a defender lo logrado. Como en otros momentos históricos (la década 1910-1920 es un caso ilustrativo), estamos en un periodo de transición donde lo viejo ya caducó y lo nuevo no acaba de nacer. Todas las fuerzas políticas deberían tenerlo presente.