Periodistas Unidos. Ciudad de México. 08 de julio de 2022.- La Secretaría de Educación Pública ha decidido suprimir las calificaciones reprobatorias. Ahora, todo alumno pasará de año sin necesidad de demostrar que aprendió lo necesario y, de esa manera, por absurdo que sea, cualquiera podrá terminar la primaria sin necesidad de estudiar y, lo que es peor, sin que haya adquirido saberes que le serán indispensables.
Por poner un caso, los estudiantes de primer año podrán pasar a segundo sin que sepan leer y escribir, algo que no importa para la flamante pedagogía de doña Delfina Gómez Álvarez, quien quizá abrigue la esperanza de que aprendan eso y más en la escuela de la vida, aunque lo más probable es que ahí resulten reprobados, porque hay conocimientos mínimos que exige la sociedad contemporánea.
De alguna parte la SEP extrajo la novísima concepción de la enseñanza-aprendizaje o, más bien dicho, de la ausencia de esa dualidad. Importará poco si el alumno nunca asistió a clases, si hace o no las tareas —si es que las tienen— y si se dedicó a dormir, a jugar o a pelear en el aula con sus compañeros.
Para el delfinario, carecerá de importancia si el profesor está capacitado para enseñar, si tiene conocimientos que trasmitir, si asiste o tiene por costumbre el ausentismo, si se duerme en clase o si decide abandonar el aula para charlar con sus colegas o dirigirse a la cantina más cercana para curarse la cruda. En fin, importa poco si el maestro cumple o no con sus deberes, pues tampoco interesa que los alumnos aprendan o permanezcan en la ignorancia.
Tan flagrante culto al analfabetismo sólo tiene antecedentes en los tiempos que México contaba con mayoría de iletrados, como ocurrió en los pasados siglos y en las primeras décadas del siglo XX. Entonces se creía —tal vez como ahora— que al poder le convenía estar frente a una masa ignorante de la realidad, amaestrada para callar y obedecer.
Lejos quedaron los tiempos en que el docente era figura venerada por la sociedad, pues desde fines de los años cincuenta, cuando fue aplastado el movimiento magisterial que encabezó Othón Salazar, los gobiernos priistas se dedicaron a devaluar la figura del profesor, que dejó de serles necesario para el fortalecimiento del Estado posrevolucionario.
Lo sorpresivo es que un gobierno que se dice ajeno a los modos priistas haya ido tan lejos, pues ni siquiera el viejo régimen se atrevió a menospreciar de tal manera al maestro, en quien se depositaba el futuro de la patria. Ahora, el mensaje es que el educador puede hacer lo que le venga en gana, pues importa un bledo el resultado de sus afanes a la llamada Cuarta Transformación —cualquier cosa que eso signifique.
Pero es más ominoso el futuro al que condena a los educandos, pues no interesa si aprenden o son ignorantes, si cuentan con armas para defenderse en la vida, si están capacitados para desempeñar un trabajo remunerado o si, presas de la ignorancia, están destinados a engrosar las filas de la delincuencia a la que se ofrecen abrazos, no balazos, lo que, por supuesto, representa una gran ventaja en un oficio como el sicariato.
Por supuesto, no todos los chamacos que hoy cursan la primaria se pondrán al servicio del crimen. Muchos de ellos, formados en el analfabetismo, nutrirán a los gobiernos de la 4T y serán noventa por ciento leales y, si bien nos va, diez por ciento eficientes, como algunos funcionarios del gobierno federal y no pocos gobernadores y legisladores morenistas.
En esa circunstancia, lo previsible es que la economía siga estancada, que la creación de empleos sea cosa del pasado conservador y neoliberal, pues la expansión del producto nacional no está en el orden del día. De esta manera se cerrará el paso a los aspiracionistas que tienen la intolerable pretensión de mejorar su nivel de vida.
Importará poco si los muchachos ingresan a secundaria ignorando la lectoescritura, si llegan al bachillerato en estado semianalfabeto y, de ser el caso, si arriban a la licenciatura sin saber expresarse y sin entender los beneficios del conocimiento, como en muchos casos ya ocurre, lo que significa que el régimen cuatroteísta continúa alegremente la demolición de las instituciones iniciada por el PRI y continuada por el PAN…
Sí, pobre país.