Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de julio de 2023.- Me tocó muy joven aprender esta gran lección, más que una palabra es una práctica de vida que se codifica en el ADN, para nunca desestructurarse, tal vez un valor que abrazo incesantemente, comprendí la vida con esta acción directa para no poder comprenderla sin ella, camaradas.
Crecí aprendiendo a construir relaciones llenas de camaradería, infinitas, eternas, lograr esto, tal vez sea uno de los regalos más afortunados de mi vida. Por más que los caminos se re direccionen, lo que se teje, se expande y se enraíza al mismo tiempo. Me integré a un movimiento social a mis 17 años, empecé en un movimiento estudiantil que de pronto me insertó por convicción en un movimiento social que tenía principios e ideas comunes a las mías, y así fui navegando en un sueño permanente que aspiraba una construcción de paz que no deja de ser, porque aprendí en el camino que esa construcción es una apuesta de por vida, que es una construcción permanente que requiere tenacidad y trabajo diario, otra práctica digna de la vida y para la vida que va más allá del deseo y la palabra que también construye, una práctica que sucede con muchas semillas llamadas acciones cotidianas congruentes.
En el trayecto me convertí en feminista o me di cuenta de que lo era, en una vagancia completa pero que orbitaba, soy de esas feministas con alarmas que se van encendiendo a pesar de venir templada en el acero de una sociedad machista, siendo hecha de estructuras machistas con ideas absurdas impregnadas, de las cuales, no me sentía parte y que al principio me causaban sentimiento de culpa y de angustia, para después encausarme hacía la libertad, esta que protesta y rebela. Que sabe abrazar la vida de hoy y el porvenir. La que trabaja por la sucesión de una realidad pacifista y libertaria para todas.
No, no voy a negar que en el trayecto tambaleo y tropiezo, que en la inconsciencia colectiva de la que soy parte, de pronto me cacho en lo absurdo, en la palabra dormida y automática, abrumante cerrazón, en las acciones violentas, en la insensatez del tedio del ADN con el que vengo pero con el cual me niego a ir, naturalmente, aún hay gestos y tintes machistas en mí y no lo niego, no lo oculto, antes que feminista, procuro la plena certeza de la honestidad compartida. En dónde a su vez, reitero que lo más valioso de todo esto, es concientizar los gestos, arranques y manifestaciones del ADN que trabajamos por transformar, ahí está la tregua de la transformación y no en frases trilladas wannabes o en la injusta máscara de la hipocresía del cambio, no en el marketing o en una campaña publicitaria que nos denoten en “la lucha”, no en la propaganda feminista tendenciera, hablo de la inmersión, y en la generosidad de asumir que este va y ven es un proceso, en tiempo y sus bemoles, ¡es una deconstrucción!.
En el procurar consciencia y práctica, se hace un andar, luminoso, camaradas.
“Se necesitan dos piedras para hacer fuego.” Louisa May Alcott
Camaradería entre mujeres, uno de los vértices más delicados que he experimentado, pero en la que procuro trabajar más. No sé si lo han visto o vivido, a veces el machismo y la misógina se vive con mayor severidad en la práctica de una mujer que de un hombre. En lo personal lo he vivido de manera intensa y continua, ha sido difícil navegar en la realidad común con ciertas anclas de por medio, al principio sentía mucho coraje, ira e impotencia, a su vez sentía una profunda incomprensión y me sentía serie de otro planeta, conforme fui procesando y comprendiendo que ellas venían de un mundo incluso más machista que el mío, tuve compasión por ellas, y aprendí a surfear ciertas olas.
Les voy a compartir una o tal vez dos anécdotas que viví, sin nombres, porque no es una demanda, es una anécdota que no pretende dislocarse en chisme o en quema, y menos tratándose de otra.
LA DIFAMACIÓN:
No he sido la primera y no seré la última, pero por poco, cada vez menos, lograremos que cese el acribilladero de mujeres entre mujeres. Sueño, decreto, cesará, acabaremos por rendirnos en el amor y comprensión las unas de las otras.
Tenía 19 años cuando cree una relación aparentemente linda con otra mujer que me ganaba aproximadamente con 15 años o más, la admiraba mucho, me parecía fascinante, en ese momento tenía hambre de mundo, de experiencias, y de hacer historia, la mía principalmente, no tenía muy claro a que me quería dedicar porque las ramas eran tantas, pero sí tenía claro que era algo en el núcleo del arte y la cultura. Esta chica era muy popular en el gremio que me llamaba e involucraba mucho desde muy chavita, el gremio cultural y artístico de México. Sin duda muy desinhibida y voraz socialmente. En ese tiempo yo solía ser la novedad, un surgimiento, lo que se desconoce también abre el apetito de la curiosidad. Solíamos salir mucho, ir a todas partes juntas, a todos los espectáculos y fiestas, la llevábamos bastante bien, según yo. Sin duda yo llevaba el disfraz de conocer el mundo, de ser más grande de lo que era, de ser “una mujer experimentada”, cuando en realidad tras bambalinas, realmente existía mucha inocencia e ignorancia, y mucho disfraz de seguridad, un verdadero juego.
Al fin, hablábamos de nuestros romances e historias, compartíamos mucho nuestras historias íntimas, lo cual me hizo sentir que realmente había algo profundo. Para no prolongar la historia y no devorarme su tiempo en esta anécdota, les contaré lo abrumador enseguida. El caso es que después de un tiempo, me enteré que ella había creado un monstro de mí, que me presentaba con el gremio en mensajitos privados, contando que le había robado a sus grandes amores, que yo había sido una traidora y que además era un fiasco, que no era nadie y que no sabía hacer nada, que no me creyeran y mucho menos compartieran proyectos conmigo, que yo me había robado a su cartera de amigos y que había creado una imagen falsa de mí (esto último, era muy probable), jajaja… El chisme iba también de que había agregado a sus amigos a mi Facebook y que tuvieran cuidado porque me robaba proyectos creativos pero que además era una roba esposos, que en ese momento le había robado el marido a “x” camarada de la que ella hablaba pestes, además según, yo solía robarme y devorarme a los hombres. Básicamente esa era la noticia que recorría las redes sociales y yo me enteré mucho tiempo después, resulta que algún valiente me contó, había asistido a algún evento sin ella y me hizo platica un desconocido, que ya se sabía mi nombre, evento en el que sentía muchas miradas y murmullos, él me mostró el mensaje que había recibido de ella y en ese momento quede atónita y quería salir corriendo, en ese momento y por mi juventud, sentí que el mundo me caía encima y quería desaparecer. Recuerdo haber llorado una larga temporada, un verdadero drama adolescente, pasaban los días, meses y más y de pronto, surgía una persecución de su parte, enloquecida, en dónde la difamación era tan abrumadora que surgían comentarios al respecto por personas que incluso aún no conocía personalmente. Fue, por mucho una etapa difícil. Logró sembrar duda y alejarme de la persona con la que compartía, logró ponerme altos reflectores que posteriormente con un poco de calma y sobriedad, aproveché, y logré hacer limonada con el árbol de limones agrios que había dejado para mí y sí, vendí cada una de las limonadas y de pronto la quietud y la reconstrucción surgió. No he vuelto a saber de ella, hasta dónde supe, me sigue odiando, pero ese es asunto suyo… Yo me reconcilie con ella, intenté un dialogo, intente por supuesto de mil formas hacerlo en común, después lo tuve que hacer sola, para liberarme de todo eso y no cargar más con la serie de juicios y prejuicios que en ese momento experimentaba.
Esa fue una de las primeras ocasiones en las que viví el machismo impartido por una mujer, aprendí mucho, lo dolí mucho y me liberé otro tanto. La etiqueta la seguía teniendo encima porque casual, esta sociedad, aunque por muy intelectual se digan ser, lo negativo suma más rápido que lo positivo, pero logré superarlo y reconstruirme, seguí procurando la camaradería entre mujeres, seguí conociendo ramas del feminismo, seguí cultivando ilusiones y seguí luchando contra principalmente mi macho alfa que habitaba o sigue habitando de pronto en mí, ese macho dormido, domado que llevo dentro, aprendí jamás hacer lo mismo que me hicieron, aprendí a cortar la raíz de la réplica, aprendí la no venganza, aprendí a sacar la bandera blanca ante las practicas machistas entre mujeres y sobre todo, asumí la responsabilidad de seguir tejiendo y construyendo la camaradería entre mujeres.
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