Centralización vs federalismo
Por Gregorio Ortega
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 22 de enero de 2020.- Llegar a la Presidencia de la República es harto difícil. Se logra gracias a acuerdos y compromisos. El camino no se recorre en solitario. Hasta el momento se carece de la información que permita dilucidar cuáles son los acuerdos aceptados por AMLO, y en su gran medida amarrados por Marcelo Ebrard.
Este tema del INSABI muestra el rabo, o la punta de las orejas, porque se coloca en el centro de la disputa por la viabilidad de México, a pesar de que el mexicanísimo Jesús Seade Kuribreña encontrara la manera civilizada de compartir la soberanía. Lejos de que permaneciera, a fuerza, el Seguro Popular, con sus propias trapacerías institucionales. En el fondo, lo que se dirime es el regreso del centralismo, después de tantos años de esfuerzo por hacer una realidad el pacto federal. Es el escabroso camino al gobierno fuerte, primero, a la dictadura, después.
Lejos de ser un conflicto ideológico o una disputa política, porque lo que se pone en juego es el orden constitucional, como ya ocurrió con la ley Bonilla y como sucede con el asedio al INE y al INEGI o lo ocurrido en la CNDH, sin menoscabar el desprecio hacia el Poder Judicial. Efectivamente adentraron a la sociedad a una regeneración nacional, aunque nunca advirtieron si ésta era buena para la salud, o mala, muy mala y perversa.
Supongo, como se mencionó ayer en este espacio, que también está en juego el cumplimiento de un compromiso demográfico, con dos vertientes. El aborto, cuya despenalización nacional AMLO se niega a aceptar y promover, para no confrontarse con sus iglesias, y la otra es la puesta en marcha de una eugenesia administrativa, con el pretexto de combatir la corrupción, poner orden y castigar a los necios que insisten estar en contra de servir a los pobres primero.
Lo que ya sucede en la frontera sur de México, donde se muestra cómo convirtieron a esta nación en el muro que Donald Trump tanto necesita, es parte de lo mismo. Esta actitud recuerda a la asumida por Álvaro Obregón, que fue capaz de todo con tal de que el gobierno de Estados Unidos lo reconociera como presidente de México, lo que a fin de cuentas debió arreglar José de León Toral, para evitar que se reeligiera un conculcador de los principios fundamentales del constitucionalismo mexicano.
A AMLO lo cuida el pueblo, no hay riesgo de accidente. Es momento de preguntar quién cuida de la República, quién está atento a la observancia del mandato constitucional. Con lo SCJN no se cuenta, menos con el Poder Legislativo. Otra vez, México el país de un solo hombre.