Ciudades a 15 minutos: utopía urbana para los pueblos originarios

Por Nelly Segura

Por Nelly Segura

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 07 de agosto de 2024.- En la preparatoria, conocí a una compañera que hacía tres horas en su traslado desde Xochimilco a la zona de Observatorio. Su ya tortuoso camino se complicó aún más cuando iniciaron los trabajos de construcción del segundo piso del periférico hacia el norte. Muchos años después, la reencontré y, lamentablemente, las condiciones de transporte del sur al centro o poniente de la ciudad siguen siendo las mismas. Por ello, decidió mudarse, aunque tenga que pagar una renta de 13 mil pesos al mes por un departamento de una recámara en la colonia Anáhuac.

Para ella, las «ciudades a 15 minutos», una idea que está ganando tracción como una solución innovadora para mejorar la calidad de vida urbana y promover la sostenibilidad, no es más que una utopía risible. Esta visión propone que todos los servicios esenciales, como el trabajo, la educación, el comercio, la salud y el ocio, deben estar accesibles a pie o en bicicleta en un máximo de 15 minutos desde el hogar de cada residente.

¿Se imaginan que este sueño se hiciera realidad? Puedo escuchar los suspiros de alivio de quienes actualmente pasan dos horas en el transporte desde las periferias hasta los centros ejecutivos o comerciales. Hoy, este sueño solo es una realidad para 1.2 millones de personas, mientras que los 8 millones restantes están mucho más lejos.

En zonas distantes del centro de la capital, como los pueblos de Milpa Alta o la zona alta de Xochimilco o Cuajimalpa, los habitantes podrían estar a cuatro horas caminando de estos servicios, según el Observatorio de Ciudades del Tecnológico de Monterrey. Y aunque es evidente que a cualquiera le gustaría estar tan cerca de todos los servicios, los territorios de los pueblos originarios se enfrentan a la disyuntiva por el ingreso de infraestructura, muchas veces invasiva, y a la vez respetar la identidad, cultura y tradiciones.

Para la urbanista Nina Izábal, miembro de la Mesa Directiva del Colegio de Urbanistas de México, la respuesta es la consulta, para entender qué es lo que requiere la población más allá de estas tendencias internacionales. «Hay que preguntarle a la ciudadanía, hacerlos partícipes de estas decisiones para que no se opongan», comenta Izábal. «La gente también quiere que la escuchen y que puedan proponer. Ellos viven ahí, conocen mejor la ciudad que alguien que va a tomar una decisión de inversión o desde la parte legal. Por eso es importante involucrar a los urbanistas y técnicos que pueden aplicar estas metodologías a los proyectos, no solo en la parte social sino también en la parte ambiental.»

El concepto de “ciudades a 15 minutos”, popularizado por el urbanista francocolombiano Carlos Moreno, se basa en la descentralización y la proximidad, creando comunidades más compactas y autosuficientes. La idea es reducir la dependencia del automóvil y fomentar modos de transporte más sostenibles, como caminar y andar en bicicleta.

Sin embargo, no todas las áreas urbanas tienen los mismos recursos y servicios, lo que puede perpetuar o incluso aumentar las desigualdades existentes. Además, la mejora de ciertos vecindarios para cumplir con los estándares de una ciudad a 15 minutos puede aumentar los costos de vida y desplazar a las comunidades de bajos ingresos, un proceso conocido como gentrificación.

Nina Izábal menciona específicamente el caso de Xochimilco: «Los pueblos originarios tienen un valor patrimonial intangible y tangible que hay que cuidar. No me imagino que en Xochimilco podamos repetir este modelo; su valor es tan grande que hay que protegerlo. Pero la población debe tener los beneficios necesarios para hacer su vida y las herramientas básicas para desarrollarse. Hay zonas con mejor oferta de equipamiento y no debería ser necesario trasladarse dos horas para estudiar en una buena escuela, pues eso merma la calidad de vida.»

Con Clara Brugada como la próxima jefa de gobierno de la Ciudad de México, se espera que tome decisiones importantes en temas de transporte público, pero lejos de los arrebatos y de las modas como la implementación del cablebús. Es crucial que realmente se piense en lo que podría beneficiar a los pueblos, considerando su densidad, identidad, calles y callejones angostos, en el sur y poniente, así como sus usos y costumbres, entre otros aspectos.

Estamos a punto de un cambio de paradigmas, y será importante estar al tanto de cuáles son las ideas de urbanismo de los nuevos gobernantes y que cumplan con el mandato constitucional de la consulta, recurso tan necesario que muchos omiten a favor de sus intereses.

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