Por Arturo Sandoval
«La única educación posible es esta: estar lo bastante seguro de una cosa para atreverse a decírsela a un niño». G. K. Chesterton.
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de junio de 2024.- Luce muy bien la ropa que usó en la campaña y ahora, la de Presidenta electa. La combinación de lo autóctono con cortes de alta costura, la hacen muy presidenciable. Todo esto, se convierte en irrelevante cuando Claudia emite sus bien estructurados discursos y sus planes de gobierno.
Pero en realidad Sheinbaum no tiene clase; esa clase intrínseca en la oposición para desde lo más ruin atacar a sus enemigos políticos. Esa clase cuya bandera es la corrupción, no la tiene Claudia. Quizás más que clase, es calaña de lo más bajo los agravios de sus oponentes con cientos de difamaciones y ataques a la familia de Sheinbaum y del presidente López Obrador. Así se las gastan en todo tipo de debates, tanto candidato de la oposición, en medios de difamación con matraqueros a sueldo. No es para olvidar los debates entre candidatas y candidatos para jefatura del gobierno de la Ciudad de México en 2018, donde Alejandra Barrales sacó escoria de su boca para mencionar al ex esposo de Sheinbaum cuando recibió en bolsas de plástico del súper, miles de pesos de parte del empresario Carlos Ahumada y culpara a Claudia del derrumbe del colegio Rébsamen en 2017.
Claudia aguantó y mostró qué es la verdadera clase en una persona con mucha calidad moral y no revirar ventilando pasajes personales vergonzantes de sus opositoras.
Sheinbaum soporta agravios y difamaciones no únicamente de la oposición también lo hizo en las competencias internas de Morena, con las bajezas de Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, tanto en el 2018 como en 2023. La respuesta de Claudia siempre fue con mucha clase moral, para decir que no hablaría mal de sus compañeros. En uno de sus discursos repitió muchas veces con énfasis: ¡Unidad, unidad, unidad! No la entendieron estos personajes, siguen sin hacerlo. Ahora Sheinbaum evaluará quién es prescindible para no obstaculizar los avances del Segundo piso de la transformación. No importa si Ricardo Monreal se queda con la presidencia de la Cámara de diputados; ya sabe que con la Presidenta de mano de acero y guante de seda no se juega. Lo mismo para Ebrard; esa señora no se anda con… pen.
«Si cree usted que la educación es cara, pruebe con la ignorancia». Derek Curtis.
La diferencia entre clase moral con clase vulgar, fue por demás patente en las campañas presidenciales y debates entre Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez. Mientras Claudia en los debates no se metía ni con la gente parte del equipo de campaña de Xóchitl; por cierto, uno de ellos hijo de 27 años de la señora Gálvez, a pesar de aparecer totalmente alcoholizado y ofendiendo a cadeneros en un bar de Polanco o poner en su discurso a la presunta secuestradora hermana de Xóchitl Gálvez. Y la ex candidata del Prian, en todo momento sacaba a relucir los argumentos muy desgastados sobre la falta del ex esposo de Claudia, los de la Línea 12, los del colegio Rébsamen; hasta quiso ofender a Sheinbaum al llamarla fría, momia y otras calumnias ¿Qué tipo de clase es esta conducta? Sí: clase vulgarmente inmoral; de este tipo de clase, carece Claudia Sheinbaum.
“Hay genios sin estudios e idiotas con doctorados. La verdadera sabiduría no la otorga un título, sino lo que haces con lo que has aprendido a lo largo de tu vida y la manera en como tratas a los demás”.
Joseph Kapone.
Sí un campesino come con las manos, no es falta de clase o de educación, simplemente es una costumbre ancestral. Pero cuando la ex candidata Gálvez, frente a todos los medios de difusión, trata de ser graciosa al meterse en la boca un pedazo de comida en forma de pene, pues no sólo es muy vulgar, es pornografía disfrazada de estúpida gracejada. La ridícula escena la vieron niñas y niños. Oí a un invitado de Adriana Buentello justificar la pegadera de chicles de Xóchitl, con el argumento de que todos lo hemos hecho alguna vez y él, sólo no estaba de acuerdo en hacerlo en público. Probablemente todos lo hicimos, pero de muy niños y no de adultos. Menos escupir un chicle en la mano de una asistente o pegarlo en el tapiz de un sillón en casa de amigos. Así aprendimos a limpiarnos el trasero en privado y si mascamos chicle, cuando ya no lo queremos, lo ponemos en un papel, lo guardamos en el bolso y después a la basura. Esta es clase de conducta es vulgarmente asquerosa; muy ajena a la buena educación y cultura de Claudia Sheinbaum.
“Una señora que dice groserías”. AMLO
“Urgen más firmas. Estuvieron chingue y chingue, órale fírmele”. “Soy chingona y media”. “Ni huevones ni rateros ni pendejos”. “Tengo los ovarios del tamaño del mundo”. “La pendejié”. Esto sí es clase; clase que, ante el vacío de argumentos en sus discursos, Xóchitl abusa de groserías acompañadas de risitas bobas. Este tipo de clase es contraría a la conducta de Claudia Sheinbaum, sin malas palabras, con un lenguaje muy rico y sencillo, asienta sus arengas en propuestas muy fundamentadas con base en su experiencia política, como cabeza de gobiernos en una alcaldía y en la Ciudad de México. Pone en todo ello bases científicas, tesis muy elaboradas y viables para conducir un País con éxito y bienestar para todos: ricos, pobres, millonarios, clases medias, absolutamente para todos. Eso, es sí tener mucha clase moral.
En estas elecciones de junio 2 de 2024, le dimos quienes votamos por Sheinbaum, el poder absoluto. Poder para cristalizar todas las reformas propuestas por la 4T. Poder para no someter al País ante otros poderes políticos o económicos. Poder para sacar a más millones de mexicanos de la pobreza y sus hijos no mueran de hambre o por falta de atención médica. Poder para hacer de México un lugar más seguro para vivir sin violencia. Poder para disminuir significativamente la corrupción. Poder para que los jóvenes tengan educación gratuita y oportunidades de trabajo. Poder para hacer o rescatar el tejido social dinamitado por los intereses de los conservadores. Poder para llevar al País a ser potencia económica mundial para beneficiar al pueblo.
NOTA: no le dimos un cheque en blanco a Claudia Sheinbaum con nuestro voto, pero le dimos el poder, el mandato para cumplir con las expectativas de todos los mexicanos. En dos años veremos si así fue, para ratificarla con otra votación.