Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de agosto de 2022.- “¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita? Se pregunta Santiago, uno de los protagonistas de la novela Conversación en la catedral (1969) del gran escritor y ultraderechista Mario Vargas Llosa. El autor dirá que no hubo ningún momento específico en que se haya “jodido” el Perú, sino que han sido en realidad varios momentos a lo largo de su historia. La misma pregunta nos hacemos para el caso de México, “tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
Muchos decimos que nos jodimos con la instauración plena del neoliberalismo en tiempos ominosos de Carlos Salinas de Gortari; otros quizá podrían decir que con el fascistoide Gustavo Díaz Ordaz, o aún más atrás con el régimen supercorrupto de Miguel Alemán Valdés… Lo cierto es que seguimos muy jodidos, a pesar de la promesa populista ilusoria mesiánica de la 4T. Pero el “redentor” no puede ser un caudillo filopriista sino el pueblo trabajador mismo, los de abajo.
Sí el Tlatelolco del 2 de octubre de 1968 es todavía una herida abierta en el México profundo ¿Por qué ahora el ejercito está presente en las calles de todo el país? AMLO prometió en campaña electoral presidencial, demagógicamente, que él regresaría las tropas militares a los cuarteles, cosa que no cumplió en absoluto. Por el contrario, el proceso de militarización del país, como si fuese una República bananera, sigue escalando. Para el presidente, el concepto de seguridad nacional es algo manipulable ideológica y políticamente. Dentro de sus megaproyectos desarrollistas neoliberales, el Tren Maya forma parte de su estrategia de seguridad nacional, y será la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), como institución del Estado, la que administre este medio de transporte porque se debe asegurar legal y políticamente que no volverá a repetirse la privatización de ciertos bienes públicos.
Por supuesto, la idea de no privatizar nunca jamás la cosa pública la compartimos medio mundo, pero de ahí a que los bienes públicos sean administrados por la institución castrense es otra cosa muy distinta. Eso es, en otras cosas el falso dilema de que la llamada Guardia Nacional (GN) se subordine al Ejército, cuando todos sabemos que la GN es el Ejército disfrazado de policía. La Reforma Constitucional propuesta por AMLO para que esto proceda es un desvarío más de su fallida política de estrategia de seguridad nacional. Decía Marx en El 18 de brumario de Luis Bonaparte (1852) que: “La historia se repite dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”; pero, en el caso mexicano es a la inversa: La guerra de Felipe Calderón fue una farsa, pero la del actual régimen gubernamental es una verdadera tragedia para el pueblo mexicano.
La violencia en México se ha mutado en una hiperviolencia social interminable. Los días recientes en algunas ciudades muestran a que grado de acciones terroristas son capaces de realizar los grupos narcocriminales. La violencia en México (1971) es una excelente compilación de Orlando Ortiz sobre la historia violenta pasada y moderna. El libro tiene poco más de 400 páginas. Si se actualizara esta historia de las últimas cinco décadas probablemente tendría más de dos mil páginas. Ha habido acontecimientos terribles que han lacerado dramáticamente al pueblo, principalmente a los de abajo.
Teóricamente se supone que el primer propósito de la política de Estado sobre la seguridad nacional es la protección de la ciudadanía, en este caso de la mexicana. Pero eso es ficción política. Desde la perspectiva de la 4T se trata de proteger más bien a los bienes materiales y los proyectos de infraestructura y desarrollo del capital en general como es el Tren Maya en función de los intereses del capital inmobiliario–turístico de la región del sureste. Ésta es la Razón de Estado y no la necesaria y urgente protección de la ciudadanía mexicana.
Dice Alfredo Román Zavala que la evolución histórica del concepto de seguridad nacional “ha sido tradicionalmente identificado con la cuestión del poder militar, de la defensa territorial de una nación, de la guerra y de la paz. Antes de la revolución francesa, guerra y seguridad nacional fueron tomadas prácticamente como sinónimos. Empero, con el crecimiento de la sociedad de masas, de la industrialización y de la democracia social, comenzaron a aparecer cambios en la concepción de las políticas de seguridad nacional.” Cierto, ahora el concepto moderno puede ir más allá de la defensa de la soberanía nacional y considerar la política económica–financiera y otras políticas como parte de la estrategia de la seguridad nacional. Se supone que la finalidad última de esta seguridad es la defensa y protección de la población de un territorio determinado, aunque en realidad la finalidad de todo Estado–Nación burgués es el cuidado de las condiciones generales de la reproducción de la acumulación del capital, lo cual incluye seguir sometiendo y explotando a las clases trabajadoras, cuyas reivindicaciones laborales y políticas no escalen los conflictos clasistas. Pero en México las contradicciones sociales siguen imperando pese a una política neobonapartista conciliatoria de las clases sociales disfrazada de progresismo populista.
¿Tenemos un Estado fallido? El concepto de Estado fallido es una idea contemporánea que da cuenta básicamente de las problemáticas, deficiencias e imposibilidad de ciertos Estados para responder a las diversas demandas que hacen sus ciudadanos. En tal sentido es la caracterización de Noam Chomsky “Entre las prioridades más características de los Estados fallidos figura el que no protegen a sus ciudadanos de la violencia –y tal vez inclusión de la destrucción– o que quienes toman las decisiones otorgan a esas inquietudes una prioridad inferior a la del poder y la riqueza a corto plazo de los sectores dominantes del Estado”. Hasta el momento ha sido un verdadero fiasco la política de seguridad nacional de la 4T cuando grandes sectores de la población están totalmente indefensos de la creciente ola de hiperviolencia social. Esta condición de inseguridad latente y manifiesta está atravesando todos los poros de la sociedad mexicana. Debemos de repensar el concepto de Narco– Estado.
Es urgente una verdadera transformación democrática, una democracia radical en el sentido de que las decisiones políticas representen realmente los intereses legítimos de los trabajadores del campo y las ciudades.
¿En qué momento se jodió México?
Cuando Felipe Calderón robó la presidencia y nos hundió en un clima de violencia que no es fácil terminar.
La corrupción que se desató entonces rompió todos los tejidos sociales y la iniciativa Mérida con Rápido y furioso terminó de joder al país.