Deporte y desmemoria: 2 de octubre sí se olvida

Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal…”

Tlatelolco, 68 –fragmento del poema de Jaime Sabines–

Por Jesús Yáñez Orozco

“¡Chiquiti bum a la bim bom ba, México, México, ra, ra, ra”! como arenga nacionalista, finaliza al acto protocolario de abanderamiento deportivo, a unas horas de que se cumplan 50 años de la matanza del 2 de octubre de 1968 que aquí nadie recuerda.

Mañana soleada donde las nubes gimen. Algodones plañideros congelados en el firmamento. Aterradora desmemoria, medio después. No hay un minuto de silencio en recuerdo de los caídos.

Ni una palabra. Ningún luto. Olvido que duele. Lacera.Fue la oscura noche de Tlatelolco hace medio siglo.

Aquí,  sólo inconmensurable demagogia deportiva institucional. Como hace décadas. Banal triunfalismo en un país de derrota.

A unos metros, en las instalaciones del Centro Deportivo Olímpico Mexicano (CDOM) –que colinda con la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena)—, se efectúa el abanderamiento de 93 atletas, entre 17 y 18 años, que irán a competir a Argentina, en la edición III de Juegos Olímpicos de la Juventud, en Buenos Aires, del  6 al 18 de octubre.

El aire tibio aún tiene tenue tufillo a sangre de aquellos muertos, torturados y desaparecidos en el Campo Militar Número Uno de la Sedena. Ahí se sepultó el delito con paladas de autoritarismo y lápidas de sinrazón. Cementerio clandestino de la matanza –estudiantes, obreros, ancianos, niños y mujeres– de 1968.

Sí, aquí, a un kilómetro de distancia del CDOM, en los límites entre la capital del país y el municipio de Naucalpan, Estado de México.

Se realiza el acto protocolario con los honores a la bandera bajo la dos columnas griegas de cuatro metros de altura. Sostienen la pomposa leyenda:

“Plaza Olímpica Mario Vázquez Raña” –zar de deporte mexicano que en vida ejerció un férreo control sobre el deporte mexicano a lo cargo de 40 años–. Poder  omnímodo que heredó Olegario, su hermano.

Aquel fantasmal 2 de octubre dejó entre 30 y 40 muertos, según el PRI-Gobierno.  Aunque hay voces han osado afirmar  en público que la cifra es abismal: ocho mil. Registrados con nombres y apellidos.

Sí, a unos metros de aquí.

Mientras, se miran rostros ilusionados, encendidos de triunfal esperanza de los adolescentes. Como muchos que fallecieron aquél 2 de octubre con otra quimera: un mejor país. Rebeldía pacífica que fue acallada con amas que escupían muerte.

Este 2 de octubre hará, sí, 50 años. Por eso, este acto deportivo tiene un especial significado. Aunque casi nadie lo sabe. Medio siglo de ignominioso silencio. Porque el recuerdo hiela la sangre. Pervive el estruendoso silencioso. Ensordece el dolor.

Y lo peor: sigue sin haber culpables.

Encabezan la ceremonia Olegario Vázquez Raña, miembro honorario del Comité Olímpico Internacional (COI) y Presidente de la Federación Internacional de Tiro Deportivo; Alfredo Castillo Cervantes, director general de la Conade; y Carlos Padilla Becerra, titular del Comité Olímpico Mexicano (COM). Olegario entrega el lábaro patrio a Natalia Botello, del equipo de esgrima.

Castillo, criticado hasta la ignominia por su labor como comisionado del Gobierno federal para la paz en Michoacán durante 2014 y 2015, dejó más incendiado ese estado. “Gatillero”, es apodado en redes sociales.

Castillo arenga como si hubiera leído a Paulo Coelho, exitoso escritor brasileño de libros de superación personal:

«Celebran el deporte y la educación en un mundo multicultural de enormes y súbitos cambios. Jóvenes promesas del deporte nacional y mundial que han elegido el camino de la excelencia, la disciplina y la entrega incondicional hacia lo que los definirá el día de mañana como personas».

Continuó, mientras reporteros y algunos atletas escuchaban con el ceño fruncido:

«Son los dones porque el talento no es suficiente para destacarse en el mundo deportivo de alto rendimiento. Es el trabajo en equipo de todas las especialidades involucradas en la ciencia y la vida del atleta lo que forma y define a los campeones».

Y Remata, con ese irremediable ceño adusto que lo caracteriza:

«Llevar a México en la sangre es un derecho de nacimiento.»

Interrogada por Balón Cuadrado sobre qué significó para ella la masacre de 1968, María Jose Alcalá, 47 años, exatleta olímpica, subjefa de la misión que va a Buenos Aires, responde:

“Fue lamentable.  Pero fueron hechos que cambiaron la historia. Porque estaban construyendo una mejor sociedad, no destruyéndola. Se logró un mayor respeto hacia los jóvenes, su ideología.”

 Sobre todo, agrega, se cambiaron leyes que coadyuvaron en favor de una mayor libertad de expresión de la que “gozamos todos”.

Natalia Botello, abanderada, opina:

“Fue muy triste para los jóvenes que buscaban un mejor país. Pero siguen en nuestra memoria.”

2 de octubre, pues, sí se olvida.

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