Desigualdad social y protestas sociales
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Por Román Munguía Huato
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 04 de febrero de 2020.- Una de las causas principales que han originado el tsunami social de protestas enérgicas, revueltas y huelgas obreras en el mundo es la política rapaz de las elites capitalistas y sus gobiernos. Es el caso de Francia cuyo gobierno pretende imponer una drástica reforma pensionaria en contra de los trabajadores, o el caso de Ecuador, Chile y Colombia cuyos gobiernos prooligárquicos pretenden seguir golpeando a los sectores populares incrementando el costo de los servicios públicos como el transporte. Pero la resistencia obrera, campesina, indígena, popular y estudiantil ha impedido que los intereses de los poderosos capitalistas se lleven a cabo impunemente. No obstante, en algunos casos la oligarquía local ultraderechista apoyada por el imperialismo yanqui ha logrado imponerse por la fuerza represiva al pueblo trabajador como en Bolivia y Brasil.
Toda esta resistencia antineoliberal es indicio de un relativo ascenso de la lucha de clases: la burguesía pretende seguir obteniendo sus grandes ganancias monetarias a costa de la explotación del proletariado y de la expoliación brutal de la naturaleza. Un ejemplo clarísimo es la creciente desigualdad social: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Según la Oxfam, una organización mundial no gubernamental, “la desigualdad extrema está fuera de control. Cientos de millones de personas viven en la pobreza extrema mientras las élites más ricas reciben enormes ganancias. Nunca ha habido tantos milmillonarios, y su riqueza ha alcanzado un récord histórico. Mientras tanto, las personas en mayor situación de pobreza del mundo se han empobrecido aún más. Numerosos Gobiernos están alimentando esta crisis de desigualdad al conceder enormes beneficios fiscales a las grandes empresas y las personas ricas mientras siguen sin financiar adecuadamente servicios públicos básicos, como la salud y la educación”.
Un ejemplo nefasto de la acumulación capitalista salvaje (concentración de riqueza social y aumento de la pobreza) es que el uno por ciento más rico de la población en el mundo posee más del doble de riqueza que 6900 millones de personas. Casi la mitad de la humanidad vive con menos de 5,50 dólares al día; es decir, casi 100 pesos. “En la cúspide de la pirámide económica, un reducidísimo grupo de personas acumulan billones de dólares. Sus fortunas y su poder crecen de forma exponencial. Actualmente, los milmillonarios poseen más riqueza que 4600 millones de personas (el 60 por ciento de la población mundial).
México, por supuesto, no es ninguna excepción: su economía es la número 14 en el mundo y es el cuarto país con mayor desarrollo económico de América Latina, pero el salario promedio de sus trabajadores es similar al de las naciones más pobres de la región. Un país rico con salarios muy pobres. Los Slim Helú, los Larrea Mota, los Salinas Pliego, entre otros magnates, detentan la mayor parte de la riqueza mexicana. Algunas estadísticas señalan que hay casi 53 millones de mexicanos viviendo en la pobreza. El mundo del trabajo en México es un verdadero paraíso para el capital; además de los salarios precarios, existe un desempleo masivo disfrazado de trabajo “informal”, carencia de seguridad social y prestaciones dignas (derivadas en gran medida por el outsourcing) y contratos colectivos de trabajo lesivos a los trabajadores por la existencia de sindicatos charros.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador es distinto en algunos aspectos a los funestos gobiernos anteriores, pero la llamada Cuarta Transformación (4T) es una falacia política de un populismo demagógico. Es un gobierno neoliberal atenuado que sigue apoyando a los grandes capitales locales y extranjeros concediéndoles enormes beneficios fiscales a las grandes empresas y las personas ricas. En su agenda no existe ninguna reforma fiscal progresiva. Los aumentos al salario mínimo son meros paliativos que no forman parte de ninguna política redistributiva de la riqueza nacional. Los graves males sociales –la hiperviolencia social y el despojo de los recursos naturales producto de la profunda degradación social y de la corrupción de las elites empresariales y políticas– solamente se resolverán con un gobierno auténtico de los trabajadores.