Dice que ahorró 200 mil millones durante 2019, ¿será?

Foto: Alejandro Meléndez

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 11 de marzo de 2020.- Es momento de preguntarnos por qué no piensan a la inversa, o como decía mi abuela: si quieres acertar, siempre ve al lado contrario. Si a la izquierda, dale a la derecha, y viceversa. Pregunto, con todo respeto a la investidura presidencial: ¿es el subejercicio un ahorro, o sus consecuencias generan mayor gasto al profundizarse los problemas que no se resolvieron? Equivale al: cuidan los centavos y despilfarran los pesos.

Siempre, es comprobable, llegar mal y tarde con el gasto, resulta en una mayor erogación para, apenas, contener el problema, sea social o político. Y no es la conseja priista de que todo se resuelve con dinero, pero sí todo se resuelve con un oportuno y eficiente ejercicio del gasto programado y, en su caso, si se desea ahorrar en ciertas áreas, nunca faltan programas sociales que requieren un mayor apoyo fiscal, y reasignar el presupuesto es facultad del Poder Ejecutivo. Requiere que se haga con transparencia y no se traduzca en clientelismo.

El contexto lo es todo. Cuando se habla de ahorro en tal o cual programa, puede traducirse en agujero negro en otras áreas gubernamentales, donde el gasto fue corto, o quizá poco transparente, o la corrupción mermó el ejercicio. En las políticas públicas lo que se ahorra en un programa social, debe destinarse a otro, pero con absoluta transparencia y la certeza de que va a llegar a su destino.

¿En qué se traduce el supuesto ahorro en el ejercicio presupuestal de 2019? En desabasto de medicamentos, en inseguridad pública, en falta de guarderías para dejar a los menores que requieren atención y cuidado, y que se han convertido en víctimas de depredadores sexuales y otros enfermos. En creciente feminicidio. En el desempleo creciente, en la tan temida recesión, en desconfianza de los barones del dinero en el proyecto político de la 4T, en confrontación abierta con una oposición fantasmal, y en fomento de la discordia y la desarticulación social, para crear un caldo de cultivo favorable al gobierno fuerte o, por qué no, a una dictadura para regresar al país de un solo hombre.

¿Si? Claro, nadie puede cambiar sus sentimientos, mucho menos cuando se aspira al poder total, pero la sociedad sí puede modificar su comportamiento frente al poder, para exigir cuentas y el cumplimiento de las promesas ofertadas durante 12 años de proselitismo electoral.

Creen estar construyendo una generación de transición, capaz de hacer innumerables sacrificios para lograr el cambio, pero no han tomado en cuenta que, desde 1982, el país está inmerso en un proceso de reposición del proyecto de nación cuyo objetivo final fue el Primer Mundo, y hoy es un premio de consolación inalcanzable, bordado en sangre por la violencia y la mentira.

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