El capital: Una lectura política

Román Munguía Huato

El capital es la potencia económica, que lo domina todo, de la sociedad burguesa.

Debe constituir el punto de partida y el punto de llegada

Karl Marx. Grundrisse

 

Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo,

pero de lo que se trata es de transformarlo

Karl Marx. 11 Tesis sobre Feuerbach

 

No habrá porvenir sin ello.  No sin Marx.

No hay futuro sin Marx, sin la memoria y sin la herencia de Marx

Jacques Derrida, Espectros de Marx

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de agosto de 2023.- ¿Cómo explicar un mundo caótico y podrido cuyo futuro no tan lejano podría ser una hecatombe histórica poniendo en peligro la existencia de la humanidad? Una humanidad cuya edad es de alrededor de 200 mil años pero que tan sólo en los últimos tres siglos se halla ante un abismo apocalíptico a causa de una barbarie social demoledora. Es tal la capacidad destructiva del capital, de exterminio brutal, que existe una potencial extinción de la especie humana ¿A que teoría socio-histórica debemos acudir o apelar para tener una interpretación verdadera de las causas fundamentales de tal degradación social?  Hay quienes consideran que esta sociedad en que vivimos es la única posible y que cualquier otra en dónde prevalezca la igualdad y la justicia social, la paz y la armonía entre los individuos y los pueblos, y donde los niños tengan un verdadero futuro para una vida digna es simplemente una quimera o una mera utopía romántica.

La población actual mundial es de poco más de 8 mil millones de habitantes y la mayoría vive bajo condiciones de incertidumbre de un bienestar posible: pobreza, desigualdad, precariedad laboral, (híper) violencia, pandemias, corrupción, depredación de la naturaleza, enfermedades físicas y mentales, etcétera, son padecimientos cotidianos para mucha gente. En contraposición, una minoría social vive en el mejor de los mundos posibles ¿Hay alguna explicación de esta contradicción social imperante?

Afirma Alex Callinicos que: “Cualquiera que reflexione sobre la igualdad posiblemente se enfrentará a una notable paradoja. En primer lugar, tropezará con un inexorable crecimiento de la pobreza y la desigualdad, tanto a escala global como nacional. El filósofo alemán Thomas Pogge reunió evidencia estadística que provoca náuseas: en 1998, de un total de 5.820 millones de seres humanos, 1.214 millones poseían un ingreso de menos de un dólar norteamericano por día, y 2.800 millones vivían con menos de dos dólares por día, siendo esta la línea de pobreza establecida por el Banco Mundial. A estas cifras debemos agregar que 18 millones de personas mueren prematuramente cada año debido a causas vinculadas con la pobreza, es decir, un tercio de todas las muertes en seres humanos. Pogge también calcula que 250 millones de personas han muerto por inanición o enfermedades que pueden ser prevenidas en los 14 años posteriores al fin de la Guerra Fría. Señala el filósofo alemán: Si se hiciera una lista al estilo del Vietnam War Memorial, los nombres de estas personas ocuparían una pared de 564 kilómetros de largo”.[1] Ese largo muro equivaldría a la distancia entre la ciudad de México y Guadalajara. Ciertamente, la pobreza y la desigualdad se ha incrementado: En febrero de este año, según la ONU, El 10 por más rico de la población mundial se lleva actualmente el 52 por ciento de la renta mundial, mientras que la mitad más pobre obtiene el 6,5 por ciento de la misma.

Es innegable que la pobreza creciente y lo que conlleva es uno de los más grandes males sociales en el mundo, para no hablar de otro sinnúmero de catástrofes apocalípticas del mundo actual con su barbarie social como es el problema gravísimo del calentamiento planetario. Pero ¿Cómo explicar científicamente el inexorable crecimiento de la miseria social? ¿Tenemos que recurrir al Ensayo sobre el principio de población (1798) de Thomas Malthus, la cual supone la sobrepoblación como causa de la pobreza social, o acudimos entonces a la lectura de El capital (1867), capítulo XXIII? Este capítulo se denomina: La ley general de la acumulación de capital, donde Marx afirma que: “El propio Malthus reconoce como necesidad de la industria moderna la sobrepoblación, que él, con su espíritu limitado, hace derivar (la pobreza) de un acrecentamiento excesivo absoluto de la población obrera y no de la conversión de la misma en relativamente supernumeraria… Maravillado por su propio éxito, Malthus se dedicó entonces a embutir en el viejo esquema materiales compilados despreocupadamente y a añadir algunas cosas nuevas, pero no descubiertas sino simplemente anexadas por él”.

En conclusión, Marx señala que: Esta  ley  determina  una  acumulación  de  miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto  como capital,  acumulación  de  miseria,  de  tormentos  de  trabajo,  de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral. (cursivas RMH).

Como podemos deducir, existen dos formas absolutamente opuestas de percibir y explicar el mismo problema social: una es el punto de vista de la ideología dominante, la de la clase dominante: la burguesía; y otro, absolutamente contrapuesto, el punto de vista crítico del proletariado consciente. La primera interpretación supone y justifica que la pobreza es una condición del orden social reinante y, por tanto, debe aceptarse como algo totalmente natural y necesario; intenta ocultar la verdadera causa de la miseria social; la segunda, explica objetivamente que la pobreza es resultado de la condición material existente por la explotación del trabajador por el capital, y es totalmente inadmisible desde cualquier punto de vista; ya sea económico, moral, social, político, etcétera.

Esta percepción de clase opuestas, antagónicas, de lo concreto real, tiene consecuencias políticas inmediatas o mediatas que se pueden manifestar en los conflictos clasistas en el terreno de lo económico (lucha por mejoras salariales), ideológico o político. Entonces, la importancia de la lectura política crítica de El capital supone encontrar múltiples verdades a múltiples preguntas que nos hacemos cotidianamente sobre la realidad social imperante y, por ende, sobre la naturaleza existencial de la humanidad y, sobre todo, de las posibilidades de transformar radicalmente este mundo caótico de barbarie social.

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La solución al problema del capitalismo, y todos los males sociales implícitos, es una solución política. La génesis del problema del capital es una determinación fundamentalmente económica, pero la respuesta al problema es de naturaleza política porque el campo de batalla donde se dirime esencialmente la lucha de clases antagónicas es de carácter político; es decir, es una lucha por el poder político entre clases dominantes y clases dominadas; entre explotadores y explotados; entre opresores y oprimidos.

La consigna Socialismo o barbarie de Rosa Luxemburgo en 1915, en El folleto Junius durante la Primera Guerra Mundial, sustentada en una idea de Karl Kautsky de 1892, debe actualizarse conceptual e históricamente en el sentido de que la alternativa política no es ya entre la necesidad del socialismo o la caída de la sociedad en la barbarie, sino en que solamente queda la opción histórica de luchar por el socialismo, pues en los hechos concretos ya vivimos en la realidad de la barbarie social. Estamos viviendo desde hace años en una sociedad de barbarie en creciente y acelerada descomposición.

Para el marxismo revolucionario la única alternativa ante la barbarie actual es el socialismo y éste será posible a condición de la realización de una profunda transformación social con una revolución permanente planteada inicialmente Marx en su libro Las luchas de clases en Francia, 1848-1850: “El socialismo revolucionario es la declaración de la revolución permanente, la instauración de la dictadura de clase del proletariado como paso necesario para la abolición de las distinciones de clase en general, para la abolición de todas las relaciones sociales que dependen de estas condiciones de producción para la subversión de todas las ideas que emanan de estas relaciones”.

55 años después, la tesis de Marx sobre el socialismo revolucionario sería actualizada por León Trotsky, quien dió la fundamentación más acabada y original de esta teoría, primero en 1905 para el caso ruso y luego en 1929 en forma generalizada y ampliada con La revolución permanente, planteando la perspectiva de “la revolución internacional en general”.

Más allá de un economista científico radical Marx era esencialmente un político revolucionario. En su discurso ante la tumba de Marx en marzo de 1883, Friedich Engels afirmó: “Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación: tal era la verdadera misión de su vida. La lucha era su elemento. Y luchó con una pasión, una tenacidad y un éxito como pocos.”

Dice Mandel: “Sólo gracias a sus descubrimientos económicos pudo realizar lo que él mismo consideró lo que era la obra principal de su vida: dar un fundamento científico a las aspiraciones y a las luchas socialistas del proletariado… Es imposible separar en Marx al sociólogo del revolucionario, al historiador del economista. Pero no pudo ser eficazmente, es decir, científicamente, sociólogo, historiador, y, sobre todo, revolucionario, sino porque fue economista, porque sacudió la ciencia económica mediante descubrimientos” en El capital. [2]

Es en esa perspectiva política analítica e histórica que debemos situar indudablemente la magnum opus de El capital como crítica de la economía política.

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El próximo septiembre se cumplirán 156 años de la primera edición en Hamburgo de El capital, y a pesar de un siglo y medio de su aparición continua vigente el pensamiento filosófico económico desarrollado en esta magna obra inigualable en la historia de las teorías científicas del mundo social–histórico. Desde luego, ese profundo conocimiento de la realidad económica no está acabado de una vez y para siempre. Debe corresponder a un marxismo abierto a las nuevas aportaciones de estudios críticos en correlato al propio desarrollo del capital, de su dinámica histórica, de sus contradicciones y sus transformaciones.

Pero las leyes del desarrollo del modo de producción capitalista descubiertas en El capital es lo que hace vigente este trabajo intelectual monumental. Lo esencial del mecanismo de la maquina económica continúa siendo el proceso de acumulación de capital salvaje, con todas sus consecuencias catastróficas habidas y por haber, resultado de las contradicciones estructurales generadas por la dinámica de la reproducción ampliada del capital.

Nuestro capitalismo contemporáneo no es el mismo en su forma histórica de aquel que conoció Marx, pero su naturaleza esencial es la misma. En este sentido Alex Callinicos afirma que: “La evolución de la sociedad contemporánea sugiere que sigue siendo muy válida la línea central del pensamiento marxista, es decir su crítica del capitalismo como un sistema profundamente enraizado en la explotación y crónicamente propenso a las crisis. Se plantea así la cuestión de si la teoría económica marxista puede sobrevivir, a pesar de que la tradición política de la cual ha sido parte haya sido refutada por los grandes hechos históricos. Pero ¿ha sido refutada?” [3]

Consideramos que en sus elementos fundamentales, la teoría económica marxista no ha sido refutada por ninguna otra teoría económica; en su esencia se mantiene viva, lo cual no significa que tenga que ser desarrollada en muchas de sus particularidades. El capital considerado por Marx como una relación social orgánica entre trabajo asalariado y capital es el mismo, aún con todos los cambios tecnológicos de las fuerzas productivas conocidos hasta el momento de lo que algunos denominan la Cuarta Revolución Industrial. Pero esa relación social no es cualquier relación económica en la historia de la humanidad; tiene su especificidad histórica concreta; es una relación social de explotación del trabajador, como fuerza de trabajo asalariada, por el capital. Uno de los grandes méritos de Marx es haber explicado científicamente esta explotación moderna con base al descubrimiento del plusvalor; de ahí que se hable del trabajador asalariado como el esclavo moderno como sujeto explotado por el capital, y de lo que da origen a la riqueza apropiada por los capitalistas vistos como encarnación del capital. “Marx –dijo Engels– descubrió la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista y la sociedad burguesa creada por él. El descubrimiento de la plusvalía iluminó de pronto estos problemas, mientras que todas las investigaciones anteriores, tanto las de los economistas burgueses como las de los críticos socialistas, habían vagado en las tinieblas.” Esta ley, con base a la teoría del plusvalor, es lo que permite entender cabalmente la obtención de la ganancia apropiada por la burguesía a partir del proceso de producción inmediata mercantil capitalista. Contradictoriamente, quienes producen la riqueza social, el proletario asalariado, obtienen solamente una porción mínima de esa riqueza.

El propósito de El Capital es, según las palabras de Marx, “descubrir las leyes del desarrollo económico de la sociedad moderna”. En la medida en que la empresa crítica de Marx apunta a la esencia de la sociedad capitalista, esto es a “descubrir la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna”, resulta claro que El Capital no representa solamente un análisis del modo en que funcionaba el capitalismo en el siglo XIX o de cualquiera de sus manifestaciones empíricas. Por el contrario, se trata de develar, a nivel de la teoría, la estructura invariable y común a la diversidad de configuraciones históricas del capitalismo como modo de producción.

Es indudable que las aportaciones de Marx con la crítica de la economía política van más allá de la fundamental teoría del plusvalor, pues el campo científico de los procesos económicos vistos en su totalidad orgánica se ven enriquecidos por la teoría de los salarios, de las crisis económicas, de la concentración y centralización del capital (que explica los monopolios), de la renta el suelo; de la teoría de la enajenación o la alienación a partir del análisis del fetichismo de la mercancía y, por ende, del verdadero sujeto social que domina en nuestra sociedad que es el capital; la teoría del dinero y del capital ficticio, etcétera.

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Este bagaje intelectual marxista de conocimientos críticos tiene su fundamento en la originalidad radical de su teoría del valor, que trasciende dialéctica y profundamente la de los economistas clásicos como Adam Smith y David Ricardo. Todo ello fue posible a partir de que adoptó para el análisis del mundo económico el punto de vista del proletariado. Marx tomó partido ideológico y político por los trabajadores, en sus luchas clasistas contra el poder burgués, y los consideró potencialmente como sujeto revolucionario organizado para construir una nueva sociedad.

 

Desde el punto de vista del materialismo histórico la universalidad de los procesos sociales tiene como sustento la infraestructura económica; es decir, el fundamento esencial de la totalidad social es la dinámica de los procesos económicos de la producción inmediata y del intercambio mercantil y dinerario. El capital es un valor que se valoriza a si mismo pero esa valorización solamente es posible con base a la relación entre el capital y el trabajo asalariado como punto de partida y como punto de llegada. Todo el edificio social del capitalismo es una estructura orgánica lo cual significa que en los procesos económicos también están inmersos a través de múltiples mediaciones los procesos políticos e ideológicos, así como los inherentes conflictos de clase.

El capital no se puede reducir solamente a una lectura económica y su lectura política es de vital importancia para las acciones prácticas de las reivindicaciones y luchas de los propios trabajadores. Es obvio que esta obra debe estudiarse en primer lugar como análisis teórico crítico de la economía política, pues su objeto de investigación científico es el capital mismo visto como la anatomía de la sociedad civil. Es muy cierto el hecho de que la mayoría de las interpretaciones, reflexiones y estudios de El capital se hacen desde la perspectiva de lo económico, y también es muy cierto que no se ha realizado todavía un suficiente análisis desde la perspectiva de la cuestión política inmersa en la obra.

Podemos afirmar que hay cuestiones de naturaleza política implícitas y explicitas en El capital: relaciones de poder entre las clases; de dominación, subordinación de una clase sobre otra, pues para que exista el poder del capital para explotar la fuerza de trabajo se requiere algo más que el intercambio libre de la venta de esa capacidad laboral y esto implica una fenomenología de la apariencia de la compraventa entre iguales a través del contrato salarial, pues el presupuesto de ese intercambio entre capital y trabajo asalariado es la desposesión de los medios de producción del trabajador proletario y ese hecho mismo implica una violencia o coerción que lo obliga necesariamente a vender su capacidad de trabajo para poder sobrevivir: la explotación del trabajador es violencia económica ejercida por el capital sobre el asalariado durante la jornada laboral y mientras tenga vida útil el obrero, como objeto productivo: eso es un hecho eminentemente político. La génesis de la violencia social, que trasciende a todo el cuerpo social, encuentra su origen en esa relación económica de explotación.

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¿Cuál fue el propósito esencial de Marx al escribir El capital? ¿Cuáles fueron los motivos fundamentales que lo impulsaron a redactar la Crítica de la economía política, subtítulo de su magnum opus? ¿Fueron motivos solamente intelectuales científicos de conocimiento económico para desentrañar el modus operandi capitalista? ¿Únicamente le persiguió el afán apasionado y febril del estudio crítico de la economía política? ¿Qué había detrás de sus desvelos por descubrir los secretos del funcionamiento de la maquinaria económica? ¿Marx reducido a un mero economista crítico–radical de la teoría del valor y del dinero? También podemos preguntarnos: ¿Por qué, para qué y cómo (re)leer El capital? ¿Para qué sirve el estudio y la comprensión profunda de El capital? ¿Solamente debemos leerlo desde una perspectiva economicista? A tantas preguntas, tantas respuestas posibles.

Es sabido que sólo se puede transformar aquello que se conoce verdaderamente. Un problema puede tener solución si se conocen las causas reales que lo produce y reproduce. Por tanto, es necesario e imprescindible conocer el modo en que funciona el capital para combatirlo. Marx estudio críticamente la economía política para poder comprender la posición del trabajador asalariado en el proceso de producción y, por tanto, para contribuir a su potencial revolucionario hacia su emancipación. El capital, no lo olvidemos, a riesgo de subestimar el valor político de la producción teórica de toda una vida de Marx, su verdadero “uso” consiste en buscar las claves para la emancipación de la clase trabajadora entendida como la destrucción del capitalismo y el comienzo de la construcción de una nueva sociedad, sin explotadores ni explotados: el socialismo. Para tal propósito esencial debemos leer su obra.

“El Capital ­–dice Marcello Musto– que fue puesto a la venta el 11 de septiembre de 1867. Un siglo y medio después de su publicación, figura entre los libros más traducidos, vendidos y discutidos en la historia de la humanidad. Para aquellos que quieren entender lo que realmente es el capitalismo, y porque los trabajadores deben luchar por ‘una forma superior de sociedad cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo’, El Capital es hoy más que nunca una lectura simplemente imprescindible.” [4]

 

Antes de llegar a convertirse en un estudioso economista científico, Marx fue inicialmente un pensador filósofo, un filosofó hegeliano de izquierda; de ahí derivó gradualmente a concepciones eminentemente políticas radicales y, en consecuencia, hacia actividades políticas revolucionarias que lo llevaron a posiciones abiertamente comunistas, sin que dejase nunca su compromiso inclaudicable, aún a costa de su salud, para profundizar su teoría crítica de la economía política.

 

Esa trayectoria fue acompañada por Engels, quien le llevaba un paso adelante en el terreno de los estudios económicos y políticos en el periodo de juventud. En esas etapas de evolución intelectual y política, pasaron de la condenación del capitalismo a la justificación socioeconómica y ética del comunismo. Su primera profesión de fe comunista data de marzo de 1844. A partir de esa fecha se llevó a cabo una evolución política en Marx que habría de ser determinante para el resto de su vida. Engels en su artículo biográfico Karl Marx señala que después de su llegada a París en 1843 fue cuando Marx se volvió socialista, gracias al estudio de la economía política, de los socialistas franceses y de la historia de la gran Revolución francesa. Según Michael Lowy, “la investigación histórica muestra que los contactos estrechos de Marx con los comunistas franceses y alemanes no comienzan sino en abril de 1844”. [5]  El 21 de febrero de 1848, casi cuatro años después, tal profesión de fe se materializaba políticamente en un escrito impresionante, quizá más conocido y leído que El capital como es el Manifiesto del Partido Comunista.

 

De las primeras grandes obras de juventud de Marx y Engels aparecen los Manuscritos económicosfilosóficos de 1844, La Sagrada Familia y La Ideología alemana. De estos tres textos, el primero es el que señala una etapa trascendente en la evolución del pensamiento económico de Marx. Dice Mandel que “Los Manuscritos económicofilosóficos representan la primera obra económica propiamente dicha del futuro autor de El capital… Tratan sucesivamente del salario, de las ganancias, de la renta de los bienes raíces, del trabajo alineado en relación con la propiedad privada, y de la propiedad privada en relación con el trabajo y con el comunismo, de las necesidades, de la producción y de la división del trabajo, así como del dinero”. [6]

Es cierto que se pueden mencionar y distinguir aquellos trabajos temáticos de teorización económica de los de análisis políticos de Marx (Manifiesto del Partido comunista, El 18 Brumario de Luis Napoleón, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850, La Guerra civil en Francia, etcétera), pero también es cierto que todos ellos en conjunto forman parte de una totalidad orgánica conceptual, pues en ello reside la fuerza y el rigor metodológico y teórico del pensamiento integral de la visión dialéctica de la totalidad social–histórica concreta que no se fragmenta en parcelas del conocimiento aislado; pues, la economía está ligada a la política y viceversa. Los procesos sociales están articulados por la propia dinámica y desarrollo del capital. Desde esta perspectiva metodológica, por ejemplo, es imposible explicar la lógica del poder político del Estado moderno, el Estado burgués, sin la explicación de la lógica del capital. El Estado es una derivación del capital, pero no es una determinación mecánica economista porque esta superestructura institucional política, sus formas concretas, está determinada por la lucha de clases. Las relaciones contractuales entre capital y trabajo asalariado se establecen bajo el principio formal del derecho burgués cuyo intercambio mercantil está regulado por una legislación laboral o fabril en manos del aparato de Estado. [7] Marx habla de la “síntesis de la sociedad burguesa bajo la forma del estado” en sus Elementos  fundamentales  para  la  crítica  de  la  economía  política (Grundrisse) 1857-1858. En La ideología alemana dice: “Como el estado es la forma bajo la que los individuos de una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de una época, se sigue de aquí que todas las instituciones comunes tienen como mediador al Estado y adquieren a través de él una forma política. De ahí la ilusión de que la ley se basa en la voluntad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre”.

Eso se esclarece en el Capítulo VIII. La Jornada Laboral en El Capital, cuando Marx habla de La lucha por la jornada laboral normal. Es aquí donde emplea la metáfora del capital cual vampiro que vive chupando la sangre del trabajador: “Como capitalista –dice Marx–, no es más que capital personificado. Su alma es el alma del capital. Pero el capital tiene un solo impulso vital, el impulso de acrecentarse, de crear plusvalor, de absorber, con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de plustrabajo. El capital es trabajo muerto que solo se reanima, a la manera de un vampiro, al chupar trabajo vivo, y que vive tanto más cuanto más trabajo vivo chupa”. Esta frase, sin rodeos, es absolutamente un arma teórica para cualquier trabajador que la lea y comprenda tal cual y quiera emplearla políticamente en la acción práctica contra la patronal en la lucha por una jornada laboral que sea menos explotadora –una jornada laboral con menos expoliación– para el propio trabajador. Por supuesto, Marx estaba de acuerdo con las luchas sindicales de los trabajadores: “Exijo, pues, una jornada laboral de duración normal –dice un obrero en boca de Marx–, y la exijo sin apelar a tu corazón, ya que en asuntos de dinero, la benevolencia está totalmente de más”; pero también proponía, sobre todo, rebasar las fronteras de las luchas meramente gremiales para convertirlas en luchas políticas revolucionarias proletarias como clase organizada. Marx hablaba del capitalismo tal y como lo experimentaban los trabajadores. Él quería fervientemente, con su obra, apoyar y contribuir a la lucha de clase del proletariado revolucionario. “Como lo indica la famosa tesis once sobre Feuerbach (1844), el marxismo nació y se desarrolló a la vez como una interpretación y un proyecto para la transformación revolucionaria del mundo”. [8] Esto es parte de lo que podemos considerar como una lectura política de El capital.

En su epílogo a la segunda edición de El capital (24 de enero de 1873), Marx se muestra muy complacido con su trabajo diciendo: “La rápida comprensión con que amplios círculos de la clase obrera alemana recibieron El capital es la mejor recompensa por mi trabajo”. Enseguida cita las palabras de “un hombre que en lo económico representa el punto de vista burgués, el fabricante vienés señor Mayer, (quien) expuso certeramente en un folleto… que la gran capacidad teórica que pasa por ser el patrimonio alemán, ha abandonado totalmente a las clases presuntamente cultas de Alemania y renace, por el contrario, en su clase obrera.” Más adelante Marx expresa que “la economía política sólo puede seguir siendo una ciencia mientras la lucha de clases se mantenga latente o se manifieste tan sólo episódicamente.”

Lo anterior significa claramente que la intención política fundamental de Marx con su obra es para elevar la conciencia de clase de los propios trabajadores, y el propósito es que sirva como herramienta teórica–política en la lucha de clases. Cierto es que en el Prologo a la primera edición Marx (25 de julio de 1867) habla de que “el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna.” Pero una cosa es el objetivo científico de El capital en cuanto a su contenido mismo como producción teórica y otra cosa es el objetivo último político revolucionario que trasciende al primero. Lo afirma tajante en el epílogo a la segunda edición cuando dice que la crítica –de El capital– “En la que tal crítica representa, en general, a una clase, no puede sino representar sino a la clase cuya misión histórica consiste en trastocar el modo de producción capitalista y finalmente abolir las clases: el proletariado”.

En el Prólogo y epílogo a la edición francesa de El Capital con fecha del 18 de marzo de 1872, once años antes de morir, al escribirle a La Châtre, su editor francés, Marx dice: “Aplaudo su idea de publicar por entregas periódicas la traducción de Das Kapital. En esta forma la obra será más accesible a la clase obrera, consideración que para mi prevalece sobre cualquier otra”.

En el Prólogo a la edición inglesa (5 de noviembre de 1886), Engels dice que “Suele llamarse a Das Kapital, en el continente, ‘la Biblia de la clase obrera’. Nadie que conozca bien el gran movimiento de la clase obrera negará que las conclusiones a que llega esa obra se convierten, de día en día y cada vez más, en los principios fundamentales de ese movimiento… en este momento preciso, las teorías de Marx ejercen un influjo poderoso sobre el movimiento socialista, el cual no se propaga menos entre las filas de la gente ‘culta’ que en las de la clase obrera.”

Esta Biblia del proletariado, la Biblia roja, llamada así por la Asociación Internacional de los Trabajadores, desde su primera publicación hasta la fecha ha venido causando poderoso influjo en los movimientos revolucionarios en todo el mundo.[9] Tales movimientos, en algunos casos, han conmocionado la historia, especialmente la del siglo pasado con revoluciones como la de Octubre en 1917 en la Rusia zarista, aunque después se precipitó en una contrarrevolución burocrática estalinista donde el pensamiento de Marx se convirtió en una religión de Estado dogmática con graves consecuencias en las luchas proletarias. No obstante, El capital, continúa siendo absolutamente actual en tanto que nos entrega el análisis no superado de los mecanismos de la sociedad contemporánea. Cierto es que el movimiento socialista revolucionario se encuentra sumido en una profunda crisis política en todo el mundo, pero es posible que en algún momento resurja con todo su potencial revolucionario porque la lucha de clases continúa latente…

El pensamiento teórico de El capital sigue siendo una herramienta política. En la relación estrecha entre teoría y práctica reside la fuerza intelectual del marxismo y del movimiento emancipatorio. Cierto es que sin teoría revolucionaria no hay practica revolucionaria, pero también es cierto que el pensamiento teórico no puede modificarse sino con la práctica en la lucha misma. Si bien “el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas”, “la teoría se convierte en una fuerza material en cuanto llega a las masas”. Estas masas son las masas proletarias que potencialmente pueden transformar radicalmente a la sociedad del capital. La contribución de Karl Marx para tal propósito es inconmensurable.

Como bien dice Marcello Musto: “Se trata de una figura completamente diferente a la esfinge granítica de Marx, colocada en el centro de las plazas por los regímenes de Europa del Este, que mostraba el porvenir con certeza dogmática. Hoy, al contrario, surge a la luz el Marx que más se necesita: aquel que fue constantemente guiado por el espíritu crítico, aquel de las preguntas y no sólo de las respuestas. Marx representan un raro ejemplo de intelectual militante por una generación de investigadores y activistas políticos que prosigue la lucha a la cual él, como tantos, antes y después que él, dedicó su existencia.” [10]

[1] Alex Callinicos. Igualdad y capitalismo. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/formacion-virtual/20100720070945/11Callinicos.pdf

Véase también del mismo autor. Igualdad. Siglo XXI de España. Madrid, 2003

[2] Mandel, Ernest. La formación del pensamiento económico de Marx. De 1843 a la redacción de El capital: estudio genético. Siglo XXI editores, México 1977. Pág. 244

[3] Alex Callinicos. Las ideas revolucionarias de Marx. https://elsudamericano.files.wordpress.com/2018/07/133-calic3b1icos-coleccic3b3n.pdf

[4] Musto, Marcello. https://www.sinpermiso.info/textos/como-nacio-el-capital-de-marx

[5] Lowy, Michael. La teoría de la revolución en el joven Marx. Siglo XXI editores. México1978. Pág. 79

[6] Mandel, Ernest. La formación del pensamiento económico de Marx. Óp. Cit. Pág. 23.

[7] Bonnet Alberto y Adrián Piva (Compiladores). Estado y capital. El debate alemán sobre la derivación del Estado. http://www.elmaraltvater.net/articles/Altvater_Article44.pdf

[8] Traverso, Enzo. Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria. FCE, Buenos aires, 2018.

[9] Tarcus, Horacio. La Biblia del proletariado. Siglo XX Editores Argentina, Buenos Aires. 2018

[10] Musto, Marcello. Karl Marx. 1881–1883. El último viaje del Moro. Siglo XXI Editores. México, 2020.  Pág. 12

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