¿El corazón en las manos?

Por Paloma Escoto

Por Paloma Escoto

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 27 de marzo de 2024.- A veces tardan en tejerse las historias, a veces el arrojo de contarlas surge en el lugar y momento menos inesperado pero, surge con esa causalidad de anuncio, “¡esta historia, ya está lista para ser contada!”…

Algunas historias con esa piel agrietada e imperfecta pero por fin, ¡sana de ser contada!. A veces la medicina está en la palabra, en el tejer cada célula cronológica y vital, es probable que también la medicina esté en la reivindicación y la responsabilidad que se toma sobre nuestras historias al momento en que las asumimos como raíces o ramas, por ejemplo.

Hoy les quiero compartir la historia que me ha ido o en la que he ido construyendo a “Paloma, la artesana”.

Tenía si a caso, al rededor de 6 o 7 años, cuando tuve la claridad de quererme dedicar al arte, al arte de escribir, al arte de crear, crear, crear con las manos, surgían ideas y después el intento de su aplicación. En algún momento tuve mucha inconformidad con la ropa que me elegía mi mami, supongo todas pasamos por un momento así, recuerdo que paseaba conmigo una libreta de dibujo (mis favoritas), en dónde trazaba el “diseño de ropa”que me gustaría vestir, de pronto me di cuenta que sería muy pero muy difícil encontrar ropa así, entonces se me ocurrió fabricarla yo, empecé con un pantalón al cual le modifiqué prácticamente todo, lo llene de parches con telas de diferentes texturas y colores, le incluí botones, listones, pinturas y brillantinas. Recuerdo en ese momento asistía a un curso de verano dirigido a los y las hijas de trabajadores del gobierno del estado de Michoacán. Fue una novedad entre los niños y niñas que asistían, a mi gemela se le ocurrió emprender, así que le puso precio al diseño y a las prendas, para mi sorpresa ya tenía trabajo, ingresos, los pedidos eran varios, la cuestión era que estábamos tan chavitas que no sabíamos en lo que nos metíamos, apliqué varias ideas en algunas de nuestras prendas, cuando los entregamos el primer choque con la realidad fue que todas las niñas teníamos tallas diferentes y los pantalones les quedaban chicos o grandes según su caso. Así que empezamos a tener un gran problema con las mamis pues nos pedían devolver el dinero que nos habíamos gastado en la compra de materiales para seguir fabricando, sí, lo habíamos invertido todo en parisinas y otras mercerías que nos quedaban a pocas calles de la casa, entonces, le tocó a mi mamá responder por este atrevimiento artístico y emprendedor.

También me dediqué en gran parte de mi infancia a vender cartas, ¡sí, a vender cartas!, en esa infancia solía cargar también mi diario y a veces escribía cuentos que algunos compartía, y había quienes por esa razón me solicitaban escribiera cartas de amor o otras, $10 pesos la carta, en alguna ocasión me pidieron escribiera una carta de desamor (no me entusiasmo mucho pero ya era el oficio de escribir cartas) y al perecer el destinatario sufrió mucho y su mamá investigo y dio conmigo, la responsable de escribir esas palabras de desamor que habían hecho llorar a su hijo. Otra vez me metí en problemas, en esa ocasión en la primaria y ese emprendimiento tampoco progreso, entonces me adjudicaron todas las cartas que se enviaban en el interior de la escuela primaria cosa que me ocasionó una muy mala reputación que conllevó bullying.

En aquellos tiempos, me hacía mucha ilusión la idea de convertirme en pintora, solía hacerlo todo el tiempo libre, recuerdo en ese tiempo vivíamos en la casa de una de mis tías que nos había prestado su casa ya que habíamos perdido la nuestra pues mi padre había enfermado de gravedad y en su recuperación esa fue nuestra casa. El esposo de mi tía fue un militar polaco que combatió en la segunda guerra mundial, y aunque muy especial en toda su esencia, serio, muy serio y extraño, enigmático a mi parecer. Dentro de la casa había un cuarto bajo candado, este cuarto tenía reliquias y otras cosas interesantes, para una niña tan curiosa como yo, era demasiada tentación tener una habitación tan llena de historia y cosas fuera de lo común con ese letrero invisible que decía “prohibido el paso”. Cometí una especie de infracción moral, me introduje en la habitación tan llena de polvo, por cierto, olía a humedad y a viejo, pero no dejó de ser emocionante, habían cosas literalmente de otro mundo, reliquias al fin, planos, libros, una brújula antigua que tomé prestada por un tiempo, y un baúl lleno de pinturas óleos, pinceles y más, los tomé prestados también… Resulta que mi tío llegó al poco tiempo para mi sorpresa, visitando y acompañándonos solidariamente en esa época llena de pruebas para mi familia. No me dio tiempo de devolver las cosas, creía haberme metido en problemas nuevamente pero lo tomó por fortuna aliviando, muy positivo, con un resguardo a mis sueños, mi infancia, y todo lo que acontecía entorno a esto, antes de volver a U.S.A, donde radicaba con mi tía y primos, me regaló un portafolio que contenía un kit amplio para crear, óleos, acuarelas, pasteles, carbones y más.

Como es de imaginarse, me volvía loca de gratitud y alegría, no podía despegarme del restirador de la casa, que por fortuna estaba en mi cuarto porque a todos les estorbaba, la emoción era tan grande que fingía un estado de enfermedad para poder estar ahí y así poder faltar a la primaria, para infortunio mío, mi padre me cachó y él que estaba pasando por uno de los momentos más complejos de su vida, no lo tomó bien, desbordó tal vez su frustración en mi, tal vez sus miedos y sus proyecciones negativas, me dijo con claridad que “yo artista no sería, que eso era para personas que no eran inteligentes, que no era parte del progreso y que ninguna de sus hijas sería una muerta de hambre”, el arte para él, representaba la carencia, su miedo a que pasara momentos difíciles lo hizo cometer el error de apachurrar mi sueño de dedicarme a pintar y mi corazón de niña. Tiro a la basura mi kit y mis pinturas y prácticamente me cerró la puerta a ese mundo que sentía mío.

Tarde lo que tenía que tardar para sanar, tarde lo suficiente para volver a abrazar lo que siempre supe que quería ser y hacer. Pasaron muchos años pero nunca estuve lejos, cobije mi anhelo convirtiéndome en promotora y gestora cultural, amiga de artistas, cazadora de actividades artísticas, organizadora de eventos, gestora de proyectos artísticos, en la contemplación e interacción encontré mi anestesia, tal vez la más grande de todas mis adiciones, el arte… Mi inconsciente no podía dejar de hacerlo, durante muchos pero muchos años vivía dibujando, escribiendo, creando, pintando, “haciendo cositas”, a escondidas, con mucho miedo de compartirlo, con pena, con un sentimiento de carencia, en el aspecto de creer hacer siempre todo mal. Crecí escondiendo lo que hacía porque mi mente se creyó lo que le dijeron de alguna manera pero mi inconsciente no, este siempre estuvo ahí, acariciando lo que amaba, de una forma u otra.

No fue hasta la pandemia del 2020, cuando me quedé sin trabajo, estaba embarazada y tuve que dejar mi cueva, el estudio donde vivía, tuve que irme con el papá de mi hija a refugiarme a la casa de su mamá y ahí, en medio del todo y la nada, con una situación muy difícil, pues mi pareja de ese entonces tampoco tenía empleo, surgió, en la necesidad y en la lluvia de ocurrencias por literalmente sobrevivir… Así nació Columba Art Work y así nació Sol Venus mi hija, ella era el motivo de ganar sí o sí esta batalla. Todo empezó con trozos de MDF, palillos de cocina y frascos de pintura acrílica, hacia mándalas en puntillismo y las vendía por , Twitter, Facebook e Instagram, la reinversión era en cajas tipo joyeros en las que aplicaba “arte objeto”, fue la creatividad la que nos salvó de la hambruna, fue el arte y la solidaridad de quienes tenían una situación mejor y decidían comprarme mis artesanías. Fue la pandemia COVID 2020 y Sol Venus la que me empujó a atreverme a crear para vivir, desde entonces a la fecha he ido tomando muy enserio el camino que elegí, en otras circunstancias logrando más menos cierto sabor de éxito, he cumplido el sueño de tener mi taller algo equipado, con algunas cositas que se han ido sumando, ahora en la tranquilidad de saber que es mi sitio seguro, crear, que ahí creando soy yo, que respiro mi más genuina yo, en el lugar donde puedo pasar horas y horas experimentando y creando con una plenitud que realmente desconocía, ahí donde no importa mi estado de ánimo, mis historias en el entorno, mis tiempos con sus limitaciones, una vez que entro, todo fluye, muchas heridas sanan ahí, surge la catarsis pero también el amor, la alegría, el impulso y la inspiración por vivir. Reafirmando día a día que para esto nací, que es mi lugar, esta es la vocación que tanto quise sentir, creando inventos de manera autodidacta, siempre con la intención de mejorar y tomarlo más y más enserio, hacerlo importante, sí, llenarlo también de profesionalismo y en la armonía del quehacer, la validad de oficio y beneficio, con la tesón de que no importa a dónde me lleve, justo ahora es la mejor decisión, crear con las manos, es mi mejor forma de estar y ser en este mundo, definitivamente no puede llevarme a un lugar equivocado.

Superé el bloqueo, el temor, supere la frustración, la herida, el dolor, superé el trauma, superé la incapacidad y todo eso que surgió en mi infancia, y de a poco logro ser la que siempre fui, el ser creativo, la que goza y duele en la creatividad, la que no importa lo que se diga al entorno de esto, de lo que hago o de lo que soy, la libertad que ahí experimento es la forma más honesta de vivir la que soy. El corazón se brinda también en el quehacer de las manos, florece en la intención y se transforma para manifestarse y esto para mí, también es arte.

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