El deporte de la evasión fiscal

Foto: Moises Pablo / Cuartoscuro

Por Gregorio Ortega

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 22 de marzo de 2019.- La única confrontación real entre los barones del dinero y los administradores públicos se desarrolla en el espacio fiscal. Allí se dirime el verdadero poder de la República, entre créditos fiscales, condonaciones, regreso de impuestos. Lo demás siempre tiene arreglo.

     En Estados Unidos los contribuyentes cumplen, por formación cultural, porque normalmente obtienen respuesta del gobierno a los requerimientos de la vida en comunidad, y porque ven, palpan que su contribución al desarrollo efectivamente llega a los lugares donde debe llegar.

     Obvio, las penas por evasión fiscal son terribles, y también allá se ocultan ganancias, se evade impuestos y se disfraza de filantropía lo que equivale al endiosamiento del ser humano. Acá se llevan la lana a los paraísos fiscales por desconfianza en las autoridades.

     El problema en México es grave, por su dimensión y porque evadir impuestos es una actitud, equivale a una tara cultural motivada por la corrupción en el uso de los dineros públicos.

     Un estudio del Instituto Belisario Domínguez del Senado, puntualiza que el delito de evasión fiscal cuesta a México alrededor de 510 mil millones de pesos anuales.

 Su título es Evasión Fiscal en México, y en él se explica que durante 2016 ese delito de cuello muy blanco y uñas muy pintadas, representó 2.6 por ciento del PIB, lo que significa que el gobierno dejó de recaudar alrededor de 510 mil millones de pesos.

     Allí se reconoce que de acuerdo con la organización Oxfam, durante el bienio 2013-2015, las empresas evadieron en promedio 244 mil 664 millones de pesos anuales, lo que representa 39.63 por ciento de la recaudación potencial del Impuesto Sobre la Renta.

     Hay legislación actualizada y vigente para sancionar el delito, existen leyes, hay jurisprudencia, pero muchos mexicanos carecen de esa cultura del cumplimiento del deber cívico, porque saben a ciencia y paciencia que sus impuestos son usados para comprar voluntades políticas y parcelas de poder, en lugar de apuntalar los planes de desarrollo y el Estado de bienestar.

     Si muchos políticos son corruptos, ocurre lo mismo con esos mexicanos que sólo están contentos cuando “olvidan” cumplir sus obligaciones fiscales y además al hacerlo se sienten satisfechos.

     No se requiere una reforma fiscal, lo que se necesita es que la ley se cumpla en todos los aspectos, y el dinero de los mexicanos produzca empleos y riqueza en México.

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