Periodistas Unidos. Ciudad de México. 02 de enero de 2024.- Una rutina mal lograda, a prueba y error porque «a prueba de error», arrojaría una mayoría de errores. La repetición transitada para aprender a hacerlo mejor, quiero pensar que así es esto de vivir esta experiencia que decido vivir, como puedo vivirla, deseando y trabajando como quiero vivirla… Agradeciendo en la antesala donde aún formateo la antítesis, y al mismo tiempo, precisamente ahora donde enciendo esta luz. 🤌🏼💡✨
La vida, que a veces es un juego brusco de curvas con control remoto, me convierto en materia del experimento y en algunas ocasiones, procuro ser la que juega a experimentar.
En el «a ver qué pasa»… En el «no, por miedo»… En el «sí, porque quiero» en el impulso… En el «sí, porque quiero» y con cuidado…
En esas subidas y bajadas, presa muchas veces de la programación y creadora de mi autoprogramación…
En la facilidad de la distracción, en el bullicio del metaverso y su abrumante inmediatez, el nuevo mundo del que soy parte y no. En el bullicio de la casa, en el bullicio ambiente, en el profundo bullicio, en el superficial bullicio, celebro la contemplación.
Un nuevo día, una nueva oportunidad, ¡qué ganas de reiniciar pero también, qué ganas de continuar! Atrás quedaron los juicios y los prejuicios, y casi logro eliminar los autojuicios; las batallas son tantas, y por asumir algunas como mías, tantas veces me distraigo de las propias, irresponsabilidades, postergar lo importante por… lo que sigue, por todo, por nada, valioso al final. En el intento…
Una mañana es, un día es, una oportunidad es, reinicio o continúo, ambas pueden ser. ¿Qué importa más, el cómo o el para qué? ¿Es acaso la búsqueda de una justificación absurda? La certeza siempre es el amor. Mi incesante amor por la vida no es con el vestido de víctima, mártir o culpable; muchas veces la inmediatez sí, lo que la máscara de la frivolidad persuade. Consciente de todo, tanto y nada…
Lo que es mesura va en aquellas pequeñas cosas que igual se las lleva el viento, el tiempo, la vida; son aquellas pequeñas cosas que parecen tedio a veces por lo lentas que son o su aparente monotonía. Y esas, soñadores, son mis favoritas, y puede sonar contradictorio, y me importa un carajo; mis certezas en la intención con la que siembro, florece. A su tiempo, en su cualidad de sustancia, en sus nutrientes invisibles, en el largo plazo, en su absoluta genuinidad.
«Primero, lo primero, mamá».
Es una de sus frases más dichas en el último trimestre; me alegro, por ejemplo, que esta florecita de mi amor enraizado tenga la capacidad de priorizar. Yo tardé muchísimos años en hacerlo. Ella sabe algo, pero más adelante descubrirá de la herramienta tan valiosa que bien adquirió.
En la constancia, la paciencia… En la paciencia, la práctica… En la práctica, los resultados…
Y no hay garantía de la excelencia, y no hay garantía de que sean los resultados que deseamos, diferentes y los necesarios. Aprendí sufriendo, en el control de la expectativa… (en el tono del pasado)
Aprendo, a veces sufriendo, a veces gozando; aprendo viviendo, aprendo viendo, transformando y haciendo, soñando y amando. (En el tono del presente)
Soy buena para hacer planes que nunca suceden; soy mejor para creer que hago estructuras de planes que, en esencia, suceden aunque distintos en la superficie.
Aspirando el fluir sin intermitentes, sin frenos o desviaciones innecesarias… creo en la planificación, en la organización, aún cuando estoy consciente de que sucede la vida de maneras inesperadas, insospechadas, sorprendentes; a veces una dulce y exitosa reacción, a veces una explosiva y dolorosa reacción, pero siempre reacción.
«Los mejores planes siempre se han echado a perder por la pequeñez de quienes deben llevarlos a cabo. Ni siquiera los emperadores pueden hacerlo todo solos». – Bertolt Brecht
Ningún plan común sucede con éxito sin que existan involucrados comprometidos; la energía es una constante, trabajarla en una sincronización en armonía, el éxito es una respuesta del logro común.
Hacer planes en soledad me ha llevado a la frustración de la desolación, de la falta de armonía y la falta de cooperación; y es que mar en bandera negra, contra corriente desde tierra firme, es una muerte anunciada por naturaleza, a pesar de los milagros; tal vez el milagro es comprenderme en colectivo, asumiendo la responsabilidad que toca abrazando al viento mi parvada.
Cerraría este Año Nuevo diciendo que soy en colectivo que sí me entiendo en la soledad, pero también abrazo la sociedad que me representa y represento, lo que me respalda y respaldo, en plumas hablando, no hay vientos, alturas y profundidades sin parvada.
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