Periodistas Unidos. Ciudad de México. 07 de julio de 2023.- La precandidatura de Xóchitl Gálvez es el acontecimiento más sonado dentro de la pelea por la Presidencia de la República, proceso que desató el presidente López Obrador después de que las elecciones de 2021 resultaran adversas para Morena y en forma poco comedida se refiriera a los aspirantes de su partido como corcholatas y a él mismo como el destapador.
Mientras la atención estuvo puesta en los cuatro aspirantes de Morena, las cosas parecían marchar sin sobresaltos, pero la urgencia de distraer a la población de problemas, como la carestía de los alimentos, el desempleo, el aumento de la criminalidad, la multiplicación de costos del Tren Maya y de la refinería en Dos Bocas o los cada vez mayores y más frecuentes conflictos laborales, obligó a imprimir mayor fuerza al proceso.
Fue así como la disputa morenista subió de tono hace un mes, cuando se dio el banderazo a la competencia dizque “por la Coordinación de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación”, nombre empleado para disfrazar la entrada franca en el proceso electoral meses antes de lo permitido por la legislación. A las cuatro cartas de Morena se agregaron dos políticos de los partidos paleros, para que los integrantes del sexteto iniciaran sus campañas.
Ante la flagrante violación de las leyes electorales por parte de Morena y sus aliados, la oposición entró en pánico, pues, carente de figuras relevantes, se vio impreparada para competir por la Presidencia de la República o, por lo menos, participar con decoro en los comicios del año entrante.
La tragedia de esa oposición, formalmente encabezada por PAN, PRI y PRD, es que mostraba una larga lista de aspirantes, pero la mayoría de ellos, por no decir todos, eran personas sin relieve, grises fantasmas de tiempos idos, paladines de la ineficiencia, portadores del desprestigio, nulidades incapaces de despertar interés más allá de su círculo familiar.
Hasta entonces, Xóchitl Gálvez había anunciado su interés por ser candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, pero fue difamada en una mañanera y exigió que se le permitiera responder. AMLO le negó ese derecho y ella recurrió a la vía judicial, donde obtuvo una orden para que se le permitiera exponer sus argumentos.
Se presentó una madrugada ante la puerta de Palacio Nacional y se le negó la entrada, mientras adentro se embestía nuevamente contra ella, a lo que respondió con dignidad en su lenguaje popular: “No le saque”, le dijo al Presidente, sin que éste respetara el mandamiento judicial. En ese punto se produjo un brusco viraje en la situación política y la figura de Xóchitl emergió como la pieza que vino a cambiar el guion que, hasta el momento, seguían el partido oficial y el mísero juego de la oposición, enredada en los gigantescos egos de ínfimos personajes.
Por supuesto, la señora Gálvez no era una desconocida, pues tiene carrera política, ánimo combativo y facilidad para dialogar con los electores. Incluso, su lenguaje populachero la había hecho una figura destacada en nuestra vida pública.
De sangre otomí, hija de una familia sin recursos materiales, hecho que la obligó a trabajar desde niña, pudo estudiar y titularse como ingeniera en computación por la UNAM, tras de lo cual ha desplegado sus talentos hasta convertirse en una empresaria exitosa, ejemplo para las mujeres que buscan superarse y remontar las barreras de género.
En unos cuantos días, Xóchitl Gálvez se ha convertido en la esperanza de la oposición. Como era de esperarse, desde el Presidente de la República hasta las fanatizadas bases analfabetas de Morena le han declarado la guerra, con la furiosa y hasta soez participación de los pocos intelectuales orgánicos del gobierno.
Los enemigos de Xóchitl han tratado de presentarla como enemiga de las políticas sociales de López Obrador, pero ella salió a declarar que está por mantenerlas, aunque tiene claro que regalar dinero no basta, pues hace falta crear empleos estables y bien remunerados.
En las filas de la oposición y de su propio frente no faltarán los que traten de sacarla del camino. Veremos hasta dónde llega la hidalguense, pero lo cierto es que su irrupción vino a modificar todo el juego político y a dotar a la oposición de posibilidades de triunfo. La competencia se pone buena.