El Ganso
Foto: Mario Jasso / Cuartoscuro
Por Teresa Gurza
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 10 de enero de 2019.- Seguramente el ganso por todos conocido, sabe que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la palabra, como «ave palmípeda” y es famosa por su hígado.
Pero como presume serlo, tal vez ignore que también significa “hombre tardo, perezoso, descuidado, incapaz, malcriado, y torpe».
Calificativos tan extendidos en algunos países, que si alguien comete una estupidez se le dice, no seas ganso.
Y que se le pueden aplicar, por las decisiones erróneas o poco planeadas tomadas para combatir corrupción y huachicoleo.
En el combate todos estamos de acuerdo; pero no en terminarlo cerrando el aeropuerto de Texcoco, que está costando millonadas y los ductos de gasolina, que dejan a miles inmovilizados.
Dice saber quiénes y dónde roban, pero no ha presentado denuncias penales; aunque ante el descontento por la escasez, puede optar por encarcelar algún pez gordo, como hicieron sus antecesores y siempre criticó.
Bueno, hoy escribiré de especies que al sentirse amenazadas cambian tácticas y costumbres.
Como Sachin, un leopardo de cuatro años, que escapó el primero de este enero de un parque de la India y fue inútilmente buscado con drones, elefantes y guardabosques, pero volvió solito a su jaula tras constatar que la vida afuera, no le era fácil.
Y dice El País que hay ballenas viviendo en lugares equivocados; como una joven y blanquísima beluga, vista este diciembre nadando y alimentándose, en el Támesis.
Las belugas son muy sociales, emiten sonidos intensos y salvo una pequeña población en el estuario del río San Lorenzo, en Canadá, viven en las heladas aguas del Ártico; por lo que extraña, que haya llegado tan cerca de Londres.
Precisamente en el San Lorenzo se vio sobresalir por esos mismos días, un lomo gris que los oceanógrafos identificaron como un narval; cetáceo cuyo largo colmillo, lo hace parecer unicornio marino y es también, nativo del Ártico.
Y para vergüenza de Trump, las belugas dueñas del lugar lo han adoptado; dando prueba de una empatía que se creía solo característica de humanos.
Los científicos sostienen que el cambio climático lo corrió de su hábitat; y que los animales se adaptan mejor que nosotros que, además, los seguimos empujando a territorios de todos desconocidos; como ocurrirá con dos mil jaguares, si les llega el Tren Maya.
Le sucedió ya, a una mamá osa que acompañada de sus dos ositos arrancó las ventanas del restaurante Antonio’s Real New York de Estes Park, de Colorado, EU, siendo captada por una cámara de seguridad, cuando se llevaba masa de pizza, ajos y salami.
Medios locales aseguraron que este verano agentes gubernamentales y vecinos, mataron ahí a 34 osos que merodeaban viviendas.
También en Colorado, otra cámara filmó a otro oso que, buscando comida, abrió y cerró sin causarles daño, puertas de varios vehículos.
Y este tres de enero, una familia que vive en la comuna Lo Barnechea, en Santiago de Chile, casi se muere del susto al ver en su jardín un puma trepado en un pino de 15 metros de altura.
Más miedo tuvo el pobre animal ante la multitud reunida para atraparlo, hasta que cayó anestesiado por un dardo sobre colchonetas; y pronto será llevado a los cerros que rodean la capital chilena.
Y este 17 de diciembre El País publicó una columna de Víctor Lerena, sobre el doctorado que la Universidad Complutense de Madrid, entregó a la primatóloga británica Jane Goodall, de 84 años de edad.
La investigadora habló de las herramientas que hacen los simios con ramas huecas y piedras y de sus rituales de poder; uno violento, basado en la fuerza física y de corta duración y otro, inteligente y duradero, fincado en alianzas.
Y Lerena comentó que era imposible al oírla no pensar en los políticos; y es que igual que los changos, usan a sus seguidores haciéndoles creer que los favorecidos son ellos.
Lo hizo así, un chimpancé de 24 años con tres amigos menores en un experimento de las universidades St. Andrews y Leipzig y el Instituto de Psicolingüística Max Planck, y publicado por el Journal of Comparative Psychology.
Para analizar la colaboración entre chimpancés semi salvajes en Chimfunshi, Zambia, uno de los santuarios más grandes del mundo, les colocaron una fuente con jugo de frutas y a tres metros de distancia un par de botones, lo que impedía que un solo chimpancé pudiese presionarlos y beber, al mismo tiempo.
Pero el gandalla convenció con mañas a los tres jóvenes de apretarlos, mientras él disfrutaba el jugo.
¿Les suena?