Periodistas Unidos. Ciudad de México. 07 de enero de 2021.- La polarización promovida desde el poder no sólo apunta contra un grupo, sino que se despliega hacia todos los puntos cardinales, lanza anatemas y excomuniones, exige lealtades que no ofrece y confía en que no necesita de apoyo alguno, como no sea la obediencia ciega hacia todo proyecto, ley o asunto que esté en el interés del poder.
En esa tarea destructiva no se repara en que el edificio en demolición puede caer sobre la cabeza de los ejecutantes del derrumbe y del ingeniero en jefe. Cuando los compañeros se convierten en meros peones, resulta fácil —eso se cree— sustituirlos si no acatan una de esas órdenes que ni siquiera necesitan expresarse, pues basta con adivinar lo que desea el tlatoani, pero si se equivocan y leen mal las señales se les sacrifica sin miramientos y quedan como fichas intercambiables.
Algo de eso debería saber el expanista Sergio Gutiérrez Luna, quien demandó penalmente a los consejeros del INE que no son de su calaña. Pero fallote, le diría Chava Flores, pues el jefe a quien quiso agradar lo desautorizó horas después mediante un galimatías.
Ante la propuesta de ejecución pública exigida por el presidente de la Cámara de Diputados, la respuesta presidencial fue: “Pienso que deben ser la Corte y el Poder Judicial, tanto el Tribunal Electoral como el Poder Judicial, los que resuelvan, no penalizar nada…”. Sin embargo, para empezar, la Corte forma parte del Poder Judicial, pero en asuntos electorales se supone que la última instancia es el Tribunal Electoral, que también forma parte del citado poder.
Desde luego, después del coscorrón puede seguir una sobadita en el chipote. A eso equivale la felicitación al sirviente por haber retirado la petición de linchamiento, “porque, primero, no hay que perseguir a nadie”. ¿No? Pues debiera saberlo el gobernador morenista de Veracruz, quien por sus purititas pistolas mantiene en la cárcel a Juan Manuel del Río Virgen, secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado.
Cuando la vida pública entra en la ruta de la Chimoltrufia, ésa en la cual como se dice una cosa se dice otra, surge en las conciencias —de quienes tienen alguna— la incertidumbre, el desconocimiento de la línea a seguir, la ignorancia de las reglas a las cuales debe atenerse el político que legítimamente quiere hacer carrera.
Gibrán Ramírez, sí, el mismo que quiso convertirse en dirigente de Morena y fue lanzado por la ventana, está convertido en un feroz crítico de los procedimientos que se siguen en Morena, en especial de las presuntas encuestas que expresan invariablemente lo decidido por dedazo. “Cientos de precandidatos fueron apartados por Delgado para privilegiar la reelección de diputados y candidaturas para recién llegados panistas, priistas, criminales y poderes fácticos”.
No es poca cosa una acusación de ese tamaño, pero los hechos la avalan. Ahora se repite la historia con los precandidatos a gobernadores. En Aguascalientes ya se fracturó la alianza de Morena con el PT y la verdulería, pues estos dos membretes decidieron caminar sin Morena.
En varios estados están siendo desplazados los precandidatos favoritos para meter con calzador (o más bien dedazo) a personajes que cuentan con la bendición de las alturas. Relevancia especial cobra el caso de Oaxaca, donde a la cantante Susana Harp, de opulenta familia, la hicieron a un lado, lo que, literalmente, puede costarle muy caro a Morena.
El asunto es que se acumulan los descontentos y nadie se extrañe si de las filas de Morena sale en 2024 la mayor oposición al candidato o candidata oficial o al intento de reelección, que también está sobre la mesa.
Ramírez muy bien podría hacer suya la frase de su tocayo, el libanés Gibrán Jalil Gibrán: “La mitad de lo que digo no tiene sentido, pero lo digo para que la otra mitad pueda alcanzarlo”.