El machismo normalizado en las letras mexicanas detona el hashtag #MeTooEscritoresMexicanos
Por Mónica Gameros
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 25 de marzo de 2019.- No tienes que vivir el acoso, el hostigamiento o la violencia sexual para entender que es parte de la violencia machista y que sí es una práctica normalizada en la sociedad mexicana. Se trata de tener empatía y rechazar este tipo de violencia, si no lo entiendes también eres parte el problema.
NUESTRA CULTURA ha discriminado a las mexicanas en todas las esferas sociales y en todos los ámbitos profesionales.
Desde el 23 de febrero arrancó la acción cibernética#MeTooEscritoresMexicanos de denuncia contra agresores sexuales en el mundo literario y la lista sigue creciendo.
Una pensaría que al ser escritores o poetas tendrían otra sensibilidad en el trato y respeto a los derechos humanos. Lamentablemente no es así. Se ve en sus letras, en sus novelas, en sus cuentos, en su poesía. Pasan los años, las décadas, los siglos, y las escritoras siguen enfrentándose a la misoginia al igual que lo hacen mujeres en el mundo del cine, la ciencia, la música, el deporte, la política, el arte…
No hay ámbito profesional o de oficio donde las mujeres no tengan que enfrentarse a la discriminación de género y a los delitos sexuales. No hay un sólo espacio social, cultural o de credo donde las habilidades y el conocimiento femenino no sea discriminado, descalificado e invisibilizado.
Desde Sor Juana Inés de la Cruz, quien se viera obligada a deshacerse de sus libros y dejar de escribir (era demasiado brillante y no había hombre que pudiera «ganarle») hasta la escritora Elena Garro -quien fue víctima de la misoginia del padre de su hija, nada menos que el Nobel de literatura mexicano Octavio Paz- o las poetas que nunca han sido reconocidas ni han figurado como lo hacen en número los escritores y poetas mexicanos, y qué decir del ataque virulento que se hace en contra de escritoras como Elena Poniatowska y las poetas invisibilizadas de forma sistemática.
Hay escritoras que tienen cierto prestigio (Rosario Castellanos, por ejemplo), y aún así no gozan de la misma fama que gozan sus colegas contemporáneos.
De forma histórica, las escritoras en México han tenido que publicar con pseudónimos masculinos, aguantar las críticas destructivas de los «dueños» de la crítica literaria y el condicionamiento de que las mujeres no debemos escribir desde nuestra voz y perspectiva porque «no se debe notar el género cuando escribes», esto lo escribo desde la experiencia personal y por experiencia sé que es cierto.
Igual que todas las denunciantes tuve que aguantar discriminación de género al escribir y buscar editorial: no hubo un sólo editor que no me condicionara la publicación a cambio de favores sexuales. No hubo un sólo crítico literario que no me descalificara diciendo que en mi literatura se notaba que era mujer y que era (en sus palabras) «demasiado mujer».
Mi primera reacción ante eso, fue publicar mis libros en edición independiente. Mi segunda reacción al fundar una editorial con el padre de mi hija y ver que no estaba dispuesto a publicar mujeres, fue crear mi propia editorial Cascada de Palabras, cartonera en la que tuve que apoyar impulsar y empujar para que las mujeres comenzarán a publicar y en la que he logrado paridad, de hecho, desde el 2015 hay más poetas y literatas que varones porque ellas han aceptado el reto y se han sumado al boom literario y poético femenino del siglo XXI.
La lista de nombres inició con menos de dos decenas, pero 24 horas después comenzó a crecer, se salvan muy pocos y siguen las «justificaciones» que señalan que los escritores «no se dan cuenta de su violencia», que «así han sido educados», que «está difícil entender que cometen violencia contra sus colegas porque siempre hemos vivido en este sistema heteropatriarcal».
Acoso, hostigamiento y violación son los delitos más señalados por las escritoras jóvenes de México en las redes sociales, a partir del «Me Too Escritores Mexicanos».
Han decidido tomar las redes y denunciar públicamente a sus agresores, han decidido dejar de guardar silencio y siguen siendo cuestionadas a falta de denuncias penales en contra de los agresores, ellas argumentan la impunidad en un sistema judicial heteropatriarcal como principal motivo para no denunciar en MP.
¿Alguien puede culparlas? Es verdad que al denunciar el sistema te re-victimiza, no es gratis que la jefa de gobierno de la Ciudad de México haya decidido contratar abogadas para que sean MP y haya una en cada una de las oficinas del ministerio público (que francamente me parecen pocas y que, creo yo, debieran estar acompañadas también de agentes judiciales femeninas y juezas para aminorar el sesgo y la discriminación de género como principal causa de la impunidad de agresores sexuales y violentos misóginos).
Lo cierto es que el sistema judicial está plagado de omisión y complicidad entre varones que impiden acceso a la justicia de las mexicanas.
Lo cierto es que nuestra sociedad está plagada de violencia misógina normalizada.
Lo cierto es que entre la ciudadanía continua la violencia de género que descalifica este tipo de acciones feministas.
Lo cierto es que al feminismo en México como en otros lugares del mundo se le llama Faminazismo, como si las mujeres mataran, violaran y agredieran en igual número y circunstancias que los varones agresores.
Queda por delante un gran camino de concientización y visibilidad de la inequidad social, política, cultural, artística y de otras índoles en las que las mujeres tienen que trabajar más duro que sus colegas masculinos.
Si los escritores emergentes tienen que trabajar duro y sortear las mafias literarias, las escritoras y poetas tenemos que enfrentar eso y a la misoginia que impera en el mundo literario.
Tal vez todo se trate de una generación empoderada que conoce sus derechos y se atreve a denunciar, tal vez se trate de la situación de violencia extrema que las mexicanas enfrentamos hoy (la cifra de feminicidio ha subido a 10 víctimas cada 24 horas, el país es primer lugar en violencia sexual en contra de niñas, jóvenes y adolescentes, aunque mujeres adultas de todas las edades no estamos exentas).
Tal vez es tiempo de dejar pasar las cosas, quedarse calladitas y «ser bonitas».
Tal vez es tiempo de que los mexicanos sean más conscientes de la normalización de la violencia de género y sin impunidad sería más fácil erradicar el problema, sólo que para lograrlo no sólo cuenta dejar el silencio sino denunciar, aunque no pase nada, aunque se nos re-victimice, aunque se nos señale como las culpables de que se nos violente. SEAMOS NECIAS, exijamos que se cumpla la justicia.