Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de julio de 2023.- El Instituto Nacional Electoral ordenó al presidente Andrés Manuel López Obrador no intervenir en el proceso electoral. Sobra decirlo, pero tal decisión obedece a la intemperancia del mandatario frente a todo critico u opositor, lo que, tratándose de los comicios, incide de manera directa.
La forma clara y con frecuencia ofensiva de descalificar a la oposición motivó lo dispuesto por el INE, algo que el mandatario dijo acatar, pero en términos que anuncian formas más agresivas de injerencia, pues declaró que lo hacía “bajo protesta”, ya que, a su juicio, limita su libertad y le impide, dijo, “informar al pueblo que hay un grupo al que está acechando porque quiere regresar al gobierno para robar, para quitar al pueblo su futuro”.
AMLO agregó que su obligación como jefe de Estado es luchar por la justicia y la democracia, en lo que tiene razón, pero precisamente porque justicia y democracia son conceptos con múltiples aristas, nadie es poseedor de la única versión válida, y es deber de quien encabeza toda la nación escuchar y valorar los diferentes puntos de vista.
Contradice el presunto acatamiento una pregunta que el Ejecutivo se hizo en la mañanera del pasado martes: “¿Cómo es que no voy a advertirle a la gente que hay una pandilla de rufianes que quieren tomar de nuevo el gobierno para saquear y mantener en el abandono a la mayoría de los mexicanos?”.
Para referirse al frente PAN, PRI y PRD, al que llamó “bloque conservador”, lo acusó de que tiene una estrategia para “engañar a la gente”, porque el pueblo de México desea y necesita gobernantes honestos (como él, debemos suponer) y “no falsarios, no gente hipócrita, no ambiciosos vulgares, no gente que tiene como Dios al dinero, que lo único que le importa es lo material, acomplejados que tienen que vivir colmados de lujos, de atenciones, de privilegios…”.
Al llegar a ese punto, todo indicaba que el Presidente se refería a Eduardo Ramírez Aguilar, su compañero de partido y presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, quien vive en un penthouse que vale 22 millones de pesos, aunque no está a su nombre, sino al de Julio Hernández Domínguez, un humilde campesino chiapaneco que no reuniría ese dineral ni en varias reencarnaciones.
Por supuesto, lo dicho por López Obrador no se refería a Ramírez Aguilar, morenista como él, pues el jefe de Estado suele repetir que él y los suyos no son lo mismo que los políticos de la oposición, aunque con demasiada frecuencia lo parezcan.
Tampoco, suponemos, se refirió AMLO a Ignacio Ovalle, quien fuera cabeza de Conasupo en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y responsable de comprar para consumo humano maíz amarillo que se emplea para alimentar cerdos o leche contaminada. Ovalle es quien en el presente gobierno dirigió Segalmex, donde dio altos cargos a “gente con malos antecedentes, a corruptos” (AMLO dixit) y cerró sus ojitos ante los enjuagues de sus subordinados, que robaban y especulaban con dinero de esa firma estatal, pero, según el Ejecutivo, todo fue un error debido a que Ovalle “se confió”, y para premiar su ineptitud o ceguera le dio otro cargo. Pero no son iguales.
En medio de todo, el mandatario dijo que haría una pausa en sus cotidianos ataques contra los de enfrente. Sin embargo, de inmediato, la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal convocó al INE a “evitar actuaciones arbitrarias por presiones mediáticas o de índole política”. Lo anterior no se refería a la guerra verbal desplegada por el Ejecutivo contra el INE desde principios del sexenio, sino al acuerdo que pretende evitar la intervención de AMLO en el proceso electoral.
No pocos políticos de Morena, lo mismo que periodistas-alfombra, consideran que se priva al mandatario del derecho a expresarse. Olvidan que lo hace valiéndose de medios públicos, esto es, a costa de los contribuyentes, entre los cuales hay simpatizantes de la 4T, lo mismo que críticos y adversarios de López Obrador.
Quien habla más se equivoca más, nos decía un profesor universitario. Por eso cobra importancia lo que, sin mencionar nombres, dijo ayer el minieditorial llamado Rayuela del diario La Jornada: “A lo mejor, antes que hacerle un mal, le están haciendo un bien”. Si lo entiende, saldrá ganando.