Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de octubre de 2021.- El gobierno mexicano enfrenta enormes presiones por el arribo multitudinario de migrantes. Son hombres, mujeres y niños procedentes de algunos países centroamericanos y más que nada del Caribe.
Bajo presión de Washington, nuestras autoridades aceptaron convertirse en policías fronterizos, pues en el río Suchiate se pretende contener el arribo a territorio nacional, mientras que en la frontera norte se trata de evitar que los migrantes ingresen a la llamada Unión Americana, que una y otra vez los regresa a México.
Por lo anterior, resulta insostenible lo dicho por Marcelo Ebrard ante el Senado: “México no es muro de contención migratoria de Estados Unidos ni mantiene una actitud de subordinación al gobierno del presidente Joe Biden”. Hasta ahora por lo menos, México sí funge como guarura fronterizo del vecino del norte.
Por supuesto, los mexicanos tenemos una larga y triste experiencia en lo que se refiere al éxodo que viaja hacia la llamada Unión Americana. Actualmente hay en territorio estadunidense entre 12 y 13 millones de nacidos en México, que con los hijos que han tenido allá suman no menos de 25 millones de personas.
Conocemos muy bien la brutalidad con que algunas autoridades estadunidenses tratan a los migrantes pobres de México, Centroamérica y el Caribe. El desprecio, la violencia, las deportaciones y toda clase de abusos han sido desde el siglo XIX lo que caracteriza el trato a los mexicanos por parte de las autoridades estadunidenses.
En alguna época, ese mismo trato se propinaba también a irlandeses, italianos, polacos y personas de ciertas nacionalidades europeas. Ni qué decir de los mexicanos que vivían en el territorio que nos fue robado en la guerra de 1847, quienes se convirtieron en parias dentro de la tierra que había sido de sus antepasados.
En el último tercio del siglo XIX, la brutalidad también cayó sobre los chinos que intentaban penetrar en territorio yanqui en busca de trabajo. No fue mejor el trato que recibieron en México, donde hubo persecuciones, despojos y vergonzosas matanzas generadas por prejuicios racistas. La política antichina llegó al extremo de deportar no sólo a los orientales, sino incluso a sus esposas mexicanas y a sus hijos.
Desde la prehistoria, el género humano ha recurrido al nomadismo en busca de una vida mejor, y esa justamente ha sido y es la razón de que hoy la gente se desplace de un lugar a otro. La causa es siempre la necesidad, y lo confirma la triste situación de varias naciones centroamericanas, la escasez en que han vivido los cubanos durante décadas y la tragedia de Haití, una nación tradicionalmente pobre y hasta miserable, la que ahora vive en límites inhumanos por sus pésimos gobiernos y una economía que era muy débil y hoy está en ruinas.
A lo largo de su historia independiente, México ha recibido grandes oleadas de extranjeros que aquí han hallado refugio y oportunidades. Esos migrantes han luchado junto a los mexicanos contra las invasiones extranjeras y las dictaduras, han creado emporios comerciales y grandes industrias, se han desempeñado eficazmente en la educación, entre ellos ha habido grandes científicos, deportistas y creadores artísticos que nos enorgullecen.
Una ojeada a la historia de las migraciones nos muestra que éstas son factores de progreso. Por eso mismo, las autoridades mexicanas deberían plantearse toda una política de integración para esos seres humanos que hoy buscan la solidaridad de México. Son y representan una fuerza extraordinaria. Con su desplazamiento a través de miles de kilómetros y por varios países han demostrado una inquebrantable voluntad de progreso. Es momento de tenderles la mano y reprobar toda actitud xenófoba o racista.
Todos, absolutamente todos los seres humanos somos migrantes o descendemos de migrantes. Conviene no olvidarlo.