Emigrar, hazaña de la libertad
Foto: Isabel Mateos / Cuartoscuro
Por Gregorio Ortega
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de junio de 2019.- Emigrar en huida, correr sin destino seguro ni concierto ni apoyos, porque en tu “patria” de origen mueres de hambre, puedes fallecer debido a la violencia del narcotráfico o de grupos armados paramilitares, o porque el Estado, al que perteneces y debe protegerte, te la tiene sentenciada y van a matarte, junto con tu familia y de un momento a otro, se constituye en una verdadera hazaña, sin parangón.
Salir de Egipto resultó pan comido con lo que hoy sucede, al menos desde que se tiene noticia de los genocidios y los progromos, lo mismo a los kurdos y los judíos, que a los cristianos e islamistas. Yahveh estaba determinado a destruir a Faraón y su ejército; alimentó a sus hijos con el maná, de noche los iluminó con su luz, de día los abarcó con su sombra. Huyeron acompañados de su divinidad.
Hoy no, las abuelas dirían que salen corriendo de su casa, su ciudad y su país, a la buena de Dios, con una mano adelante y otra atrás, a menos de que se trate de la huida de capitales. Los intereses que se afectan son distintos y los resultados obtenidos por los que tienen dinero al emigrar, casi siempre son favorables, a menos de que sean timados o esquilmados por los brazos abiertos que los reciben.
Un territorio intermedio entre el origen y el destino puede ser visto como tercer país seguro, siempre y cuando en esa nación se cuente con recursos económicos suficientes para arropar, dar salud y alimento y educación, no a cientos o miles, sino a cientos de miles de refugiados que son víctimas de un modelo económico de desarrollo, que funciona como máquina productora de pobreza, de miseria, de violencia.
Pero las migraciones como la que ahora llama a las puertas de México, también son fuente de riqueza por actos ilícitos, porque se “trata” con personas que carecen de amparo legal y constitucional, porque les resulta imposible regresar y prefieren perder lo que tienen, incluida la dignidad, y convertirse en sicarios o prostitutos y prostitutas antes que dejar enterrada la esperanza de dar con su pálpito en otra ciudad, otro país, un refugio que les garantice lo esencial y definitivo: vivir.
¿Cuántos de nosotros somos capaces de percibir las sensaciones y sentimientos dados por la decisión de huir, con tus trapos, pero sobre todo con tus hijos y tu esposa o tu marido, porque en casa lo único que te retiene son tus muertos? Definitivamente es una hazaña de la libertad.