Esto no es una elegía por Lety Ánimas
Foto: @JesusRCuevas
Por Mario Martell
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de enero de 2021.- Poco a poco las redes sociales se han vuelto un anfiteatro.
La 4t perdió a uno de sus mejores cuadros.
Una guerrera de la sierra, así la bautizaron comentarios en redes sociales.
Lety Ánimas no se obnubiló con las fantasías emanadas de las gorgonas y demiurgos del anillo. Fue, quizás, una de las dos mujeres poblanas más cercanas al presidente de la República.
A Lety el futuro nunca le fue indiferente, diría Gieco.
“Yo me muero como viví”, fondo musical de esta no-elegía.
Lety fue fiel a sus convicciones cuando ni las encuestas ni las evidencias estaban en ese lado de la historia.
Como periodista de la sierra norte fue, en los últimos años, corresponsal del periódico Milenio entre el 2010 y el 2018.
Dio voz a la lucha de resistencia en contra de las mineras y detuvieron a varias de ellas.
Obligada referencia de lectura y de consulta sobre los pormenores de la sierra norte.
No sé sabe qué amaba más, si al periodismo o a su sierra.
¿Qué más puede pedir una ciudad que un grupo de reporteros valientes que cuenten las historias y sepulten los boletines? ¿Qué más puede pedir una ciudad que su gente busque el bien y la verdad en un mundo de posverdades?
Solidaria, escribió en el 2014 para El Guardián de la Sierra, un lúcido reportaje denunciando el ciberacoso que sufrió Olimpia Coral Melo.
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Cuando murió Selene Ríos, un 5 de diciembre de 2016, Lety y Enoé González Cabrera se encontraron en su funeral. Sus voces generosas se prometieron esa mañana encontrarse en diciembre en Huauchinango o en enero para cortar la rosca, en una metáfora del júbilo de la sierra.
Meses después, ese gélido septiembre de 2017, Lety regresó a Puebla para despedirse de su comadre Enoé en una sala mortuoria concurrida por la clase política.
En febrero del 2018 por iniciativa de Lety Ánimas y de un grupo de ciudadanos, el códice de Cuaxicala fue reconocido como memoria del Mundo de la UNESCO.
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El presidente le encomendó uno de sus más ambiciosos programas sociales: las becas Benito Juárez.
Desde la ciudad de México, Lety Ánimas recorría todo el país.
No fue una misionera del presidente ni de la 4t.
Abrazó algo más universal e intangible: la justicia.
Fue una militante por la vida.
Como lo había hecho en la sierra, caminó, sin selfies ni el protagonismo normalizado de políticos y servidores públicos, por las regiones de México, materializando el sueño de justicia social de la 4t para los jóvenes y niños.
El país le quedó chiquito.
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Cada vez que nos despedimos de alguien el mundo se empobrece. “Nuestro mundo” se angosta.
Pero al menos, esta indigencia, es también, una “pequeña puerta de esperanza” hacia la utopía de un mundo que sea otra cosa.
Si los gobiernos de la 4t hubieran sumado en los cargos de alta responsabilidad a perfiles con las convicciones de Lety Ánimas, hoy el país estaría encaminado hacia otro destino.
La honestidad, más que una virtud, es una consecuencia lógica de las convicciones. Una irregularidad más allá de los partidos o las ideologías.
Pero la dosis de la vieja clase política en los altos cargos ha vuelto a la 4T un coctel de placebos y de lugares comunes, porque ellos “sí, saben cómo hacerlo”, “porque son profesionales”.
Lety Ánimas desmintió esa creencia inoculada en el cuatroteísmo.
En la mañanera, el presidente de la República anunció el deceso de Lety. La voz se le quebró. Bajó la mirada: “.. una mujer extraordinaria, una noticia muy dolorosa.”
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“Buen camino mi ‘mana’.”
“Un abrazo, mi Diego.”
Escribió Beatriz Gutiérrez Müeller, amiga de la periodista. Gutiérrez Müeller compartió en sus redes una fotografía de sus mocedades. Lety cargando a su hijo Diego.
Olga Sánchez Córdero, la Secretaria de Gobernación, Luisa Alcalde, Secretaria del Trabajo, y el subsecretario, Alejandro Encinas; Ernestina Godoy Ramos, fiscal de justicia de la Ciudad de México
Lo mismo Epigmenio Ibarra que Pedro Salmerón, lo mismos sus amigos sin cargos públicos, sus lectores de toda la vida, Huauchinango entero y sus comunidades.
Quizás el pueblo bueno sí existe. Quizás Lety Ánimas sí lo conoció, lo palpó, o luchó con él.
Quizás sólo con el corazón, que mira todo lo invisible, se puede mirar al pueblo bueno. Quizás ese pueblo es un reflejo del alma.
Creo que ella sí lo vio, lo miró desde hace muchos años, desde su periodismo, su militancia política, su sagrada convicción de serrana y de mujer sin etiquetas, entre la neblina y el chipi chipi que nos espera a todos para siempre.