Falsos males y males verdaderos
Por Miguel Ángel Ferrer
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 17 de agosto de 2019.- La tasa de interés es el precio del dinero. Y un dinero barato estimula el crédito y, consecuentemente, el consumo y la producción. De modo que una baja en la tasa de interés sólo puede ser vista como una buena noticia económica, una sólida señal de que la economía marcha bien.
Comprar una casa, adquirir un automóvil, iniciar un negocio es más sencillo si la tasa de interés es baja o no muy alta. En este último caso, una tasa de interés moderada también estimula el empleo.
Pero una tasa de interés baja o con tendencia a la baja también tiene detractores. En particular el grupo social que vive del rentismo, que obtiene recursos de una masa dineraria acumulada. Así que, como se dice popularmente, una de cal por varias de arena. Un sector lastimado contra muchos otros, la mayoría, beneficiados.
En el caso mexicano actual, la reducción de la tasa de interés se combina con una tasa de inflación moderada y con tendencia a la baja. Estas dos variables son indicadoras de una economía estable. De una economía sin sobresaltos.
De dónde sacan entonces los detractores de López Obrador los malos augurios económicos. Hablan de focos amarillos, de indicios de recesión, de recesión técnica. Pero los datos económicos duros contradicen esas opiniones sin duda interesadas y sin bases objetivas. Se trata de juicios, opiniones y rumores que son parte de la guerra sucia contra el gobierno de López Obrador.
Esos detractores, sin embargo, no hablan de los verdaderos males de la economía mexicana que son la tremenda desigualdad y la muy extendida pobreza agudizada en los últimos cuarenta años, es decir, en el periodo neoliberal, en la época de las privatizaciones de la riqueza pública y de la corrupción gubernamental institucionalizada.
Y no sólo no hablan de esos males, sino que tratan de ocultarlos, disfrazarlos y minimizarlos. Durante años se engañó a la sociedad con cifras falsas sobre pobreza y desigualdad que reducían esos problemas a la mitad de su verdadera dimensión. Cómo reconocer la magnitud de esos flagelos sociales sin vincularlos con las políticas económicas neoliberales. Era mejor esconderlos en las cifras oficiales aunque fuera del todo imposible ocultarlos a los ojos de la población.
Este ocultamiento, sin embargo, no tenía sólo el propósito de lavarle la cara a las políticas neoliberales. Era también una estrategia para inhibir y descarrilar cualquier medida destinada a redistribuir el ingreso. Eso que capciosamente la derecha llama populismo y que, por el bien de todos, es parte principalísima de la agenda económica y social del gobierno de López Obrador.