¿Fin de sexenio adelantado?

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 09 de septiembre de 2022.- Un fantasma recorre México o, más bien, muchos: inseguridad, una economía que no crece, contradicciones e insuficiencias en el gobierno, militarización, desempleo, inflación, deficiente sistema fiscal, un discutible orden de prioridades, desencuentros entre poderes, divisionismo en el ámbito político y mil problemas más.

El empeño del Ejecutivo por mantener al Ejército en las calles, por prolongar la militarización de la Guardia Nacional y dejar intocada la ominosa prisión preventiva —cárcel sin sentencia— son muestra de que se insiste en una estrategia fallida, pues la violencia aumenta sin que tales medidas hayan resultado eficaces, como tampoco ha resultado aquello de “abrazos, no balazos”, que está en abierta contradicción con las otras medidas. Pero, en lugar en buscar nuevos caminos, se insiste en seguir las huellas de los tres anteriores gobiernos.

Como diría Perogrullo, la mejor manera de enfrentar la criminalidad es mediante la creación de empleos, pero eso implica desplegar una política económica de crecimiento, lo que, a su vez, requiere de un importante ajuste fiscal, algo que no está en el horizonte del actual gobierno.

Siempre habrá quienes opten por engancharse en la delincuencia. Por eso, un objetivo insoslayable debe ser desalentar el reclutamiento que realizan las mafias, de ahí la urgencia de ofrecer a la juventud opciones que propicien su incorporación al trabajo productivo y al estudio, lo que implica generar nuevas formas de capacitación y no necesariamente abriendo universidades patito, pues se requiere dar una perspectiva de responsabilidad social a las nuevas generaciones.

El actual gobierno ha retomado el tapadismo como fórmula de sucesión en el poder. En este renglón, algo se avanzó en la docena trágica del panismo, pues en esos dos sexenios los candidatos azules no fueron los consentidos del presidente en turno. Ahora, lamentablemente, se ha retomado el nefastísimo dedazo y, para acentuarlo, en forma ofensiva se tilda a los aspirantes de meras corcholatas. El supremo destapador, al dar el banderazo de salida a los aspirantes, ha provocado una enconada competencia en detrimento de las tareas propias de la administración pública, de por sí pauperizada por nombramientos que consideran meritoria la mediocridad.

En las filas de Morena se advierte una inquietud que presagia divisiones, pues hará mal cálculo quien suponga que el destape —sea quien sea el ungido— dejará contentos y tranquilos a todos. Más bien, lo que se advierte es una guerra intestina ya en curso, la que, inevitablemente, desembocará en una o más escisiones del partido al que pertenece AMLO o que más bien le pertenece a él.

Esa previsible fractura, que en otras condiciones beneficiaría a la oposición, en este caso puede ser una oportunidad pérdida, pues el PRI se muestra dividido y es evidente la ruptura de la coalición con el PAN y lo que resta del PRD. Ninguno de esos partidos cuenta, por ahora, con una figura de proyección nacional y de atractivo para los electores, la que necesariamente saldrá de Morena si los opositores aspiran a mantener alguna presencia.

Y mientras el Ejecutivo condena y los otros poderes se agachan, con gobierno y partidos de sacudida en sacudida, abajo, donde habitan los ignorados, hay un desasosiego que se manifiesta un día sí y otro también. Los conflictos laborales en la minería se eternizan sin que las autoridades se atrevan a actuar, se arroja a la calle a los desempleados de Mexicana de Aviación y no parece haber voluntad de resolver problemas del campo y de otros sectores.

En los últimos días, con el regreso a clases presenciales, han estallado huelgas estudiantiles en la UNAM y el Politécnico. Quien sepa leer los signos de la política entenderá que ahí está aflorando la inconformidad, no sólo de los estudiantes, sino de amplios sectores de la sociedad. ¡Cuidado!

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