Germán, gestor de cobranzas
Foto: Andrea Murcia / Cuartoscuro
Por Miguel Ángel Ferrer
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 25 de mayo de 2019.- Evidentemente Germán Martínez Cázares pensó que el gobierno de López Obrador iba a ser como el de Felipe Calderón. Que se podría entrar a saco en las arcas públicas. Que el lema del tabasqueño “no robar, no mentir, no traicionar” era una simple frase de campaña electoral.
Pero muy pronto, menos de dos meses después del inicio del nuevo gobierno, empezó a comprender que ya no había permiso para robar. Que ya no había, como en tiempos de Felipe Calderón (y otros), permiso presidencial para meter las manos (y hasta los codos) en el patrimonio nacional.
Pero, porfiado, Germancito decidió insistir en su propósito de saquear las arcas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Para ello se valió de una situación preexistente: el Seguro arrastraba una deuda fraudulenta con sus proveedores de mil millones de pesos.
Era una deuda fraudulenta porque fue producto del muy conocido sistema de la sobrefacturación, de compras a precios exorbitantemente inflados. Tan inflados que permitieran una enorme ganancia a esos proveedores, así como pagar jugosas comisiones a otros participantes en el atraco.
Sólo que ante la negativa de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a liberar esos mil millones hasta no ser auditadas esas compras, Martínez Cázares decidió tirarse a fondo en el intento de cobranza. Es dable imaginar que al propio Germancito se le había prometido una comisión por su trabajo de gestor de cobranzas. Digamos que del acostumbrado diez por ciento, algo así como 100 millones de pesos. O doscientos millones si la comisión ofrecida era del 20 por ciento.
En cualquier caso la comisión resultaba atractiva. Y también era atractiva la tarea, pues parecía una causa noble: pagar a los acreedores. Pagar lo que se debe es de gente honorable. De este modo Germán se hinchaba los bolsillos con dinero sucio y, al mismo, tiempo, no perdía su falsa imagen de honradez.
“Si no pagamos -dijo Germán- vendrá el caos del desabasto. Ya no podremos comprar medicinas y sufrirán innecesariamente los enfermos”. En México a eso se le llama asustar con el petate del muerto.
Sin embargo Germán y sus aviesos afanes se estrellaron con la verdadera honradez y firmeza del secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, y del propio López Obrador, quienes se negaron a convalidar el evidente atraco de Germán.
Y finalmente Germán salió del IMSS. No entendió que, en verdad, había llegado a su fin el permiso presidencial para robar, vigente durante los 40 años de la época pripanista. O lo entendió demasiado tarde.