ICAN: La cuenta regresiva al 21 de enero de 2021

Foto: ICAN Flickr

Por Jurgis Rudkus

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 30 de diciembre de 2020.- A mediados de 2017 gran cantidad de medios televisivos y de comunicación,  como el New York Times, se apuraron a publicar y analizar concienzudamente el significado “místico” de los tweets de Donald Trump. Sin embargo, paralelamente una noticia revelaba que China e India casi iniciaban una guerra.

Aunque no ha sido la primera vez que esas naciones tienen conflictos, la “trivialidad” del asunto no radica en la ausencia o poco interés que tienen las redes y medios de comunicación occidentales sobre los países orientales, sino que tanto India como  China -los países más poblados del planeta- cuentan con armas nucleares que podrían detonar en cualquier conflicto si alguno de ellos decide que es la hora de exterminar a su enemigo.

Tras la construcción de las rutas de la seda, principalmente la que se construye a través de la infraestructura carretera, China pretende llegar hasta Occidente (Alemania y otros países de Europa), atravesando y realizando acuerdos con países como Pakistán, en cuyas fronteras se encuentra India.

India a su vez no pretende relación alguna con el gigante chino ni mucho menos parece mejorarlas con Pakistán -cuyos territorios eran parte del Raj Británico. Desde su independencia, India y Pakistán han mantenido diversas agresiones por el territorio de Cachemira que, milagrosamente, no han desembocado en la detonación de bombas atómicas. Pero la buena suerte no siempre perdura, futuros conflictos entre ambas naciones, más la intervención directa de China como aliado de Pakistán no son cosa menor. ¡Noticia de último momento! esa triada de países cuenta con arsenales nucleares que poco importan en la escena internacional. 

Caso parecido es el conflicto en Medio Oriente, donde Israel -único país de la región que cuenta con arsenal nuclear- amenaza a Irán con su capacidad de aniquilamiento en megatones. Irán por su parte ha continuado  el enriquecimiento de uranio para disuadir a Israel y a Estados Unidos, sin embargo, cuando se habla del tema, siempre se culpa a “los demonios musulmanes”, representados en los ayatolas y políticos iraníes, olvidando mencionar que Israel ha tenido armas nucleares por décadas, otro escándalo (entre muchos varios de ese país) que nunca o muy poco se mencionan.

Zonas estratégicas globales a parte, como las reservas de hidrocarburos en el Mar Caspio, la península arábiga o la Cuenca del Orinoco, el objetivo de reunificar a la “Gran China” también podría escalar en conflictos de enorme proporción: la ocupación de Taiwán por tropas y arsenales chinos está latente. ¿Algún país entrará a la esfera de influencia china para defender Taiwán? No lo parece, pero recordemos que en la Guerra Fría, Estados Unidos tampoco se atrevió a ocupar Cuba. 

Pese a esos ejemplos tampoco se pueden hacer de lado los conflictos entre las principales potencias nucleares, específicamente Estados Unidos y Rusia, pero debería preocupar el hecho que, como lo dijo el historiador Eric Hobsbawm: “en 1914 un estudiante nacionalista [Gavrilo Princip] actuó en un rincón olvidado del mundo provocando un enfrentamiento de enormes proporciones ya que una de las potencias de aquel tiempo decidió tomárselo en serio”, “así estalló la Primera Guerra Mundial y, en circunstancias similares, puede volver a estallar”.

A pesar de la advertencia hay una “ligera” diferencia, pues en 1914 no existían las armas nucleares, armas supersónicas ni drones automatizados cuya capacidad de devastación no sólo asesinarían a más de 7 mil millones de personas, sino que dejarían un planeta en ruinas, oscuro y congelado.

Oficialmente hay nueve naciones que cuentan con armas nucleares: Estados Unidos, Rusia, Francia, China, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte; los primeros cuatro países son los principales productores de armas a nivel global y los principales predicadores de la paz. Ninguna de esas nueve naciones ha ratificado el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPNW, por sus siglas en inglés) de 2017 promovido por ICAN (International Campaign to Abolish Nuclear Weapons) y Naciones Unidas.

Así mismo y sin saber realmente quién de los aliados de Rusia o China mantiene intercambio nuclear, hay cinco países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) listos para hacer valer su “poder disuasorio”: Alemania (20 armas nucleares), Bélgica (20 armas nucleares), Turquía (50 armas nucleares), Italia (80 armas nucleares) y Holanda (20 armas nucleares).

Después del año 1945 varios países no se quedaron de brazos cruzados. La caja de pandora se abrió y los secretos de la descomposición del átomo son ahora de conocimiento general. Quizá próximamente veamos en Youtube un manual que diga: “Fabrique su propia bomba atómica en tan solo cinco pasos. Aprenda a cómo disuadir a sus vecinos con la MAD (destrucción mutua asegurada)”. 

Actualmente existen 44 naciones que si se lo proponen (con enormes inversiones económicas), pueden construir bombas atómicas (bombas A), y muy probablemente también bombas de hidrógeno (bombas “H”), como Japón, Irán, Arabia Saudí, Canadá, Brasil entre otros.

En la década de los 70, naciones como Egipto, Italia, Japón, Noruega, Suecia, Alemania, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Rumania, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Taiwán, Yugoslavia, Bielorrusia, Kazajstán, Ucrania, Irak y Libia tenían planes para fabricar bombas atómicas, pero afortunadamente declinaron, no por voluntad propia sino por la existencia del Tratado de No Proliferación. A pesar de ello, Estados Unidos ha sido históricamente el principal obstáculo para limitar y prohibir las armas nucleares. Respecto al TPNW de 2017 no ha sido la excepción.

En una carta obtenida por The Associated Press, Estados Unidos intentó boicotear el apoyo que daban su aliados al TPNW, advirtiendo de manera gansteril que   “hace retroceder el reloj de la verificación y el desarme y es peligroso […] Aunque reconocemos su derecho soberano a ratificar o adherirse al TPNW, creemos que ha cometido un error estratégico y debe retirar su instrumento de ratificación o adhesión”.

Las amenazas de Estados Unidos para detener el tratado de prohibición no funcionaron. La rebelión contra los amos de la guerra y la soberanía de los países económicamente pobres se demostró en la ratificación del tratado. Naciones como Nauru, Malta, Guyana, Laos, Trinidad y Tobago, Honduras y Bolivia, entre otras, son quienes han respondido al  TPNW. Curioso que brillen por su ausencia los países ricos como Estados Unidos y de la Unión Europea, ¿Acaso no son ellos la vanguardia pacífica y democrática del mundo?

Los países ratificantes del TPNW dicen más o menos lo siguiente: Ante una guerra nuclear, tenemos todo que perder, tanto los países grandes como los pequeños, industrializados o no, ricos o pobres padecerán la misma catástrofe;  ninguna nación se beneficia de un ataque nuclear, mucho menos en un sistema automatizado, sensible a cualquier ataque, que haría desaparecer toda urdimbre de civilización.  Con el Tratado, pretendemos un efecto dominó que inicie el fin de la construcción y uso de armas nucleares.

Justo en el cincuenta y ocho aniversario de la crisis de los misiles, el 24 de octubre de 2020, mientras la totalidad de los medios de comunicación tenían en sus portadas los berrinches y disparates de Donald Trump por su campaña de reelección o en la pandemia de COVID-19, el tratado de abolición de armas nucleares (TPNW) fue ratificado por el mínimo indispensable (50 países) para ponerse en marcha. Eso significa que todas las armas de destrucción masiva estarán prohibidas: armas químicas, biológicas, bombas o minas terrestres, bombas o municiones de racimo y, finalmente (el 21 de enero de 2021), las armas nucleares.

Todas las naciones parte de la ONU están obligadas a no construirlas ni a usarlas, todas las naciones deberán respetar el acuerdo. La tarea no será fácil. La presidencia de Donald Trump, quizás una de las más impredecibles en la historia, está por finalizar, pero no sucede lo mismo con el nacionalismo, la radicalización, el supremacismo, la intolerancia, ni el militarismo.

La esperanza no está en los dirigentes políticos ni en las empresas o corporaciones, depende de la acción de cada individuo en su comunidad y en el orden internacional hacer valer el tratado de abolición. El 21 de enero de 2021 se pondrá en marcha, sin embargo, será imposible su funcionamiento sin la presión y observación del conjunto de personas a nivel global. Un gran trabajo se ha realizado hasta ahora, pero falta mucho por recorrer, depende de nosotros.

“Este es un nuevo capítulo para el desarme nuclear. Décadas de activismo han logrado lo que muchos decían que era imposible: las armas nucleares están prohibidas»

Beatrice Fihn, directora ejecutiva de ICAN

 

“He comprometido mi vida con la abolición de las armas nucleares. No tengo nada más que gratitud por todos los que han trabajado para el éxito de nuestro tratado. Esta es la primera vez en el derecho internacional que hemos estado tan reconocidos. Compartimos este reconocimiento con otros hibakusha en todo el mundo, aquellos que han sufrido daños radiactivos por pruebas nucleares, por la extracción de uranio, por la experimentación secreta”.

Setsuko Thurlow, sobreviviente del bombardeo atómico de Hiroshima

Foto: Cortesía ICAN.

 

 

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