Joe Biden, Clarence Thomas y Anita Hill, ¿hay costo anímico?

Por Gregorio Ortega

Foto: Especial 

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 14 de marzo de 2021.- Para ascender en política es necesario tragar sapos y aguantar esos sinsabores que quedan magnificados en las mentes de los segundones, cuando los primeros tienen malos modos para mandar, como me cuentan que hoy exhibe el presidente mexicano. Todo costo anímico se olvida al ejercerse el poder.

Hemos mal valorado la personalidad del presidente Biden; al hacerlo así la relación de los jefes de Estado de México y Estados Unidos no ha sido correctamente evaluada, por lo que puede traducirse en rispidez diplomática y confrontaciones innecesarias durante las negociaciones en los temas de mayor trascendencia: geo seguridad, economía, narcotráfico, migrantes y, por el momento, salud. Las vacunas confieren poder.

El actual huésped de la Casa Blanca fue presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores en el Senado de su país, lo que equivale a decir que tiene perfectamente analizada y determinada la política que va a seguir con México; también presidió la Comisión de Justicia, donde fue responsable directo de la confirmación del juez Clarence Thomas como ministro de la Corte Suprema, a pesar de los indicios claros de acoso sexual de ese prestigiado jurista, en detrimento de la maestra y abogada Anita Hill.

A los que se interesen en el tema y deseen establecer analogías entre el feminismo de los presidentes de México y Estados Unidos, les recomiendo buscar y ver, con detenimiento, la película Confirmación, de 2016 y producida por HBO. Allí pueden estudiarse fortalezas y titubeos del entonces presidente de la Comisión de Justicia del Senado, cuando es sometido a presiones por parte de George H. W. Bush, entonces su patrón y dueño del Salón Oval. El texano estaba urgido de que Clarence Thomas, por razones raciales y de derechos civiles, fuese confirmado como el segundo ministro de origen afroamericano en la Corte Suprema.

La recuperación de una nota periodística permite entender la dimensión del problema: “Biden le expresó su arrepentimiento por lo que padeció en 1991, ha explicado su equipo de campaña, que esperaba que todo se quedara en una conversación privada. Pero la llamada no tuvo el efecto buscado en Hill, profesora de Asuntos Sociales, Derecho y Estudios de la Mujer en Brandeis University, y además activista contra el acoso sexual en el trabajo. No puedo quedarme satisfecha simplemente porque diga siento lo que le pasó, ha explicado Hill al diario The New York Times, tras hablar con el exvicepresidente en una rara intervención pública. Una cosa es que se me disculpe a mí. Pero debe dar una disculpa a otras mujeres y al pueblo de América porque sabemos lo decepcionada que mucha gente de todo el país quedó cuando vio aquello. Hablamos de gente que realmente ha perdido su confianza en el gobierno a la hora de responder al problema de la violencia de sexos”.

Supongo que ese hecho y esa disculpa son parte del pasado del presidente Biden, sabedor de que para ascender en política es necesario tragar sapos y aguantar esos sinsabores que quedan magnificados en las mentes de los segundones, cuando los primeros tienen malos modos para mandar, como me cuentan que hoy exhibe el presidente mexicano. Todo costo anímico se olvida al ejercerse el poder.

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.

Easysoftonic