José Martí y los Megaproyectos

Por Francisco Javier Guerrero

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 08 de noviembre de 2021.- Hace tiempo tuve una animada platica conmigo mismo y me pregunté si los grandes magnates de este mundo están cumpliendo los anhelos del prócer cubano José Martí. Ese revolucionario antillano proclamaba que todo debía conducir a lo general y a lo grande. ¿Y acaso los megaproyectos (MGPS) no son lo más alejado de lo pequeño y vilmente aislado? Recuerdo que un chico alumno mío me expuso alegremente que todo lo que empezaba con el prefijo “peri” le seducía, y ese peripatético joven llegó aparecerme periférico a la inteligencia, pero no le faltaba algo de razón. Actualmente cuando entramos a un gran centro comercial en algunas de las principales ciudades de México, nos sentimos como una especie de monarcas transitorios ingresando a palacios encantados, y no pocas personas se han sentido ofendidas ya que no podrán acudir al aeropuerto de Texcoco, que era como la concreción de sus sueños.

Naturalmente, cuando Martí se refería a lo grande, pensaba en nuestras trascendencias oníricas como seres humanos, en la amplitud de nuestras expectativas libertarias, en nuestras ansias emancipadoras. Y cuándo aludía a lo general, nos invitaba a salir de nuestros rincones obscuros, a tender lazos fraternales, a generar atmósferas solidarias.

Para los creadores de los MGPS lo grande y lo general tienen otros contenidos. Lo grande se refiere a obtener máximas ganancias, a Goliatizar el planeta sin que haya ningunos Davides, a ensanchar el culto al Becerro de Oro, a procurar la hinchazón de las cuentas bancarias. Y lo general se relaciona con el afán de conquistar todo el globo terráqueo y de ser posible también la luna, y los satélites de Marte en un futuro próximo.

¿Qué es un MGP?. Los MGPS cuentan con una historia añeja. Ya existían hace miles de años y entre sus expresiones se hayan la muralla China, El Taj Mahal, la ciudad sagrada de Teotihuacán, las pirámides de Egipto, la Catedral de Notre Dame y otros portentos. Pero los MGPS de hoy son el producto señero de la competencia oligopólica entre diversas compañías transnacionales ávidas de obtener grandes beneficios, y tal competencia se presenta en un escenario donde las pequeñas y medias industrias y comercio van siendo sometidos a los monopolios y oligopolios o simplemente desaparecen.

México ha sido uno de los lugares mayormente privilegiados para la instalación de MGPS. Nuestras principales ciudades han devenido en megalópolis contenedoras de MGPS: vistosos malls, grandes autopistas, relumbrantes salas de espectáculos, bien acondicionados aeropuertos, impresionantes estadios deportivos, fabricas automatizadas y un sinfín de vehículos modernos transitando por todos nuestros lares. En la frontera septentrional del país se han impuesto sucursales de empresas transnacionales, principalmente de origen norteamericano, que en muchos casos son prolongaciones de industrias médicas.

Constantemente se alardea de que los MGPS llevarán el progreso a la parte meridional de México, vendrán aludes de turistas y se crearán miles de empleos. Los campesinos en esas zonas abandonarán sus ejidos y comunidades y alegremente obtendrán empleos como empleados en oficinas fastuosas, como gerentes en centros comerciales, como guías de turistas, como empleados en hermosos yates o cuando menos se convertirán en botones de hoteles lujosos, a la manera de William Holden en la película Pinic, lo cual quizás les permita ligarse a alguien como Kim Novak.

Para los MGPS no existe ningún rincón de las vírgenes ni rincones vírgenes. Todo debe ser reterritorializado en pro de la consecución de grandes lucros. Se piensa que los MGPS son obras nacidas de los sueños personales del presidente de la república. Un buen conjunto de hombres y mujeres los consideran entidades progresistas y otros grupos los atacan virulentamente. Por lo general se ignora que se trata de instituciones planeadas y desarrolladas por una burguesía transnacional dividida en diversas fracciones con gran poder político y económico. No dudamos que el Tren Maya y el corredor transístmico aportarán algunas ventajas de la modernización a las poblaciones del sur de México, pero ya en el largo plazo, por ejemplo, de aquí a cinco o diez años, comenzará una polarización social. Los conflictos económicos y la degradación cultural, como bien lo han expuesto varios luchadores sociales y también notables científicos que no tienen la costumbre de escuchar el canto de las sirenas neoliberales. La mayoría de los pobladores del país no se opone a la modernización, sino al hecho de que se les quiera imponer una política oligárquica en ese campo.

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