Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de junio de 2023.- Las elecciones en el Estado de México (Edomex) y en Coahuila del pasado domingo 4 de junio, realizadas casi un año exacto antes de las elecciones presidenciales del 2 de junio del año próximo fueron el disparo de salida para la formalización de los requisitos que condicionarán las campañas que de hecho comenzaron desde hace más de dos años con la intempestiva declaración de Andrés Manuel López Obrador (Amlo) en la que mencionaba a tres miembros de su gabinete (Claudia Sheinbaum Pardo, Marcelo Ebrard y José Adán López) y al presidente del Senado (Ricardo Monreal) a los cuales se han agregado otros aspirantes, de entre los cuales surgiría su sucesor o sucesora, quienes de inmediato comenzaron sus labores de proselitismo. El peculiar talante autoritario despectivo de Amlo se expresó evidente desde este anuncio en que definió a los nombrados como “sus corcholatas”, apodo que se ha convertido en vox populi. Las lecciones de estas elecciones, las últimas antes de las presidenciales del 2024, dan muchas señales para evaluar sus características y posibles consecuencias.
Edomex-Victoria de Amlo, derrota del PRI
La victoria electoral de Morena en el Edomex representa uno de los mayores triunfos obradoristas. Edomex es el estado más poblado de la República con casi 20 millones de habitantes y rodea por el norte de este a oeste a la Ciudad de México con la cual integra la mayor concentración demográfica de la Republica con cerca de 30 millones, poco menos de la cuarta parte de la población nacional, que es la sede de las principales instituciones nacionales de la política, las finanzas, la cultura, el comercio, la industria, etc. Es la representación misma del mega centralismo que asfixia al país cuyas dimensiones enormes hacen de sus procesos espejo de los sucesos nacionales.
Con la victoria obradorista se puso punto final a uno de los pilares clave de lo que fue la hegemonía nacional casi totalitaria del priato durante el siglo XX. El legendario y poderoso grupo de Atlacomulco gobernó al estado y en varias ocasiones a todo el país durante 94 años y ahora será sustituido por el grupo de Texcoco que encabezan la candidata triunfadora Delfina Gómez y sus asesores cercanos. Con esta victoria Morena extiende su gobernanza al 70 por ciento de la población de México.
Sin duda se trata de un triunfo importante que es necesario analizar detenida y cuidadosamente. Es así por las dimensiones de la victoria y ante todo por lo que proyecta hacia las elecciones generales de 2024. Con las cifras de las elecciones que están siendo publicadas es posible apreciar con más detalle la real proporción de la victoria obradorista y sus consecuencias. Se trata ciertamente de un triunfo muy esperado desde hace años De hecho hace seis años la misma Delfina Gómez se enfrentó y perdió derrotada por el gobernador priista saliente Alfredo del Mazo. En la presente ocasión estaba anunciada la victoria de Morena, con encuestas de todo tipo, desde las que ordenaba el mismo oficialismo hasta las realizadas por la oposición. De hecho, fue la encuesta de uno de las más radicales publicaciones opositoras a Amlo, el diario Reforma, la que acertó con la cifra de 8 puntos de diferencia entre los resultados finales. Con éstos el triunfalismo morenista que se jactaba de una diferencia de dos dígitos, algunos llegaron a publicar que la diferencia podría ser de más de 20 puntos, se apagó y de hecho seguramente en sus liderazgos, empezando por Amlo, hay cierta preocupación de lo que parece imposible pero que se asoma ominosamente de acuerdo a ciertas advertencias, que el obradorismo pueda perder la elección presidencial de 2024.
Hay factores que advierten de peligros posibles como son la apatía de los electores revelada por la gran abstención de cerca del 50 por ciento del padrón electoral factor que afecta ante todo a los partidos perdedores pero también salpica a los triunfadores, no hubo interés popular amplio para participar, la abrumadora mayoría de la población joven está casi por completo ausente a pesar de que el hartazgo de la hegemonía priista en el estado mexiquense casi centenaria daba motivos más que suficientes. Por supuesto, por parte de la oposición de los partidos burgueses tradicionales la ausencia de alternativas progresistas y atractivas también es palpable. De hecho, esta suma cero de la confrontación entre los dos bloques en pugna por el botín del gobierno se expresó fielmente en las propias dos candidatas. Delfina Gómez acusada de delincuente electoral al haber sido la autora del atraco a los trabajadores del municipio de Texcoco cuando ella era la alcaldesa. El atraco consistió en el descuento obligatorio del 10 por ciento del sueldo de los trabajadores para apoyar “la causa” morenista. Alejandra del Moral, la candidata del bloque encabezado por el PRI, a su vez fue también denunciada por bien documentadas investigaciones de sus atracos durante su larga estancia como funcionaria de alto nivel de los gobiernos priistas mexiquenses por la periodista Teresa Montaño de The Guardian y El País.
En la derrota priista pesó su división palpable entre el gobernador saliente Del Mazo, quien impuso a Del Moral y el dirigente nacional del PRI Alejandro Moreno, alias Alito, que tenía otra candidata. Esto se hizo más evidente cuando después de las elecciones, el vocero oficial priista culpó sin tapujos a Del Mazo de la derrota, lo cual también en cierta forma el propio Amlo confirmó al salir abiertamente en su defensa y a quien los rumores abundantes consideran nombrará como embajador en España, en donde, por cierto, acompañaría a su primo en su exilio dorado madrileño, el expresidente Peña Nieto.
Otro factor es el hecho que Morena ni de lejos ha cuajado como partido como lo era el PRI en sus años de auge. En efecto, la inclinación morenista en apariencia estrafalaria por mantener la unidad con el pequeño Partido del Trabajo (PT) y sobre todo con el impresentable, descaradamente mercenario, Partido Verde Ecologista de México (PVEM) ha salido a relucir desvergonzadamente en su cruda realidad. Lo cierto es que para Morena representan factores imprescindibles para sus triunfos.
Por ejemplo, el análisis de los votos obtenidos por partido da números preocupantes de la real fuerza obradorista entre los mexiquenses. En los números de la alianza encabezada por Morena “Juntos Hacemos Historia” están incluidos los que resultan de los acuerdos firmados en papel que permite la ley electoral vigente conocidos como la cláusula de la Candidatura Común. Este apartado define la manera en que se deben distribuir entre los partidos firmantes los votos emitidos en favor de la coalición y es del todo favorable a los partidos satélites minoritarios de la misma. Debido a estos acuerdos electoreros, los números de la votación total por partidos en el Edomex correspondieron a los de la alianza “Juntos haremos historia” los siguientes: el 35 por ciento a Morena, el 10 por ciento al PV y el 7.5 por ciento al PT. O sea, sin el caudal de votos de los “pequeñitos partiditos” Delfina Gómez hubiera corrido el peligro de perder la elección, lo cual, exactamente fue lo que sucedió al candidato obradorista a gobernador en Coahuila.
Coahuila-Triunfo priista, fracaso obradorista
La aplastante derrota obradorista en el estado fronterizo norteño de Coahuila por la enorme diferencia de 30 puntos, (57 por ciento para el PRI contra 27 por ciento para Morena), es otra de las importantes advertencias que se derivan de las elecciones del 4 de junio pasado.
Ciertamente se trata de un estado que con sus 3 millones de habitantes es mucho más pequeño en población que el mexiquense, pero Coahuila es parte y representante de la vastísima región del norte mexicano en donde el enraizamiento social obradorista es menor que en el sur y en el centro de la República. Ese enorme territorio fronterizo que con Coahuila integran otros cinco estados (Baja California, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas) a los que se pueden agregar los otros tres estados vecinos directos de los anteriores (Baja California Sur, Sinaloa y Durango) reúne a más de 30 millones de habitantes mucho más sujetos a las presiones socioeconómicas provenientes directamente del poderoso país vecino. Es un espacio sociopolítico cuya trayectoria muy peculiar incluye etapas de influencias cambiantes constantes de tipo priista, también panista y sigue siendo más proclive a los virajes políticos y sociales. Con su triunfo en Coahuila, por ejemplo, el PRI logrará en el siguiente sexenio lo que no pudo culminar con su derrota en Edomex. En Coahuila en 2029 el PRI (heredero del Partido Nacional Revolucionario-PNR, fundado por los triunfadores de la Revolución mexicana en 1929) cumplirá su centenario de dominio hegemónico en la entidad junto con Durango el estado vecino.
Pero lo más importante del caso coahuilense fue la demostración de que Morena no es invencible. Y que su principal debilidad se encuentra en su interior y en sus alianzas. Precisamente las pugnas de Morena con sus dos partidos satélites en la interpretación de la cláusula de la Candidatura Común detonaron la división de la alianza. La aplastante victoria por 30 puntos de diferencia de Manuel Jiménez del PRI claramente se debió fundamentalmente a que tanto el PVEM como el PT decidieron postular sus propios candidatos a la gubernatura oponiéndose a la imposición obradorista que postuló al empresario minero, quien ya había sido gobernador anteriormente postulado por el PRI, Armando Guadiana. Cuando días antes de las elecciones la dirección de Mario Andrade logró reintegrar a los satélites a la alianza ya era muy tarde. El resultado fue que los votos de los tres partidos eran insuficietes para derrotar al PRI.
La estrategia obradorista
Amlo desde fines del año pasado ha demostrado claramente que es consciente que la victoria de su partido en las presidenciales no es inevitable, ni está blindada y lo que ha sucedido el 4 de junio pasado sin duda se lo ha confirmado. La principal demostración de lo anterior es su combate contra el Instituto Nacional Electoral (INE), cuya eficiencia y buenos resultados eran evidentes: precisamente la estruendosa victoria obradorista del 2018 fue organizada, monitoreada y confirmada por el INE. Pero su dirección no era obradorista y además su oposición la hizo patente en varias ocasiones frustrando y/o impidiendo maniobras y fraudes de Morena. El más célebre fue su decisión de echar abajo la nominación como candidato morenista a la gubernatura de Guerrero de un evidente delincuente electoral.
De allí la decisión obradorista de liquidar al INE. Su campaña detonó una gran oposición masiva ciudadana, en gran parte independiente de los partidos de oposición, pero ciertamente apoyada también por ellos. Dos enormes movilizaciones de cientos de miles en la capital y en diferentes ciudades de los estados en noviembre y febrero pasados cimbraron al gobierno obradorista que respondió también con la organización, recurriendo a los recursos del gobierno, de grandes concentraciones de apoyadores de todo tipo. Tal oposición a liquidar el INE fue la causa principal del fracaso de Amlo y como lógica derivación del proceso político que hoy determina la política, las pugnas de los bloques burgueses que se disputan el botín del estado: el recién llegado obradorista y el del desplazado representado por el PAN y ante todo el PRI, pero que en plena crisis se está transformando.
El objetivo central de Amlo era volver a un sistema electoral que le diera todas las ventajas en la competencia política, como en los años del viejo priismo, una repetición de la antigua Comisión Federal Electoral presidida por el Secretario de Gobernación. Sus propuestas se desarrollaron en varios planes. Primero fue el Plan A, consistente en reformar la Constitución, no lo pudo lograr porque perdió la mayoría calificada en el Congreso en las elecciones del 2021. Después vino el Plan B, que era una forma diferente de lo mismo pero que se presentaba a la aprobación del Congreso como legislación secundaria y fue sin discusión aprobada por la mayorá obradorista. La Suprema Corte de Justicia (SCJN) lo congeló. Ante el nuevo fracaso el Plan C se plantea la transformación total del poder judicial, la elección directa, como los diputados, de los jueces y someter nuevamente a la judicatura al viejo estilo priista. Por tanto, se ha desatado una campaña orquestada por el propio Amlo que busca lograr una repetición de una aplastante victoria electoral como la lograda en 2018 para imponer su autoridad también al poder judicial.
Con estas movilizaciones se demostraba que había materia ciudadana para la construcción de una plataforma opositora. Pero la oposición burguesa oficial, básicamente representada por el PRI y el PAN, como se ha visto en las elecciones pasadas sigue sin lograr coordinarse efectiva y firmemente. No se asoman propuestas verdaderamente nuevas y hay una carencia enorme de liderazgo. Sigue sufriendo al nivel nacional su tremenda derrota del 2018 y obviamente también sigue siendo el contenido central de la narrativa obradorista. Con motivo del anuncio oficial que señaló que el mes pasado las muertes por enfrentamientos de las bandas ya superan los números habidos en los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, Amlo en la mañanera en que comentó el hecho sin inmutarse repitió que era “la herencia” de dichos gobiernos.
Las elecciones del 4 de junio, al inaugurar abiertamente la carrera hacia las elecciones presidenciales del próximo 2 de junio, hicieron sentir su impacto de inmediato en el mismo presidente de la República. En la noche del 5 de junio, en una cena convocada por Amlo en la que asistieron los cuatro aspirantes principales a la candidatura presidencial morenista, una decena de gobernadores, secretarios y diputados, el presidente expuso las condiciones de la carrera que se iniciaba. Preocupado ante todo por mantener la unidad de Morena exhortó a los participantes a respetar las reglas y los resultados del método de elección de la candidatura que será a través de encuestas, que los perdedores serían recompensados de acuerdo al lugar que tuvieran, el primero sería el jefe de los diputados, el segundo de los senadores y el tercero tendría un lugar de la jerarquía de los secretarios de estado del próximo gobierno de la Cuarta Transformación. Como se ve, su propósito es por completo irrealista pues considera que la batalla por la postulación de Morena terminaría sin rencores como si nada hubiera sucedido en el próximo año que se desplegará a partir de hoy hasta el 2 d junio próximo. En el caso de Marcelo Ebrard no parece que será fácil evitar que si no sale como candidato obradorista se mantenga fuera de la lid electoral y ante las diversas ofertas que seguramente le harán, desprecie participar con alguno de los partidos de oposición. Y en el caso de Monreal, quien es el jefe morenista en el Senado no es creíble que se conforme con un puesto de menor jerarquía. De hecho, para el obradorismo se le complica el panorama de la elección de su candidato(a) presidencial pues los partidos satélites también tienen sus propuestas. El PT y el PVEM proponen que el diputado Gerardo Fernández Noroña y el senador Manuel Velasco, respectivamente sean considerados para la postulación.
Estas líneas las escribimos el 10 de junio, un día antes de la realización de la reunión del Consejo Nacional de Morena que se enfrentará al enorme desafío que representa la actual situación política que amenaza desbordarse. En sus mañaneras Amlo ha venido insistiendo que la sucesión presidencial no será al estilo del “tapadismo” priista. Que no habrá “dedazo” suyo que elija al sucesor(a) que se siente después de él en la silla presidencial. Muchas evidencias señalan lo bien fundamentada de la desconfianza popular ampliamente extendida a tales declaraciones. Han sido públicas sus muchas muestras de apoyo a Claudia Sheinbaum Pardo como su favorita.
Estamos frente a una situación en la que la misma supervivencia de Morena como organización política efectiva está en juego. Los sectores más incisivos lo comprenden así, se percibe incluso en algunos grupos de las propias filas del obradorismo. Por ejemplo, La Jornada, la publicación sino oficial, sí oficiosa del obradorismo, lo ha puesto claramente en el espacio titulado Rayuela de su última plana, en el que diariamente su dirección expresa en pocas frases un asunto central digno de ser materia de su opinión. Dice así: “¡Cuidado! El próximo domingo Morena pondrá la primera piedra de su construcción o el primer clavo de su tumba”. (La Jornada, 06.07.2023).