Periodistas Unidos. Ciudad de México. 12 de noviembre de 2021.- La juventud, dice el lugar común, es el futuro de la patria, el porvenir de la humanidad… Pues sí, pero no suele tomársele en cuenta, como lo muestran los estallidos estudiantiles y los movimientos sociales protagonizados por adolescentes o adultos jóvenes cuando se llega al hartazgo, lo que, a su vez, genera que algunos sectores cuelguen a los muchachos la etiqueta de irresponsables y faltos de compromiso, para pasar de ahí a la estigmatización e incluso a la criminalización.
Lo cierto es que, en su mayoría, los jóvenes tienen sólidas razones para su malestar. No pueden celebrar el desempleo, los exámenes de selección en la educación superior, la falta de instalaciones deportivas y otras limitaciones que les impone su condición. A lo anterior se agregan condenas familiares, escolares y sociales por la adopción de comportamientos, lenguajes, vestimentas y arreglos corporales que condenan las generaciones que los precedieron.
En una emisión realizada por Fuerza Ciudadana, organización juvenil que encabeza Gloria Alcocer, y con el respaldo del Instituto Nacional Electoral, Martín Faz, miembro del consejo del INE, aportó datos que muestran en forma contundente la insatisfacción de los jóvenes en el terreno comicial, representativo de su desencanto con la realidad que viven y sufren.
Dijo Faz Mora que quienes llegan a los 18 años acuden a las urnas en un porcentaje superior a la media, pero que a partir de los 19 años tiende a descender la participación electoral, al extremo de que sólo los mayores de 85 años votan menos que los mexicanos entre 20 y 29 años. Citó el consejero del INE cifras que deben preocupar a los partidos y a las autoridades, pues en 2018, cuando la participación nacional de los ciudadanos fue de 63.4% del total, la de los muchachos de 18 años llegó a 64.7 por ciento, pero la votación emitida por quienes tenían entre 20 y 29 años cayó a 52.8 por ciento.
Visto el caso de otra manera, del grupo de edad entre los 19 y los 34 años, 29.7 millones de personas, que representa la tercera parte de la lista nominal del INE, sólo votaron poco más de 16 millones. Esto es, que casi la mitad de quienes están en ese rango no advierten que el voto pueda llevar a la solución de problemas ni a la apertura de opciones satisfactorias.
Faz Mora, en una actitud autocrítica, dice que tal vez falte más difusión a los procesos electorales. Quizá, pero entre las causas probables agrega una que resulta más convincente, y es la falta de identidad con las plataformas de los partidos, entre otras razones por desconocimiento, pues, hasta ahora, la difusión se limita a formas de propaganda primitivas, elementales, meros guiños a un elector que no sabe para qué lo invitan a votar.
Es obvio que el actual esquema de los tiempos en radio y televisión ha mostrado repetidamente su ineficacia y requiere de una modificación que nos permita, a jóvenes y adultos, enterarnos de lo que propone cada partido, de su posición ante los problemas nacionales y, en el caso que comentamos, de sus propuestas específicas y viables para responder a las necesidades y anhelos de los jóvenes. Nada de eso se advierte en el hasta ahora limitado horizonte de la propaganda política, repetitivo hasta el aburrimiento, incapaz de renovarse, privado de imaginación, con las excepciones por conocer.
Para hacer frente al desinterés juvenil, Faz Mora demanda la “construcción de un Estado de derecho que asuma estas desigualdades estructurales”. Hay que estar de acuerdo, pues algo se podría avanzar en el plano constitucional y legal, que al establecer la paridad de género en los cargos públicos (no todos, lamentablemente), abrió el camino para que también los jóvenes tengan representación proporcional en los cargos de representación popular, lo que ofrecería una visión diferente de los problemas sociales. ¿Se podrá?