La caprichosa Reina

Por Jorge Meléndez Preciado

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 13 de septiembre de 2022.- La película, La Reina, de Stephen Fear (2006), nos muestra la decadencia del imperio británico, a pesar de que ahora en la mayoría de los medios informativos se quiera hacer un homenaje absurdo y banal, ya que  Isabel II de Inglaterra tuvo la fortuna de vivir 95 años, siendo 70 de ellos la soberana del país capitalista inicial.

Hay escenas realmente deslumbrantes en este filme.

En una de ellas, Tony Blair, quien había sido elegido primer ministro por el Partido Laborista, es apercibido que debe llegar y esperar a la soberana, y al despedirse de ella, que le posibilita asumir el cargo, tiene que retirarse sin darle la espalda. ¡Ridículo!

La esposa de Tony, a quien él le cuenta lo que debe hacer, le comenta que es no sólo un anacronismo, sino algo que muestra la tontería de la vida rancia y en declive de Inglaterra.

Ello contrasta con otra cinta: Las horas más oscuras de Joe Wright,  donde el Rey va a la casa de Winston Churchill, en plena segunda guerra mundial, y el primer ministro está desayunando y tomando su primera copa de güisqui, a lo que el aristócrata se asombra,  pero el dirigente lo calma diciéndole que es su costumbre cotidiana.

(Sabemos, desde hace mucho, que Churchill se bebía una botella de ese elixir diario; algo parecido, dicen los que fueron sus cercanos, hacía Jesús Reyes Heroles. Dos mentes privilegiadas, a pesar del consumo de este como otros satanizados productos).

Regresando a la cinta, La Reina, cuando se da la muerte de Lady D (princesa de Gales), el vago del marido de Isabel II, Príncipe Felipe,  mejor prefiere irse a cazar animales, una práctica salvaje y depredadora.

Blair insiste ante la mandamás debe ir al homenaje que le hizo el pueblo a la popular Diana, no obstante que falleció en el puente de L´Alma, en Francia, debido a la imprudencia de los fotógrafos, al lado de su amante Dody Al Fayed, un egipcio, hijo de un comerciante de grandes almacenes.

Diana, que ya no estaba con el actual Rey, el Príncipe Carlos, el cual amaba a Camila pero no quería desobedecer a su madre y casarse con esa insulsa mujer, recibió un homenaje sin paralelo, ya que dedicó parte de su vida a apoyar las causas de niños enfermos y luchar por los derechos civiles y naturales.

Al darse cuenta Isabel II de su error, después de muchos ruegos, tuvo que asistir al acto y quedó sorprendida de su falta de tacto político.

En Netflix, por cierto, hay varias series de cómo tratan estos señores del poder a sus sirvientes y a los demás pobretones. Entre ellos: Piso de arriba y piso de abajo.

Una fotografía reciente en las portadas de tres diarios, muestra algo terrible. Una señora bella le besa la mano a ese pusilánime, medroso y haragán del Rey y antes Príncipe Carlos.

La monarquía, que todavía queda en algunos países y se quiere restaurar en otros (¡horror¡), presenta  cómo el mundo no ha cambiado, no obstante que el gran revalorado, Carlos Marx, quien también vivió gran parte de su vida en Inglaterra, planteó que el trabajo es el creador de riqueza y no los bajos negocios, los sucios tratos a los ciudadanos  y el glamour que reiteran los medios informativos que ahora están desbordados por la muerte de ese parásito que reinó.

La suma que erogaba su país para esta señora, anualmente,  era de 23 mil 637  millones, aparte de ser dueña de terrenos y un hipódromo.

El mundo al revés.

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