La CDMX y lo pendiente
Foto: @Lycaones
Por Humberto Musacchio
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 04 de septiembre de 2020.- Algo está desfasado de la realidad cuando el gobierno capitalino, con bombo y platillos, anuncia que la estación Zócalo del Metro ahora se llamará Zócalo-Tenochtitlan porque, según informó la jefa del Gobierno capitalino, en 2021 se cumplirán 500 años de la gran derrota azteca y “en honor a nuestra historia previa a la Conquista” se está recuperando “su nombre original”, aunque nadie recuerda que hace 500 años esa estación del Metro tuviera nombre alguno, sencillamente porque no existía.
Y mientras miles de vendedores callejeros están desesperados porque no pueden llevar el alimento a sus familias, Claudia Sheinbaum anuncia que los nombres de otras estaciones también serán modificados, pues, para ella y sus asesores, “es una forma de recuperar la historia”.
Las declaraciones de la doctora Sheinbaum se producen paralelamente a la entrega de su II Informe de Gobierno, que destaca las medidas de austeridad presupuestal y su actuación ante la pandemia, que para ella era “la mejor manera” de hacerle frente a la emergencia sanitaria, algo dudoso si se tiene presente que la Ciudad de México, con sus cien mil casos de contagio y sus cerca de 11 mil defunciones tiene el triste liderato en ambos renglones, lo que muestra falta de previsión y de organización frente a la peste.
Es de celebrarse, eso sí, que, así sea con tardanza, se hayan adoptado medidas sanitarias, como la mascarilla obligatoria en ciertas zonas y establecimientos, la apertura de algunos espacios (pocos todavía) para los ambulantes o la entrada de funciones de negocios de los que dependen muchísimos empleos, aunque no está claro cómo evitarán más contagios.
Por supuesto, la austeridad se ha convertido en el gran tótem de las políticas de Morena en lo federal y local. Y está muy bien que cuiden los centavos, si bien esperaríamos que no perdieran de vista los pesos. Las políticas asistenciales del actual gobierno son plausibles y, sin ellas, peor le hubiera ido a un gran sector de la población. Pero eso no basta.
Es loable que Claudia Sheinbaum y otros funcionarios donen parte de sus sueldos y hasta comprometan sus aguinaldos para hacerle frente a la epidemia. Sin omitir el valor simbólico y electoral de tales medidas, lo cierto es que su monto es insignificante frente a la magnitud de los retos que afrontan el país y su capital.
Por otra parte, la austeridad es digna de encomio, pero no cuando sustituye políticas públicas que podrían encaminarnos a mejores soluciones. Existe un verdadero pavor a contraer deuda, pese a que en las actuales condiciones eso permitiría crear empleos y reactivar la demanda. No sobra recordar el consejo keynesiano de poner a unos trabajadores a abrir hoyos y a otros a taparlos.
Eso de los hoyos no es metáfora, pues en amplias zonas de la ciudad, muchas de ellas céntricas, las calles parecen haber sido bombardeadas. Un plan intensivo de repavimentación permitiría contratar a miles de trabajadores y dar un respiro a sus hogares, gracias a un ingreso que, no por pequeño, sería despreciable. De paso, eso sería mejor que alargar los camellones y poner postecitos en los cruces, medidas que entorpecen el tránsito y seguramente enriquecen a ciertos vivales.
Otro punto que la administración capitalina ha descuidado es el cableado urbano. Nunca en la historia de la ciudad hubo tal cantidad de cables de electricidad, de teléfonos y de internet. Frente a la ventana de la casa de este articulista corren 172 cables y de los postes semivencidos cuelgan los instaladores sus sobrantes. Recientemente, un camión se llevó un cable de alta tensión y se produjo un enorme chispazo y un apagón, afortunadamente sin víctimas humanas. Meter el cableado bajo tierra, como se hizo en el Centro Histórico, daría seguridad a los peatones, mejoraría el paisaje urbano y daría empleo a muchos miles de mexicanos que hoy están sumidos en la desesperación.
Y, ya encarrerados, cabría esperar que alguien le prohibiera a los patrulleros circular a toda hora muy lentamente y con la sirena abierta mientras juegan con el chupón, todo lo cual es una muy generosa manera de poner sobre aviso a los delincuentes, lo que, entre otras cosas, explica el auge de la criminalidad. En fin, que doña Claudia tiene trabajo pendiente.