La destrucción de Acapulco, la prueba del ácido de López Obrador

Por Manuel Aguilar Mora

Por Manuel Aguilar Mora

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 20 de diciembre de 2023.- El pavoroso huracán Otis destruyó por completo al puerto de Acapulco y a su población vecina Coyuca de Benítez la noche/madrugada del 24-25 de octubre. Una panorámica filmada pocos días después por un avión de la inteligencia estadounidense que se presentó restringidamente en las redes mostró que la región azotada por la furia de los vientos y la tormenta de Otis abarcó a una región mucho mayor. La devastación era total en el epicentro acapulqueño y se extendía con daños colosales y sintiéndose sus sacudidas muchos kilómetros más allá en el estado de Guerrero. Acapulco y Coyuca parecían territorios bombardeados. La devastación iba desde las playas y se profundizaba en el anfiteatro montañoso que rodea a la bahía lugar de asiento de una población constituida por los sectores pobres y de extrema pobreza que abarcan a su abrumadora mayoría con sus viviendas modestas de lámina, paredes de materiales livianos o madera destruidas que se extendían por todas las colinas desoladas. Palmeras arrodilladas, carros volteados, la Costera principal vía del puerto con montañas de escombros, torres sostenes de cables derruidas, los grandes edificios de los hoteles dejados con su esqueleto sin vidrios, paredes, puertas, vacíos, sin luz eléctrica, sin internet, sin agua potable, diluvios de lodo haciendo intransitable las comunicaciones terrestres, con sus almacenes y comercios saqueados por un vandalismo dual especial, uno el popular que iba tras los alimentos y los productos de uso cotidiano y otro el organizado por los poderosos carteles de delincuentes locales y de otros lugares concentrado en los artículos de consumo duradero (pantallas, monitores, computadoras, muebles, joyas, etcétera). En el caos resultante durante varios días inmediatamente después de la catástrofe la población vagó en busca de comida, desesperada y enojada esperando una ayuda que se tardaba en llegar. También en los primeros días en forma deliberada los informes oficiales subestimaban evidentemente el número de muertos como consecuencia de los efectos del huracán. Finalmente, las propias autoridades han reconocido que el número de fallecidos rebasa los 50 que se había considerado a un mes de ocurrido el meteoro. Por supuesto la cifra todavía desconocida seguramente es mucho mayor.

México se conmovió. Tierra de temblores, con una población acostumbrada a terremotos, algunos de ellos de dimensiones colosales Otis sin embargo sorprendió por una furia incluso desconocida para el propio Acapulco ya golpeado anteriormente por huracanes también muy fuertes como el Paulina que exactamente en otro octubre hace 26 años azotó al puerto. Pero Otis con su inmensa estela de devastación si ha superado a sus antecesores: se trata de la primera evidente terrible cosecha en la costa del Pacífico de la era del cambio climático en la que hemos entrado en el planeta. En el tsunami de informaciones, comentarios e interpretaciones de todo tipo que se ha producido con motivo del Otis una veta ha determinado la conversación dominante sobre el huracán, la reacción sociopolítica. Dos factores principales en gran medida explican tal situación. El primero es el ya mencionado cambio climático el cual, sin duda, como la humedad, está penetrando en la vida del planeta manifestándose como una preocupación central y el otro particular al momento político por el que atraviesa México marcado por la campaña hacia las elecciones presidenciales de junio próximo que se realizarán en un clima extremadamente polarizado. En estos días en Dubai, Emiratos Árabes Unidos se realizó la conferencia mundial COP28 en la cual los gobiernos del planeta han venido discutiendo y aprobando medidas para combatir la peligrosa tendencia que significa el cambio climático para la vida del planeta. Todo indica que, como ha sucedido en las anteriores cumbres mundiales de discusión sobre la protección del medio ambiente, también en esta ocasión se aprobarán medidas que en lo fundamental no serán realizadas por la abrumadora mayoría de los gobiernos, siendo los principales países provocadores de esta grave situación, o sea Estados Unidos y la República Popular de China, los principales infractores de tales decisiones.

Antes del Otis

La prueba para el gobierno autoritario de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha sido también decisiva y el impacto de Otis está marcando la recta final de su gobierno. Su reacción ha sido lenta y omisa. El 29 de noviembre a más de un mes de sucedido en su diaria conferencia mañanera AMLO seguía considerando el tema del Otis central en sus discusiones políticas con sus adversarios, repitiendo el mismo estribillo “poco a poco se va a ir conociendo más de lo mucho que se está haciendo en Acapulco, porque quisieron utilizar tal desgracia con propósitos politiqueros desde el primer día”. (La Jornada, 30.11.2023). Sin embargo, desde el mismo inicio de la crisis producida por Otis ha sido él mismo quien ha profundizado su discurso hostil contra sus adversarios, en lugar de concentrarse en las tareas de coordinación de la ayuda solidaria a los damnificados y enfrentar el gravísimo desafío que ha significado el Otis y sus consecuencias para  la reconstrucción de Acapulco, su región aledaña y el país en su conjunto.

De hecho, las evidencias son contundentes que muestran una conducta omisa, una negligencia extrema de ambos gobiernos obradoristas, el federal y el estatal (la alcaldesa de Acapulco, la gobernadora de Guerrero y los senadores y diputados del estado son de Morena), con respecto a la protección de la población de Guerrero. Quince días antes de hecho ya se anunciaban jornadas peligrosas para Guerrero con el paso de un huracán previo, el Max que asoló a Acapulco y comunidades vecinas. Un reportaje del paso de Max por el estado sureño relataba: “Las torrenciales lluvias de la tormenta tropical Max desbordaron ríos, arroyos y canales en el municipio de Tecpán de Galeana, donde además ocasionaron inundaciones, estragos diversos en viviendas e infraestructura urbana y arrastraron algunos autos, en Acapulco, Petatlán, Zihuatanejo y Atoyac de Álvarez el meteoro causó afectaciones de menor magnitud [….] Además, la carretera federa Acapulco- Zihuatanejo se partió a la altura del puente El Cuajilote, debido a un socavón […] La administración municipal de Acapulco, a su vez, pospuso la ceremonia religiosa que se celebraría […] para recordar a personas que fallecieron por el huracán Paulina el 9 de octubre de 1997.” (La Jornada, 10.10.2023). Esto sucedió sólo quince días antes que Otis arrollara a estos mismos lugares. Y también sólo horas antes de que Otis tocara tierra, el centro de prevención de huracanes de Miami comunicó al gobierno de las potencialidades enormes que se convirtiera en uno de la más alta clasificación, o sea del grado 5.

Después del Otis  

Ciertamente la intensidad del huracán Otis con sus furiosos vientos y tormentas fue una explosión desconocida de la naturaleza en el litoral del Pacífico. Parecidos fenómenos se han dado en las costas caribeñas. Cancún por ejemplo ha padecido también huracanas terribles, pero sus autoridades se han preparado para enfrentar sus consecuencias mucho mejor que lo que sucedió en Acapulco en octubre pasado.

Esta reacción gubernamental empezó la misma noche del 24 de octubre cuando el presidente de la República, antes de irse a dormir tuiteó un mensaje escueto previniendo a los habitantes acapulqueños de una tormenta tropical. Fue la única señal emitida por autoridad alguna a la población guerrerense. Esa misma noche la gobernadora de la entidad se encontraba en Nayarit y autoridades municipales de Acapulco asistían a una convención que se realizaba en esas horas en uno de los hoteles insignia de Punta Diamante. El monstruoso vendaval sorprendió literalmente a las autoridades federales (empezando por AMLO), estatales y locales.

A la mañana siguiente en su conferencia matutina AMLO reconoció que no tenía todavía información y decidió viajar inmediatamente a Acapulco a enterarse en persona de lo sucedido, pero su viaje realizado inexplicablemente vía terrestre se enfrentó a la imposibilidad de llegar a Acapulco por la carretera completamente rota, cubierta de lodo, obstáculos por lo deslaves y destrozos de troncos, piedras y materiales arrojados por el huracán. Un viaje de cinco horas tomó todo el día pues hubo tramos que el presidente y su comitiva de generales y funcionarios debieron recorrer a pie en medio del lodo. En Acapulco AMLO se dirigió a la Base Naval del puerto y decidió regresar de inmediato a la Ciudad de México, ahora sí en avión, para poder estar en la mañanera del día siguiente. No se dio información sobre esa que fue su primera de ocho visitas al puerto, todas ellas salvo una, sin que se participara de las mismas a la prensa.

Este comportamiento errático, para no decir caótico, de AMLO se convirtió en el patrón de las reacciones gubernamentales ante la catástrofe acapulqueña y la región aledaña. Desde un principio AMLO concentró todas las decisiones relativas a la tragedia de Acapulco con la resultante de una evidente desorganización en la forma en que se conformaba la respuesta gubernamental. Esta situación incluso se exhibió patéticamente en la falta de comunicación entre el propio presidente y su vocero oficial Jesús Ramírez Cuevas. Una de las primeras y desastrosas decisiones de AMLO fue cuando declaró un día después que la entrega de la ayuda a los acapulqueños se haría exclusivamente por medio de las fuerzas militares del ejército y la marina. Ramírez Cuevas contradiciendo abiertamente a su jefe exeó el domingo 29 de octubre: “Circulan en redes versiones falsas de que se impide la entrada de ayuda a Acapulco. Cualquier persona puede llevar ayuda al puerto de Acapulco. Pueden dejarla en Chilpancingo o dejarla directamente al puerto. Esas noticias falsas buscan desprestigiar la labor del gobierno federal”. (Milenio, 30.10.2013). El “desprestigio” no sólo del gobierno federal, sino del estatal de Guerrero y del municipal acapulqueño en la tragedia se lo ganaron ellos mismos a pulso.

Los pasos del oficialismo durante el primer mes de la tragedia son puntualmente la demostración del abandono institucional de la población acapulqueña y aledaña. Siguiendo su forma autoritaria característica AMLO se pasó por alto la Ley General de Protección Civil que se venía aplicando desde el terremoto de 1985, la cual en forma clara y definitiva promueve la acción solidaria y participativa de los tres niveles del gobierno de la República y de los organismos civiles y de todas las personas sin excepción.

Otro ejemplo escandaloso de ese caótico comportamiento oficial es lo relativo a la declaración oficial de 47 municipios del estado de Guerrero como una zona de desastre natural que se publicó en el Diario Oficial de la Federación el 2 de noviembre como resultado de los planes de la gobernadora Evelyn Salgado. Pero al día siguiente el mismo Diario Oficial publicó una Nota Aclaratoria en la que se comunica que la Declaración de Desastre Natural por el huracán Otis no es para los 47 municipios de Guerrero sino sólo para los municipios de Acapulco y de Coyuca de Benítez. O sea que de 47 municipios se reducía a sólo dos la zona considerada como afectada por el desastre natural. Hubiera sido comprensible una reducción de dos tres, hasta de 10 e incluso 20, ¡pero de 45 de los 47 originales! Sólo la decisión individualista y arbitraria de AMLO pudo realizar tamaña decisión. Es también un ejemplo patente del despotismo con el que impone AMLO sus decisiones y lo nulo que son las instancias que pretenden coordinar los procesos de recuperación guerrerense. Por ejemplo, la fantasmagórica Comisión Especial para el seguimiento de la Reconstrucción de Acapulco, creada el 2 de noviembre en el Senado y que está presidida por Félix Salgado Macedonio. El caso de este personaje, juez y parte en la tal Comisión, quien es el dirigente morenista principal de Guerrero, no pudo postularse como el candidato a gobernador en 2021 por haber sido acusado de violador y de irregularidades en el proceso electoral. Fue así como en un gesto tipo monárquico más que republicano, Salgado aceptó pero a cambio impuso como la gobernadora a su hija, absolutamente ignorante de las funciones administrativas y políticas del puesto como ha sido patente en la crisis actual, como su sustituta.

Muchos e igualmente escandalosos hechos muestran el manejo de colosal torpeza puesto en práctica por el obradorismo en esta coyuntura, conducta encabezada por los movimientos, decisiones y ocurrencias del jefe indiscutible. Un caso que se supo de inmediato dada la situación fue que el presidente había desde el inicio de su gobierno liquidado el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), un fideicomiso con cerca de 40 mil millones de pesos reservado para ser utilizado en tiempos precisamente como el provocado por el Otis. La justificación dada por AMLO fue la misma que dio para la desaparición de otros fideicomisos: “era la caja chica para alimentar la corrupción de los políticos”. Y al igual que otros casos parecidos, la medida era tomada sin analizar la función, sin perfeccionar y sanear los objetivos de una instancia que como se demostró fehacientemente era necesaria. El Fonden recibió del Banco Mundial 130 millones de pesos para la renovación del sistema meteorológico en 2012, de los cuales 32 millones tenían como objetivo aumentar de 13 a 21 los radares meteorológicos en funcionamiento. El 25 de octubre había sólo cinco funcionando en todo el país.

La reconstrucción de Acapulco

La reconstrucción de Acapulco es la tarea urgente que sigue. Se trata de una cuestión decisiva en la que han sido patentes las confusiones y las contradicciones que han prevalecido en la forma en que el gobierno ha reaccionado ante el desafío mayúsculo que significa la reconstrucción de Acapulco, literalmente la construcción de una nueva, de otra ciudad enteramente diferente a la destruida por Otis. La ineptitud, la mezquindad y la cruda omisión han sido las señales que han determinado la conducta del obradorismo al respecto.

Después de esa primera torpe decisión de ir vía terrestre al puerto el día de la tragedia, con los resultados grotescos previsibles, AMLO viajó otras varias ocasiones al puerto, pero sin informar al público y para reuniones no comunicadas, ni anunciadas, con los militares. Sólo al cumplirse el primer mes de la tragedia ofreció una conferencia pública en la Base Naval con la gobernadora y los marinos como espectadores. Allí se refirió a las iniciativas que ha puesto en práctica su gobierno consistente básicamente en asistencia directa a los damnificados: ayudas, créditos, exención de pagos de impuestos y de servicios, distribución de despensas y medidas parecidas. El traslado de miles de militares y de miembros de las brigadas del programa de Jóvenes Construyendo el Futuro. Pero no hubo reuniones reportadas con damnificados con los “baños de pueblo” a los que es tan afecto el presidente. Explicando estas ausencias con “el pueblo bueno que lo apoya” AMLO ha explicado que en Acapulco el clima no está para esas asambleas por el riesgo de “la provocación”: “No soy Andrés Manuel, soy el presidente y no puedo permitir que nadie me ningunee. O sea, prestarme, caer en una provocación. Que eso es lo que quieren.” (La  Jornada, 15.11.2023). Según él mismo es más importante para la toma de sus decisiones las acciones de algunos pocos provocadores que mostrarse presencialmente ante los amplios auditorios de los seguidores de su atribulado “pueblo amado”. ¡Extraña situación para un populista!

En ningún momento ha sido patente la existencia de un plan de reconstrucción, de un presupuesto calculado para hacer frente a las necesidades. Todo han sido informes, discusiones y decisiones tomadas de una semana a otra por AMLO, jactanciosas declaraciones de que el gobierno dispone de todo el dinero necesario para las necesidades de la reconstrucción acapulqueña pero en la práctica en la votación del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2024 precisamente días después de la catástrofe la bancada obradorista y de sus aliados en la Cámara de Diputados se negó rotundamente a destinar un peso a los damnificados y a la reconstrucción. El presupuesto aprobado equivale a nueve billones 22 mil millones de pesos (o sea 9 022 seguido de doce ceros), de los cuales ni un peso se etiquetó para hacer frente institucionalmente a la reconstrucción de Acapulco y de ayuda a sus damnificados. A lo más que llegó la solidaridad de los morenistas fue a decidir que un mes de sus dietas serían entregadas al fondo de ayuda a los damnificados: se trata de sólo 60 millones de pesos (¡!). El gobierno obradorista fuera del presupuesto aprobado se comprometió a destinar 61 mil millones de pesos especialmente al financiamiento de la reconstrucción, pero los cálculos reconocidos por diversas fuentes vinculadas a las instancias conocedoras de estas catástrofes consideran que la cifra requerida sería cinco o seis veces mayor. O sea que la reconstrucción de Acapulco costaría más que la refinería de Dos Bocas. Una reconstrucción además que no será rápida, que se medirá no en semanas o meses sino en años, para lo cual no se delinean ni avizoran los planes para llevarla a cabo. Eso sí promesas, buenos augurios y sueños son abundantes en los anhelos del presidente. “Tengo un sueño, el ideal que vamos a convertir en realidad entre todos, como están haciendo, de que ya en Navidad las familias van a estar muy contentas en Acapulco. Van a estar como lo merecen, muy felices. Ese es el compromiso no va a ver amarga Navidad.” (La Jornada, 31.10.2023). En efecto son sólo sueños, como dicen en inglés “whishfull thinking” (buenos deseos).

En la ocasión de su primera mañanera en el puerto efectuada precisamente en la Base Naval de Icacos al cumplirse el primer mes de ocurrido el cataclismo, AMLO definió la reconstrucción como el resultado de la acción de los damnificados, “la autoayuda de la población, lo cual no es algo del otro mundo” dijo él. Una forma poco elegante de explicitar un relativo abandono de las responsabilidades colosales de su gobierno en Guerrero. Mientras escribimos estas líneas más de 40 días después del desastre es claro que tal “autoayuda” no es ni con mucho suficiente. Precisamente la alcaldesa anunciaba hace unos días que había contratado 200 camiones góndolas para que recogieran las 300 toneladas de los escombros y los desechos amontonados que todavía quedaban en las calles y avenidas. (Milenio, 04.12.2023).

En la práctica en sus visitas al puerto, en sus reuniones dedicadas a la coordinación de las tareas de reconstrucción, AMLO se ha reunido, además de con los marinos y militares, con grupos de hoteleros, de las agencias aseguradoras y en general con los sectores burgueses para trazar las próximas acciones. En una reunión organizada por Francisco Cervantes del Consejo Coordinador Empresarial, dueños de hoteles de Punta Diamante y otros adinerados empresarios se comprometieron a realizar 46 eventos en el puerto en 2024. Congresos, convenciones, un Tour de France, un Spartan Race y hasta un concierto de Luis Miguel. También los organizadores del Tianguis Turístico hicieron lo mismo y para marzo prometen disponer de 3 500 habitaciones para turistas. La alcaldesa invita ya a los turistas a acampar en las playas que cientos de voluntarios limpian afanosamente. (Milenio, 03.12.2023). Decisiones de este tipo son enigmáticas y precisamente en la próxima Navidad de los días próximos veremos su realismo y eficacia.

La opinión de urbanistas, ecologistas, ingenieros y arquitectos no concuerda en absoluto con la forma de enfocar de AMLO la colosal empresa de la reconstrucción de Acapulco. Un grupo de ambientalistas, consultores y autoridades de protección civil que se han enfrentado problemas semejantes en Cancún lo dicen con claridad. La reconstrucción del puerto y de toda la zona dañada por el Otis debe actualizar o crear nuevos paradigmas, normatividades en materia constructiva, revisar los usos del suelo, asignar límites de densidad en vivienda y cuartos de hotel, así como un tope máximo a la altura de las edificaciones (no más torres de 20 o más pisos construcciones contraindicadas en las costas). Rediseñar la red eléctrica construyéndola subterráneamente para eliminar las torres de cableado que fueron especialmente golpeadas por el huracán. (El Universal, 27.11.2023.) La forma de enfocar de AMLO la colosal empresa de la reconstrucción de Acapulco es por completo ajena a la colaboración con científicos, al asesoramiento de expertos y la participación democrática de los ciudadanos involucrados que son vistos como objetos y no sujetos conscientes de una empresa colectiva, Él se reúne con subordinados, en especial militares y con incondicionales que no puedan contradecirle.

Por supuesto, se trata de una empresa colectiva democrática imposible de realizarse con la emisión de órdenes verticales desde Palacio. De hecho, la cuestión equivale a la construcción de un nuevo, muy diferente puerto de Acapulco, de asentamientos urbanos y de poblaciones rurales en su entorno, a tono con las necesidades y requerimientos del siglo XXI, del cuidado del ambiente, del uso de las nuevas energías limpias y renovables y, ante todo, de una participación democrática no de individuos aislados que dependen de su “autoayuda” sino de los conjuntos sociales, coordinados en una empresa colectiva democráticamente planificada.

Decadencia y renacimiento de Acapulco

El 5 de diciembre coincidieron en Guerrero AMLO en su octava visita a Acapulco y Claudia Sheinbaum su posible sucesora como la candidata de Morena a la presidencia, visitaba la Montaña en el norte de Guerrero. Ella prometió que cuando sea presidenta hará, junto con la gobernadora Salgado, un programa de reconstrucción sobre el cual no dio más datos, ni si se planificaba ya con AMLO. (El Universal, 06.12.2023.) Por su parte éste en su mañanera antes de ir a Acapulco informó de las cantidades entregadas a 250 000 familias para la limpieza de sus viviendas (8 mil pesos por familia o sea un total de 2 mil millones de pesos) y además anunció otras cantidades que se concederán próximamente para la reconstrucción de las viviendas a esas familias: cantidades entre 35 000 y 60 000 pesos que equivalen a una cantidad aproximada de 18 mil millones de pesos (alrededor de mil millones de dólares). Cantidades todavía ínfimas ante las necesidades enormes y sin que se avizoren planes que preparen las acciones especiales necesarias al respecto.

El nuevo Acapulco no sólo será el resultado del financiamiento. Acapulco es la ciudad de lejos más importante del estado con sus 800 mil habitantes que con los municipios aledaños se acerca al millón y representa aproximadamente el tercio de la población total del estado, pero contribuye entre el 70 y 80 por ciento a su economía, la cual a su vez depende directa o indirectamente en el 80 por ciento del turismo.

Tradicionalmente un estado de caudillos provenientes de las grandes haciendas y después de la Revolución de los negocios agrarios, el priato hizo de Guerrero una entidad gobernada despóticamente, con el famoso Rubén Figueroa, en los años setentas del siglo pasado, secuestrado por las guerrillas de Lucio Cabañas que desató después de liberado una feroz represión que pasó a la historia con el nombre de “la guerra sucia” cuya consecuencia fueron cientos de asesinados y la presencia omnipresente determinante de las fuerzas armadas que han impuesto el clima de violencia y represión característico en el estado.

Pero la complejidad de la situación no termina allí. A partir de los años ochenta y noventa se comenzó a extender el cáncer del narcotráfico en todo el país y Guerrero se destacó como una de las regiones más importantes del comercio de amapola. Las bandas de delincuentes proliferaron y se diversificaron ya no sólo en el tráfico de drogas sino de personas y como guardianes de las grandes corporaciones mineras canadienses instaladas en esos años. Por supuesto llegaron a Acapulco y aparecieron los cobradores de piso, los extorsionadores, los asesinatos (cabezas en hieleras, cuerpos destazados), negocios amenazados que tenían que cerrar. Precisamente un día antes de la catástrofe del Otis fueron encontrados 13 cadáveres de policías en el municipio vecino de Coyuca. El deterioro visible de los servicios de hotelería y en general, lucrativos para los negocios precipitó al mismo tiempo la precariedad y la desigualdad social. Guerrero es después de Chiapas el estado con un porcentaje mayor de informalidad de los trabajadores. Y Acapulco se convirtió en el epicentro de esta decadencia. Carlos Fuentes fue un testigo de excepción de esta tendencia del puerto. Como un visitante asiduo desde joven para disfrutar sus vacaciones en los placeres de las playas acapulqueñas ya en los años ochenta rebautizó al puerto como “Cacapulco”. (Citado por Enrique Serna en Milenio. 30.10.2023.)

El imperativo histórico

En el próximo junio de 2024 se realizarán las elecciones más grandes de la historia del país. Cerca de cien millones de ciudadanos serán convocados a votar por las personas que ocuparán la Presidencia de la República, las dos cámaras del Congreso de la Unión, nueve gubernaturas de los correspondientes estados, alcaldes, diputados locales, en total varios miles de cargos. Aunque hasta enero estarán registradas las candidaturas que participarán finalmente en las votaciones, todas las señales indican que fundamentalmente habrá dos bloques de partidos burgueses que se disputarán la Presidencia de la República y los demás cargos. Son dos bloques en muchos aspectos parecidos formados por personales provenientes de los partidos que han dominado la política en México desde hace más de un siglo. Los dos bloques son encabezados por mujeres, un hecho inaudito en la historia política mexicana. El bloque que encabeza Claudia Sheinbaum de Morena el partido del presidente, con sus aliados el Partido del Trabajo y el Partido Verde, al que las encuestas le dan la ventaja. El otro es el Frente que postula a Xóchitl Gálvez, lo forman el PAN, el PRI y el PRD o sea básicamente integrado por los tradicionales partidos dominantes antes de 2018 que constituyen lo que se ha llamado el Prian. Pero la configuración no es tajante. Precisamente en uno de sus discursos en Guerrero Claudia Sheinbaum arremetía contra Xóchitl por presentar un equipo que la acompañará en su campaña integrado por viejos y no tan viejos políticos pertenecientes a los gobiernos del Prian. Claudia Sheinbaum como es característico de los líderes burgueses de modo hipócrita ya que ella a su vez tenía la caradura de hacer ese reproche a Xóchitl teniendo a sus lados a dos exgobernadores prianistas: a Alejandro Murat quien fue gobernador priista de Oaxaca y a Javier Corral quien fue gobernador panista de Chihuahua, que sólo hace unos días decidieron cambiar de chaqueta para acompañar a la morenista.

Así no hay en los dos bloques alternativas representativas de los intereses inmediatos e históricos de los trabajadores, de sus aliados oprimidos y explotados en los amplios sectores populares que buscan las opciones cada vez más urgentes para la solución de sus numerosos problemas y necesidades. Cada uno de los bloques se identifican con grupos de grandes capitalistas que se pelean por el botín del Estado, de las relaciones internacionales y compiten por enriquecer a sus respectivas camarillas. Los del viejo Prian fueron derrotados electoralmente en 2018 por Morena pero los cinco años transcurridos del obradorismo no han sido mejores fundamentalmente que los anteriores. La posibilidad muy real pues ella lo dice una y otra vez, que Claudia Sheinbaum continue con el obradorismo, con su demagogia, con su corrupción, con su intolerancia es una realidad hoy percibida por amplios sectores que votaron por AMLO y que en 2024 ya no lo harán.

Para amplios sectores la gran traición del obradorismo con respecto a una de sus principales promesas de 2018 y de antes ha sido su postura ante las fuerzas armadas, el Ejército y la Armada. El pasado 20 de noviembre AMLO llegó a extremos grotescos en sus elogios a ambas instituciones, pilares fundamentales de la represión sistémica. Dijo él “Es muy satisfactorio el poder decir al pueblo de México que tiene a su lado como ángel de la guarda al gobierno democrático, al Ejército, a la Armada y a la Guardia Nacional para que nuestro pueblo pueda vivir con paz y bienestar”. Un gobierno “democrático” acompañado tan estrechamente por los socios militares como la política de AMLO ha planteado, haciendo prácticamente cogobernantes a las instituciones armadas, corre riesgos muy peligrosos de dejar de ser democrático y ceder su lugar, en los momentos difíciles, a los militares. Los casos han sido numerosos, incluido en México, de los golpes militares cuando éstos consideran muy débiles los gobiernos civiles.

En sus dos mañaneras de los días 2 y 3 de octubre pasados AMLO dedicó largos discursos a los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 y de la noche de Iguala del 25 de septiembre de 2014. Exculpó por completo en forma terminante la participación de los militares en la masacre de la Plaza de las Tres Culturas, participación, según él, ordenada y asumida política y moralmente por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz. En lo relacionado a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa fue incluso más allá. Refiriéndose directamente al grito multitudinario que se gestó en 2014 en todos los actos de protesta: “Fue el Estado” y argumentando confusamente una concepción estrafalaria según la cual el ejército es algo diferente al Estado AMLO desarrolló un razonamiento inverosímil exculpando también al presidente Peña Nieto y su subordinado el secretario de la Defensa Nacional Salvador Cienfuegos, este último incluso condecorado por AMLO. Para el jefe del bloque obradorista el ejecutor de la masacre de Tlatelolco y el cómplice de la desaparición de los 43 de Ayotzinapa es un “ángel de la guarda del pueblo mexicano”. Tamaña mistificación ningún gobernante mexicano había hecho, AMLO se ha desnudado por entero como un autoritario.

Así volviendo a Acapulco y a su reconstrucción, su destino no puede ser concebido fuera de los avatares nacionales. No sólo la tarea urgente es la reconstrucción de Acapulco. Su renacimiento no puede darse sin un renacimiento paralelo a nivel nacional. Y la realidad dura es ineludible: las necesidades sociales y políticas del pueblo mexicano no serán, no pueden ser, satisfechas dentro del sistema que sin cesar sigue generando violencia, desigualdad, vida cara, confusión enajenante y un futuro sombrío e incierto a la juventud, un sistema que cada uno de los dos bloques electorales burgueses representa. Tanto el de Claudia Sheinbaum como el de Xóchitl Gálvez son alternativas que condenan al pueblo de México a más de lo mismo. Sólo la fundación y forja de un partido de la población trabajadora, oprimida y explotada, una organización independiente y democrática enarbolando un programa anticapitalista, libertario, feminista, cuidador del medio ambiente e internacionalista podrá encabezar la verdadera revolución socialista transformadora y constructora de un nuevo puerto de Acapulco y de un nuevo país. Su construcción es la tarea prioritaria de todos los mexicanos y mexicanas fieles y leales al compromiso liberador y emancipador del pueblo de México.

* Manuel Aguilar Mora, militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS), profesor de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Autor de numerosos libros sobre la historia política, económica y social de México.

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