La fractura de la omisión
Foto: @henn_kim
Periodistas Unidos. Ciudad de México. 30 de julio de 2019.- Preciso decir que este tema me ha dado vueltas y vueltas, una y otra y otra vez, empieza a ser, una discusión muy particular entre la que revela y la que justifica, evidentemente no se llevan muy bien, su naturaleza no se los permite. Sin embargo es un amplio intento, llegar a mediar la diferencia entre la verdad y la justificación de su ausencia.
Y es que, que levante la mano quién de aquí, dice o ha dicho todo el tiempo la verdad. No te hace mala persona, no te escondas, ni te disminuyas, no voy a ordenar un juicio con la libertad que tengo de escribir y compartir mi opinión. Hablemos de la mentira, sin la menor o mayor tendencia a establecer un ligamento con la postura purificadora. Es cierto que hemos sobrepasado el límite de “la valía”, la aceptación de los gremios a los que queremos pertenecer, entonces descifrado así, existe una conducta socialmente aceptada, que denominaré en esta ocasión como el síndrome “queda bien para no perder”, todo inicia con la imperante necesidad de aprobación y reconocimiento, así es como se crea una falsa identidad que empeña a la real, ahí empieza la mentira más grande de todas, el autoengaño, y a partir de esa primera gran mentira, se van formando las sociales, las que ejercemos como oficio en nuestra vida cotidiana y las que labramos y ejercemos en nuestras relaciones personales, es así como se teje un mundo finito que va al ritmo de las manecillas del reloj de una bomba, sin importar que la mentira sea estratégicamente intencionada, lastimosamente autoinfligida u oficialmente disfrazada con los tintes de la omisión, es una bomba de tiempo que al estallar, deja mundos rotos, no imposibles de volver a unir, sin embargo, jamás quedan igual, y doloroso el estallido y dolorosa la reconstrucción de lo que se ha roto, sin importar que la mentira se disfrace con el argumento del error y quepa la duda de que lo fue, el dolor se manifestará sin remedio y oficialmente queda el libre albedrío de si se supera la perdida de la confianza (así sea en nosotros mismos) o se permanece en un sufrimiento incesante dónde todas las formas, son mentiras.
Hace unos años viví una experiencia en la que con el tiempo me hice experta en descifrar mentiras, al principio por terca, por querer entender el porqué y el para qué, cuando ya no tenía caso para mí, lo empecé a hacer, honestamente por puro gusto, me daba gusto escuchar la mentira cuando ya tenía la verdad encima con toda anticipación, y entonces disfrutaba de poner trampas para revelar la verdad a toda costa, sentía una especie de justicia para mi alma, no, no hay victimismo y para nada un juicio, yo he sido mentirosa, en muchos momentos de mi vida, hasta que llegó un mentiroso más hábil, un “director y genio de la mentira” que me hizo “ver mi suerte”, y a través de una mentira que rompió mi corazón, me di cuenta de la cantidad de mentiras de las que formaba parte, siendo su creadora intelectual, cómplice o porque sencillamente me tocaba un roll, sin mi consentimiento. Y hablo de todas las mentiras de mi vida, desde la más simple, hasta la más compleja, sistema de creencia, ideas adquiridas, necesidades impuestas, dogmas impregnados, etc… ahí entendí que la verdad y la mentira son caminos, elegí desde ese momento, el camino de la verdad, mi verdad, no puedo decir que es el más placentero, porque sin duda, es el más difícil. Y tampoco puedo decir que por haber elegido la verdad, la vida sea más bella, mucho menos cuando aprendiste a amar y ver la belleza en todas sus formas. Toda palabra e idea construye o destruye, por supuesto que no es de un segundo a otro, a pesar de que sigo caminando por el camino de la verdad, a pesar de que muchas fueron mentiras blancas, pequeñas, inocentes, algunas hayan sido con dolo, aunque otras hayan sido sin querer o por haber sentido la necesidad de hacerlas o darles poder, por más lamento que exista, los resultados revelan, sin importar el tiempo de su manifestación, no importa que la mentira más piadosa haya sido años atrás, la verdad siempre saldrá a flote, las consecuencias llegarán. Y asumir la responsabilidad de cada una de esas mentirotas, mentiras, mentiritas, mentirititas, es la mejor postura y el mejor gesto hacía nuestra alma principalmente, de eso sí puedo sentir certeza, honrar a nuestra alma, es asumir con responsabilidad nuestros actos y nuestras consecuencias, para avanzar, para crecer, para aprender, pero sobre todo, para aplicar lo aprendido.
Esa determinación se asume, considero, cuando realmente deseamos expandir nuestra existencia en una realidad en dónde nos vemos en paz el resto de nuestras vidas. Y esto no quiere decir que no respete a las personas que han determinado mentirse y mentir toda su vida, y mucho menos que las juzgue, logro entender que las mentiras atan, enlazan, y deshacerse de ellas es asumir las consecuencias y decidir qué hacer con ellas, porque sin duda, se pueden hacer de las mejores lecciones de la vida, lo asevero porque lo he logrado en algunas ocasiones de las que me siento orgullosa.
Me he encontrado tantas veces con mis resultados, al principio, cual infante, huía o me escondía de mis consecuencias, sin darle importancia a más, si tenía a quién echarle la culpa, lo hacía, evadía la responsabilidad por mi falta de consciencia, por mis escases y limitaciones, por falta de amor propio, amor al prójimo, amor por la vida y como transitarla. Considero que ni la verdad, ni la mentira son caminos fáciles, caminar la verdad es difícil, cada paso, cada uno, con esa fuerza cimbran y siembran y la mentira me parece que es tan fácil caminarla, así parece y así se siente, es el camino más rápido, y de pronto, todos y cada uno de los pasos dados te encuentran y toca inventar algo para cargarlos todos, porque son pesados y merecen la pena replantearlos, re direccionarlos, reivindicarlos, transformarlos, perdonarlos, y sólo así, abrir tal vez, una oportunidad para caminar más ligeros. No hay camino fácil, los que más fácil parecen, son espejismos de un cuento de hadas que este mundo dejo de manifestar muchos siglos atrás. Siento que la vida está pidiendo menos pasos en falso, menos arboles sin raíces, menos cuerpos sin consciencia, menos falsedad, menos superficie, más realidad y profundidad.
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