La lección de Cárdenas

Por Humberto Musacchio

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 21 de junio de 2024.- Se han desatado las especulaciones sobre la presunta intención del presidente López Obrador de instaurar un maximato. Él ha declarado que, al terminar el sexenio, se irá a su rancho, cancelará sus cuentas en redes sociales y sólo recibirá a Claudia Sheinbaum, aunque advierte que no se abstendrá de opinar sobre los temas de su interés y, lo que es más grave, después de dialogar con quien le sucederá, dijo que, aun si se realiza el parlamento abierto que convino con ella, “es irreductible” su proyecto de que se elija a los integrantes del Poder Judicial por voto popular, en lo que “no dará marcha atrás”, lo que representa una herencia envenenada.

Al respecto, cabe recordar que, tras el asesinato de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles se erigió en el Jefe Máximo de las corrientes revolucionarias y, sucesivamente, impuso en la Presidencia a Emilio Portes Gil, quien fue un cumplido ejecutor de sus órdenes; a Pascual Ortiz Rubio, a quien llamaban El Nopalito porque lo suponían tonto y el caudillo se le impuso hasta que aquel Ejecutivo se hartó y renunció al cargo. Le sucedió Abelardo L. Rodríguez, sumiso, mientras el jefe lo dejara hacer negocios.

También, con la aprobación del Jefe Máximo, llegó Lázaro Cárdenas al más alto cargo de la República, pero ahí Calles se topó con pared. El historiador Ricardo Pérez Montfort, en su libro Lázaro Cárdenas, un mexicano del siglo XX, narra el estira y afloja que se prolongó desde la toma de posesión, el primero de diciembre de 1934, y se resolvió año y medio después.

La primera medida drástica la tomó el michoacano el 14 de junio de 1935, cuando pidió la renuncia a los miembros de su gabinete más identificados con el Jefe Máximo: Rodolfo Elías Calles, Tomás Garrido Canabal y Pablo Quiroga, secretarios de Comunicaciones, Agricultura y Defensa, respectivamente, y Abraham Ayala, jefe del entonces Departamento de Salubridad.

Emilio Portes Gil pasó de Relaciones Exteriores a encabezar el Partido Nacional Revolucionario, abuelo del PRI, e Ignacio García Téllez dejó la SEP para convertirse en secretario del mismo partido. En todos los casos, salieron los más identificados con el callismo para ser sustituidos por leales a Cárdenas o por quienes no se habían mostrado hostiles al Presidente.

Para entonces, avanzaba incontenible la organización obrera encabezada por Vicente Lombardo Toledano y alentada por Cárdenas. Los trabajadores del campo y la ciudad hacían grandes despliegues en favor de sus demandas, ante el disgusto de Calles y sus paniaguados.

Entre julio y noviembre, el Senado declaró la desaparición de poderes en Tabasco, Colima y Guerrero, con lo cual cayeron los gobernadores callistas de esas entidades. En diciembre fueron echados los mandatarios de Guanajuato, Sinaloa, Sonora y Durango. Todos ellos resultaron sustituidos por gente leal a don Lázaro.

En diciembre, Calles llegó de Estados Unidos y declaró que volvía a defenderse de las injurias de “algunos líderes obreros”. Como los generales Joaquín Amaro y Manuel Medina Veytia acudieron al aeropuerto a recibir a su caudillo, el general Cárdenas los cesó en forma fulminante de los cargos que ocupaban y, de paso, fueron echados del PNR Melchor Ortega, Luis L. León, José María Tapia y Fernando Torreblanca, todos ellos callistas relevantes.

Sin resignarse a la derrota, los seguidores del Jefe Máximo realizaron atentados dinamiteros en las vías ferrocarrileras y asaltos en las carreteras para mostrar la “inseguridad” que privaba en el país. El gobierno respondió con un cateo a la casa de Luis N. Morones, donde hallaron todo un arsenal.

En los primeros meses de 1936, los empresarios de Monterrey convocaron a un paro patronal en todo el país. Cárdenas se apersonó en la capital neoleonesa y declaró en tono de advertencia: “Los empresarios que se sientan fatigados por la lucha social pueden entregar sus industrias a los obreros o al gobierno. Eso sería patriótico. El paro, no”.

En abril de 1936, para responder a un atentado de los callistas contra el tren que regresaba de Veracruz a la capital del país, Cárdenas ordenó finalmente expulsar a Calles del país junto con Luis L. León, Morones y Melchor Ortega. El exJefe Máximo fue detenido en su casa mientras leía Mi lucha, de Hitler.

Es oportuno recordar esa historia.

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