La muerte del cacique + Video con entrevista

Por Román Munguía Huato

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 09 de abril de 2023.- El reciente suicidio de Raúl Padilla López, exrector de la Universidad de Guadalajara (UdeG), el dos de abril, cierra un largo cacicazgo universitario de 34 años, seguramente el más poderoso del país. Su rectorado (1 de abril de 1989–31 de Marzo de 1995) le sirvió para construir todo un edificio corporativo–autoritario–clientelar con cuatro pilares: El Consejo General Universitario (CGU); el Sindicato de Trabajadores Académicos de la UdeG (STAUdeG); el Sindicato Único de Trabajadores de la UdeG (SUTUdeG); y la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU). Al margen de los posibles motivos que le orillaron al suicidio, y de lo que viene por suceder, lo cierto es que construyó un emporio político y económico patrimonialista para enriquecerse él y su grupo político amafiado.

Juan Rulfo dijo que “Pedro Páramo es un cacique. Eso ni quien se lo quite.  Hombres que adquieren poder mediante la acumulación de bienes y éstos, a su vez, les otorgan un grado muy alto de impunidad para someter al prójimo e imponer sus propias leyes. No hay en ello, pues, ninguna metáfora, si acaso cierta metamorfosis que los convierte, por asociación, en consorcios o en sociedades anónimas al servicio de determinados intereses”. Tales rasgos los cubría plenamente el exrector (El Licenciado). Raúl Padilla llegó a poseer un gran consorcio con el Corporativo de Empresas Universitarias. En los hechos se adueñó de la UdeG no para una superación académica promoviendo sus tareas sustanciales, sino para obtener beneficios económicos, entre otros, con el showbusiness del espectáculo y la farándula. La política y los negocios han estado por encima de la academia; de ahí la profunda crisis académica y universitaria vigente, agudizada por las exacerbadas políticas neoliberales educativas, excluyendo a decenas de miles de jóvenes estudiantes. Ha sido y es la Universidad de los escándalos.

Todos los elogios y adulaciones delirantes –por su séquito cortesano burocrático, intelectuales, periodistas, etcétera– a la muerte del exrector tratan de ocultar el verdadero rostro de un cacique megalómano quien pudo haber dicho sin tapujos la ¡Universidad soy yo!, al estilo monárquico absolutista. Esta institución nunca ha abierto las puertas a ningún proceso democrático, por lo que es imperativo una profunda reorientación política en manos de su propia comunidad universitaria con propósitos estrictamente académicos para beneficio del pueblo jalisciense.

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