La UNAM, lo que falta

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 13 de octubre de 2023.- Como nunca, en el actual proceso para elegir al nuevo rector de la UNAM hubo una alta participación, no de estudiantes y profesores, sino de aspirantes al cargo, los que sumaron 17, la mayoría de los cuales se anotaron sin el suficiente currículum, pero sí con la ilusión de sacarse el Melate sin comprar boleto.

Se espera que hoy, 12 de octubre, se dé a conocer a los que libraron la primera selección. Veremos si pasa alguna de las cinco mujeres de la lista, las que, en su conjunto, representan menos de la tercera parte de las candidaturas, en una institución donde la matrícula femenina es mayor que la masculina. Es muy triste que en los 113 años de existencia de la Universidad Nacional y en los más de 300 de su antecesora, la Real y Pontificia Universidad de México, nunca —¡nunca!— ha llegado una mujer a la Rectoría.

Las candidatas son Laura Susana Acosta, directora de la Escuela Nacional de Estudios Superiores con sede en León, Guanajuato; Patricia Dolores Dávila, secretaria de Desarrollo Institucional de la UNAM; María Esperanza Martínez Romero, investigadora del Centro de Ciencias Genómicas y emérita del Sistema Nacional de Investigadores (SNI); Guadalupe Valencia García, coordinadora de Humanidades, y Luz del Carmen Alicia Vilchis Esquivel, profesora de posgrado en la Facultad de Artes y Diseño.

Como es obvio, quien tiene más posibilidades de pasar al siguiente filtro es Guadalupe Valencia, pues ocupa el puesto de mayor relevancia. Junto a ella debemos considerar a Patricia Dolores Dávila, que también desempeña un cargo relevante en la administración central, lo que, suponemos, tiene su importancia, pues parece lógico que quien ocupe la Rectoría tenga una visión amplia, de conjunto, de una institución sometida al más absurdo gigantismo.

De los varones, quien ha tenido hasta ahora más relevancia es el economista Leonardo Lomelí, quien actualmente ocupa el segundo cargo en importancia de la UNAM, el de secretario general. Por añadidura, es también el único que ha hecho un planteamiento para la profesionalización del profesorado, pues continuar con 80 u 85% de docentes “por horas” y sin estabilidad en el empleo condena a la Universidad a un mayor deterioro.

Llevar a Imanol Ordorika a la Rectoría sería para realizar grandes cambios en todos los órdenes, con una gran participación de la comunidad, pero su pasado como brillante líder estudiantil, un factor que debería serle favorable, operará en su contra ante la visión conservadora de la Junta de Gobierno.

Sergio Alcocer, investigador del Instituto de Ingeniería, intenta ahora, como hace ocho años, llegar a la torre de Rectoría. Veremos si esta vez avanza. Raúl Contreras, director de la Facultad de Derecho, ha tenido, hasta ahora, una exposición considerable en el proceso de selección, pero  señalan que entre sus amistades hay personajes indeseables.

Germán Fajardo Dolci, director de la Facultad de Medicina, apuesta a que continúe el predominio de los médicos, que, con excepción del cuatrienio de Jorge Carpizo, han monopolizado la Rectoría durante medio siglo. Sin restar méritos a los demás aspirantes, lo cierto es que no parecen tener los antecedentes y las relaciones necesarias para llegar al más alto cargo unamita, aunque posiblemente se trate de una percepción equivocada.

Lo importante, sea quien sea la persona elegida, es que atienda problemas que se han hecho viejos sin que se observe la intención de resolverlos. La profesionalización del magisterio es urgente, lo mismo que liberar a los becarios del Sistema Nacional de Investigadores del improductivo burocratismo al que están sometidos, pues periódicamente dedican buena parte de su tiempo a llenar formularios para mantener el “apoyo”, lo que orilla a muchos a recurrir al autorrefrito, cuando no al plagio, mientras que restan tiempo a la renovación del conocimiento.

Otras tareas son democratizar, en lo posible, la vida interna, exigir resultados, premiar lo que de veras valga, disciplinar al personal administrativo, liberar el auditorio Justo Sierra, hoy en manos del lumpen; desmontar el edificio H y combatir las plagas, no tanto las de chinches, sino las del favoritismo, la corrupción y demás lacras.

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