La urgente necesidad de defender la vida

Fotografías: Francisco Lion – COTRIC

El presente texto es resultado del trabajo colectivo de la Red Universitaria Anticapitalista

Por Leonel Vargas

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 20 de febrero de 2021.- Este 20 de febrero se cumplieron dos años del asesinato de Samir Flores, defensor del territorio. Sigue sin haber justicia para su familia y la comunidad. Samir pertenecía al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y el Agua de Morelos Puebla y Tlaxcala, organización que se opone al Proyecto Integral Morelos, un plan neoliberal que consiste en la construcción de una termoeléctrica en la comunidad de Huexca, un gasoducto que atraviesa varias comunidades de los estados de Morelos Puebla y Tlaxcala y un acueducto para transportar agua del rio Cuautla. Las comunidades se oponen al impacto ambiental y social que traen consigo estas obras, como la contaminación y despojo del agua, contaminación del aire, destrucción del tejido social, el riesgo sísmico y eruptivo de la zona por la cercanía con el volcán Popocatépetl, entre otras causas.

En medio de una crisis civilizatoria y ambiental, el cuidado del territorio se ha convertido en un problema existencial de suma importancia; activistas sociales, científicas y diversos organismos internacionales han hecho pronunciamientos sobre la necesidad de modificar los patrones de producción y consumo.

Desde los años sesenta y setenta del siglo pasado, en los países del norte surgieron organismos donde se reflexionaba en torno a los cambios que ocurrían en los ecosistemas, como consecuencia de la acción humana. Muchos de estos espacios propusieron soluciones que se pueden denominar como ecofascistas: se pensó en la necesidad de la reducción de la población en los países periféricos, por ejemplo. También, surgieron otras propuestas menos ligeras como la necesidad de un crecimiento cero en la actividad económica para reducir la huella ecológica y el consumo de combustibles fósiles. Sin embargo, estos discursos quedaron como propuestas superficiales para establecer un desarrollo capitalista sustentable que no observó a profundidad patrones de poder y estructuras de reproducción del capital y la explotación de la vida del planeta (humana y no humana).

En plena pandemia por el coronavirus, cuyas causas de origen muchas científicas han relacionado con la crisis climática, surgen propuestas de alerta desde diversas partes del mundo. En enero del 2021 se celebró la antesala del Foro Económico Mundial donde los sujetos más ricos del planeta (hombres blancos casi todos) reflexionaron en torno a la necesidad de crear empresas con perspectiva humana, salvar al planeta y crear economías más justas. En América Latina también surgieron otros espacios, como el Pacto Eco Social del Sur, con propuestas más críticas y organizadas para generar un cambio significativo. En este pacto diversos intelectuales se pronunciaron por meter el freno de emergencia a la gran máquina de acumulación capitalista cambiando la dependencia del petróleo, el carbón, el gas, y modificando los patrones de producción, consumo y distribución con miras al posdesarrollo.

Mientras tanto, en Latinoamérica pervive una resistencia de larga data donde diversas organizaciones del campo y la ciudad y diversos pueblos y naciones originarias ponen el cuerpo para defender la tierra y el territorio en el que habitamos. Estos defensores cuidan su entorno como una necesidad vital de sobrevivencia, van a las causas de fondo y combaten el capitalismo depredador. Proponen formas alternativas de producción y reproducción, desde el trabajo de la tierra con técnicas limpias, el cuidado de los bosques, montañas y ríos y la creación de modos alternativos de producción y consumo.

A principios de este año surgió una declaración por la vida donde se señala que la lucha contra la humanidad es mundial, anticapitalista, antipatriarcal. Una delegación mexicana conformada por miembros del Frente de Pueblos en Defensa del Agua y la Tierra, el Congreso Nacional Indígena – Concejo Indígena de Gobierno y el EZLN anunciaron una serie de encuentros alrededor del mundo, comenzando por Europa, para conocer y dialogar con los diversos abajos del planeta cuyos puntos en común están en “hacer suyos los dolores de la tierra: la violencia contra las mujeres, la persecución y desprecio a los diferentes en su identidad afectiva, emocional, sexual; el aniquilamiento de la niñez; el genocidio contra los originarios: el racismo; el militarismo; la explotación; el despojo; la destrucción de la naturaleza”. Se declara que la supervivencia de la humanidad depende de la destrucción del capitalismo y se invita, a quienes comparten estas preocupaciones, a participar y apoyar estos encuentros y actividades.

Ir a la raíz de los problemas es observar la construcción histórica y estructural del sistema capitalista. Atacar las causas ha sido una consigna de muchos defensores del territorio. Hoy se vuelve imprescindible estar al lado de quienes defienden la vida. Más allá de una ideología romántica, el cuidado del territorio y la lucha contra el capitalismo se convierten en necesidades de vida o muerte literalmente.  

¡Justicia para Samir!    ¡Agua sí, termo no!

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