La violencia contra las mujeres del cancionero popular: ¿Aprendiste a volar?, ¡pues te vas a volar!

Por Araceli Zúñiga Vázquez

Periodistas Unidos. Ciudad de México. 29 de agosto de 2019.- ¿Recuerdan esta escena de película del cine nacional? Jorge Negrete (¡nuestro charro cantor!) avanza seguro, atuzándose el bigote y arriscándose el sombrero. Ella se muestra un poco asustada pero también halagada. ¡Cómo no!, si es Jorge Negrete, ¡tan viril y cantándole con esa potente voz!

¡ Me he de comer esa tuna/aunque me espine la mano !

¿Les parece bonita, romántica, hasta nos hace suspirar esa escena? ¡Pues… abusadas!, porque es la imagen velada de una violación. Y no es la única, se repite mucho en nuestro cancionero popular y en nuestra cotidiana realidad.

“El mundo es como un jardín / Las mujeres son las flores
Yo soy como el jardinero / que corta de las mejores…”

¿Recuerdan películas, programas de televisión o malos anuncios publicitarios donde el hombre está demostrando que puede “arrebatar” un beso, una caricia o cualquier contacto sexual contra la voluntad de la mujer, ya sea en su casa, en la calle o aun en los propios centros de trabajo?

Cuando se necesita, se necesita. Cuando no ¿para qué? 
Cuando te diga: ven acá, no me salgas con que no. 
(Canción otomí)

Canciones, escenas o dichos como éstos transmiten la falsa idea de un supuesto “poder” del hombre sobre las mujeres y que este poder de “tomarnos” hace al hombre “más hombre”.

“Soy como el gavilancillo que anda por ai revolteando 
la polla que no me como, la dejo cacaraqueando” (Copla tradicional)

“Usted es la culpable / de todas mis angustias / y todos mis quebrantooooos”

¿Conque estas imágenes y situaciones nos parecen normales, enternecedoras y hasta románticas? Pues no lo son. Reflejan una relación de poder de una persona sobre otra. Muestran claramente un abuso y tienen nombre: hostigamiento sexual y violencia de género.

Todas las mujeres tienen / en el pecho una amapola
pero más abajo tienen / la funda de mi pistola.

Todas estas canciones, poemas, conjuros o rimas infantiles, aparentemente inocentes o cariñosas, van desarrollando el “permiso social” para agredirnos. Si no tomamos conciencia de lo que realmente están diciendo, vamos aceptando la agresión, la violencia que fácilmente puede llegar a niveles muy graves. Incluso a la muerte.

“Yo te vengo a pedir, virgencita de Tlapa, que me vuelva a querer, su corazón, Y si no me la traes, vale más que se muera, pues si su alma no es mía, que sea de Dios”

Y cantando, cantando y jugando las ideas y los conceptos forman –deforman– nuestra manera de vivir, de pensar, de ser. Por ejemplo, el romance español anónimo, muy antiguo, con el que jugamos de niñas.

-Hilitos, hilitos de oro/Que manda decir el rey/Que cuántas hijas tenéis

Tuviera las que tuviera/Que nada le importa al rey

Ya me voy muy enojado, a ver a mi padre el rey/

Vuelva, vuelva, caballero/No sea tan descortés/De las hijas que yo tengo/Escoja la más mujer

No la quiero por bonita/Ni tampoco por mujer/Sólo quiero una rosita/Acabada de nacer

O sea: quería a la niña, la pequeñita, la rosita acabada de nacer, cualquier parecido a un pederasta es … coincidencia.

Varita de nardo (Género: Vals)

Autor: Joaquín Pardavé

Varita bonita, varita de nardo

Cortada al amanecer

Quisiera tus hojas tu suave perfume

Pa’perfumar mi querer.

(…)

Yo te voy, te voy a cortar

Aunque sufras un cruel dolor

Pues solo te quiero varita de nardo

Para perfumar mi amor.

Este aspecto se vuelve especialmente importante porque el hostigamiento y la agresión inician la mayoría de las veces por este tipo de frases de canciones que solemos vivir como “bonitas”, sublimes o hasta “cómicas”.

“Cuchito, Cuchito, mató a su mujer / con un cuchillito del tamaño de él /                            le sacó las tripas y las fue a vender: ¡Mercarán tripitas de mala mujer   (Versión para arrullo infantil)

El hostigamiento sexual y la agresión de género representan una conducta con implicaciones sexuales no solicitadas, menos deseadas, sean verbales o físicas. Puede ocurrir en cualquier lugar y provenir de un superior o inferior jerárquico, de un compañero de trabajo, del delegado sindical, de un cliente.

“Florecita, florecita, floreciendo estoy. 
Córteme, córteme el que quiera. Venga, venga y córteme”
(Canción otomí)

Entonces estos objetos sexuales –nosotras– podemos ser usadas y abusadas.

“La que quiera azul celeste…que se acueste”                                                   

(¡Ay, mi cocodrilo Efraín Huerta!.. ¿Tú también?)

No sólo en el trabajo, sino también en el hogar, que las investigaciones han demostrado ser lugar muy peligroso para las mujeres y donde la violencia puede provenir del propio esposo, del padre, del hermano, del tío, del abuelo, del amigo, del hijo, del hijastro, del vecino y hasta del nieto, si nos dejamos…

“Ay, mamá, me aprieta este señor…”

La siguiente es una canción “vaciladora”, como dijera el propio Pedro Infante, de Gabriel Ruíz, grabada en mayo de 1952, poco antes de la filmación de Pepe el Toro.

“Yo le pego a mi mujer… ¡soy muy hombre!
Y después me echo a correr… ¡soy muy hombre! 
¡Hay que ser conquistador, para triunfar en el amoooor!”

¡Por supuesto!, es Pedro Infante, nuestro Torito. Con esos brazototes, ¿quién podría resistírse(le)? ¿Qué mejor símbolo para legitimar y permitir a los esposos esta violencia patriarcal en que vivimos?

“Como ni amor le tengo, ni cuidado le pongo”. Refrán popular.

¡Claro, hasta que seamos conscientes de ello y exijamos parar! Cultura musical de todos los días, en la cual se (mal)educa a los hombres (y a nosotras también) para mirar(nos) a nosotras, las mujeres, como objetos sexuales propiedad de alguien.

“Oh, chuparrosa divina, yo me acojo a ti como a tus poderosos fluidos para que me protejas y me des las facultades de tener cuanta mujer yo quiera, ya sea doncella, casada o viuda” (Conjuro popular)

De acuerdo con investigaciones recientes, sabemos que hay quienes piensan que la mujer desea ser hostigada por los hombres, y que éstos deben cumplir, entonces, con su papel. Pero en realidad, el hostigamiento sexual y la agresión de género representan una demostración de poder, con el cual se intimida o presiona provocando en la persona una angustia creciente.

“Ya no llores más, cállate, si no enloquecerás, 
piensa en tener otro amante, si es posible, mas no que te mate”
 (Canción zapoteca)

El hostigamiento sexual y la agresión de género no es un problema de edad, comportamiento o manera de vestir de las mujeres. Existen evidencias de bebés, niñas, ancianas, discapacitadas y religiosas víctimas también de esta violencia sexual y el cancionero popular lo dice sin disimulo alguna.

“San Judas Tadeo, San Simón Cirineo, Santo Tomás, Caba, Luzbel, que estos vencedores sean los que la traigan a empujones y arrastrones hasta no verla rendida a mis pies” (Conjuro popular)

    ¿Qué hacer? ¡Aprendamos a identificarlo para organizarnos contra él! Evalúa la situación y si hay otras víctimas de hostigamiento o agresión trata de actuar en grupo

“Mujeres juntas, sólo difuntas” (Refrán popular)

¡Pues no se nos da la gana de aceptar este refrán que nos afrenta! ¿Percibes agresión sexual o violencia en tu entorno? ¡Rebélate! Coméntalo, lo primero. Presenta la denuncia ante el ministerio público. Recurre a organizaciones de mujeres para buscar apoyo.

A pesar de su gravedad es un problema poco denunciado, aunque se encuentre tipificado como delito en el Código Penal del Distrito Federal desde 1991. Pero muy poco o nada podrán las leyes mientras la sociedad siga cantando y festejando estas agresiones y abusos.

Dulce, sabrosa mujer, preciosa flor de maíz tostado, sólo te prestas, serás abandonada, tendrás que irte, quedarás descarnada. (Poema náhuatl, siglo XIV)

       ¿Descarnadas, abandonadas? No puede ser abandonada quién se habita a sí misma. Nosotras. Y no podemos ser descarnadas cuando nos hemos horneado con nuestra propia arcilla y nuestro propio fuego: nuestra estructura es de obsidiana, nuestro cuerpo está entretejido de fibras de maguey con sangre y huesos, piedras preciosas y palabras. Yo soy, es nuestro nombre.

¡A organizarnos, compañeras!!!

La autora es investigadora/guionista de temas de arte y divulgación científica y autora de la columna semanal de género: Feminalia, del periódico Unión del STUNAM. Una versión de este artículo fue publicada en La Triple Jornada, 2005/03/07, coordinada por Ximena Bedregal. Tomado de la ponencia “La misoginia en las canciones populares mexicanas”, leída el 3 de marzo en las XXVIII Jornadas de las mujeres 2017, en Ciudad Universitaria.

Guitarra: José María Zepeda Estrada: de Chilpancingo Gro. Estudió la carrera de técnico en saxofón en la escuela estatal de música de guerrero, actualmente estudia en la Facultad de Música de la UNAM y es maestro de coro en el programa saludarte.

Voz: Araceli Zúñiga Vázquez.

* Canción popular de Vicente Fernández


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