Periodistas Unidos. Ciudad de México. 01 de julio de 2021.- Equipar a las guardias blancas con las autodefensas, como lo hizo el pasado 25 de junio el presidente López Obrador es inaceptable y muy ofensivo para quienes se han armado en defensa propia, en cumplimiento de las tareas de protección que les han conferido sus pueblos. Los miembros de las autodefensas no pueden ser vistos como pistoleros a sueldo o como sicarios. La organización comunitaria de muchos pueblos, ante los constantes crímenes de que son presas, en medio de la mal llamada “guerra contra el narcotráfico”, es el camino que legítima y legalmente han emprendido miles de mexicanas y mexicanos para defender sus vidas.
Sólo mediante la autoorganización popular adquiere cierto sentido la frase repetida por diversos actores: “Vamos a derrotar a los violentos, porque nosotros somos más que ellos”. Las autodefensas no son suficientes para derrotar a la violencia organizada, pero sí para mantenerla a raya.
Reiteró el presidente que no es declarando la guerra a los narcotraficantes como se va a resolver el problema. De acuerdo, pero tampoco debería condenar y declararles la guerra a las autodefensas ni pretender que los pueblos pasivamente padezcan el azote de los criminales, solo porque él cree que “ya no es como antes”. Ciertamente, continuar con esta guerra contra el narcotráfico es lo que acrecienta la violencia y la inseguridad prevalecientes, pues la magnitud de estos problemas son el resultado de tal guerra declarada por el expresidente Felipe Calderón y mantenida hasta nuestros días. Sin duda, ella es la raíz del problema y no es posible arrancarla con más soldados o más policías.
Dijo también el presidente que él no está de acuerdo en que el pueblo se arme porque “a veces” las autodefensas son infiltradas. Puede ser, pero ¿acaso la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina no están infiltradas ni tienen riesgo de infiltración? ¿Ahora sí tenemos seguridad?
Declaró además que la Seguridad le corresponde al Estado. Sólo que el pueblo es uno de los cuatro elementos que integran el Estado; y nuestro General José Francisco Gallardo demostró en muchos de sus escritos y ponencias –siempre con fundamento en los preceptos constitucionales– que era necesario que se constituyera la Guardia Nacional EN LOS TÉRMINOS QUE ESTABA ESTABLECIDA EN LA CARTA MAGNA, es decir, con la población, porque el garante de la soberanía nacional es el pueblo.
El presidente suele decir –repitiendo una frase de Ricardo Flores Magón– “sólo el pueblo puede salvar al pueblo”, pero habría que preguntarle si anhela que el pueblo se salve a sí mismo o si por el contrario su propósito es “amarrar al tigre” (expresión que usó durante la 81 Convención Bancaria, en marzo de 2018, para referirse a su capacidad de controlar a la gente para evitar que se rebele). El temor que provoca en quienes temen que el pueblo tome en sus manos la conducción de su propio destino es lo que explica que se estén escuchado voces que pugnan por cambiar también el himno nacional, con el argumento de que no les gusta que le digamos a la patria “un soldado en cada hijo te dio”.
La ruptura del General Gallardo con AMLO a causa de la deformación de la Guardia Nacional
El pasado 22 de junio, el presidente López Obrador respondió a cuestionamientos de un reportero sobre el General Gallardo, casi dos meses después de su muerte: “Lamento mucho su fallecimiento”, y agregó: “tenía una muy buena relación con el General Gallardo, participó en la construcción de MORENA” y cuando fue candidato por Colima “estuve con él acompañándolo”.
Decir una verdad a medias, es una forma de mentir, según un refrán, pero son múltiples las evidencias y documentos que existen sobre la mitad que pretende ocultar el presidente sobre su relación con el General Gallardo.
En efecto, éste se había incorporado activamente a la campaña electoral en favor de MORENA y en sus discursos y ponencias proselitistas había planteado que la forma de terminar con la violencia y la inseguridad era llevando a la práctica la figura de la Guardia Nacional, tal como estaba establecida en la Constitución, es decir, haciéndola realidad como la forma de participación organizada de la población civil.
Por eso, cuando el presidente envió su iniciativa al poder legislativo para cambiar la esencia del concepto de la Guardia Nacional, el General públicamente sentenció que eso era “una traición a la Patria”. Esta declaración fue el motivo de que su muerte haya ocurrido sin que el presidente López Obrador, en su calidad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas, haya acatado las resoluciones judiciales que ordenaban reintegrarle su honor militar y todos los derechos que le fueron conculcados a él y a su familia, desde que estuvo en prisión por el solo hecho de haber luchado por el respeto a los derechos humanos en el ámbito militar.
La iniciativa presidencial que desnaturalizó la figura de la Guardia Nacional fue aprobada por unanimidad por los legisladores de todos los partidos. Ante esto, el General interpuso, junto con otros compañeros y compañeras de la asociación civil Mexicanos Unidos, un amparo contra esa reforma, cuya sentencia definitiva está en curso. Incansablemente expuso en diversos foros sus argumentos y demostró que tal cambio a la Constitución equivale a despojar programáticamente al pueblo de las facultades que le habían sido conferidas en materia de seguridad y de su derecho y obligación de defender a la patria.